sábado, 26 de septiembre de 2020

''Nunca cuentes todo'' ® Luis G. Álvarez


Estaba soñando con la luna cuando me despertó ese ruido a las cuatro de la mañana de aquella noche de lluvia. Mi habitación tiene una ventana hacia el oeste, por la tanto la luz de la lámpara nocturna entraba en mi cuarto y podía visualizar todos los objetos materiales que fueran reconocibles ante mi mirada de soslayo.

Cuando comencé a recobrar el sentido, me pareció oler algo extraño, como si fuera llanta quemada, ese plástico y su horrible olor mientras va desapareciendo entre las ligeras llamas. Me acomodé de forma en que pudiera reconocer bien el lugar cuando la vi, estaba sentada sobre el sillón de mi habitación observándome. La reconocí porque mi instinto me decía de quién se trataba, a pesar de la descripción que siempre hemos tenido, no se comparaba con lo que estaba frente a mí. Usaba traje con corbata, lo supe cuando la luz de la luna lanzó un reflejo sobre ella, noté que no tenía rostro. Sólo era una calavera con un cuerpo de mujer y cabello largo. En ese momento supe que mi vida había llegado a su fin. Según comentarios de mi abuela, mencionaba entre sus pláticas e historias que la muerte se mostraba ante ti, cuando estabas listo para dejar este mundo.

Así que ahí estaba yo, temblando y sudando frío, listo para entregar mi alma para ser llevada al purgatorio que determinará cuál sería mi destino. Morir mientras duermes es algo que no muchos pueden obtener, seguramente habría algo hecho en esta vida que me otorgará un final de esta manera.

Volví a prestar atención a ella, se levantó del sillón y me pidió que la siguiera. Comenzó a caminar hasta una de las ventanas de la sala que daba a la casa de mi vecina. Una mujer de edad avanzada, buena con la gente de nuestra comunidad. Siempre ayudaba a los demás, si alguien se enfermaba, ella se volvía una experta cocinera, deleitaba con sus ricos platillos que no sólo curaban el corazón, sino también la mente y el cuerpo. A los niños les dejaba tomar la fruta que daban sus árboles. Por esta razón, no pude evitar soltar una lagrima cuando mi vieja amiga se acercaba a ella mientras dormía. Colocó su dedo puntiagudo sobre su frente, comenzó a estirar como si estuviera jalando algo. La luz fuerte brillante de color azul salía de mi vecina que estaba pasando al otro mundo. De pronto, esa luz formo el cuerpo y rostro de mi vecina que ahora parecía como si su alma estuviera tomando un aspecto humano. La muerte comenzó a guiarla desde su espalda. Con su mano huesuda sobre su hombro, la llevó hasta la puerta para después atravesarla. Esa señora que siempre nos brindaba su apoyo, llevaba los ojos cerrados. Entendí que su cuerpo estaba listo para descansar en la eternidad y no estaría vagando encontrando su lugar fuera de este mundo.

Las seguí desde mi casa, las vi por la ventana de la sala que da hacía la calle y podía observar como la muerte me miraba, aunque no tuviera rostro. Ellas sólo caminaban entre la oscuridad para desaparecer entre las calles. Mi casa tenía las luces apagadas, tuve miedo de regresar a mi habitación para consolidar el sueño ahora que me encontraba solo. Me giré para caminar al cuarto cuando se puso enfrente de mí. La tenía a centímetros de mi rostro. Colocó su dedo huesudo y frío sobre mi frente, aplano con tanta fuerza que sentí como se penetraba sobre sobre mi piel. Escuché un ruido fuerte, cuando abrí los ojos, me encontraba acostado en mi cama, la luz del sol entraba en la habitación. Miré hacía todos lados, pero no había nadie. Mi radio despertador, indicaba que eran las siete treinta de la mañana. Me toque el cuerpo porque estaba sudado. Puse los pies en el suelo para recorrer la casa una vez más en busca de algo que me dijera que fue eral lo que había vivido unas horas antes, pero no encontré nada.

La muerte me había visitado anoche, quizá con la idea de que fuera el próximo, no lo sé. Me fui a duchar, me cambie, tome mi maletín y conduje hacía el trabajo para tener otro maldito día de rutina, que al final, estaba consumiendo mi tiempo.

 

 ® Luis G. Álvarez (H. Matamoros, Tamps. México)

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