lunes, 26 de abril de 2021

''Poemas'' ®Alberto Quero


41

 

¿Cuáles voces escucho en el fondo de esta hora?

Ellas se han agrupado espontáneamente y formado un huracán

en cuyo centro no sé si todavía yazgo.

He desistido de la sabiduría,

o de lo que yo pensaba que ella era.

Realmente debo estar envejeciendo:

cada vez soy menos insólito

He transcurrido ignorando números y fechas

y me consta mi propia parsimonia

He de reconstruir mis antiguos vislumbres,

reedificar mis premoniciones 

y fabricar artilugios insólitos.

Otra vez.

 

Vendrá otro tiempo, y será extenso

a partir de entonces seré, otra vez,

una nueva versión de mí mismo

 

***

 

 

42

 

Esta noche yo estoy solo,

esta noche pienso y recuerdo,

estoy ocupando un lugar 

y a lo mejor me voy pronto.

 

Esta noche avanza profundamente

como un cuchillo clavado entre los huesos,

sólo que ya no me interesa

ni me vincula con mayor cosa 

porque el calor en la sangre hubiera sido igual en cualquier sitio

 

Esta noche yo paso vaciado y calmo.

      

Acaso haya comenzado a ser 

vecino de mí mismo.

 

 

44

 

He regresado:

he vuelto desde mí mismo

y ahora permanezco aquí,

guardando cosas invisibles

y dibujando nubes,

sin mi veredicto todo sigue

y mucho que sigue:

guerras ha habido a mi lado y catástrofes,

ambiciones e intereses

 

Yo miro y no me aterro,

como se supone debería hacerlo todo hombre de bien,

abro los ojos y me maravillo de mi levedad,

que me impide descifrar

tanta cosa áspera.

 

Pulquérrimo e indisoluble,

he quedado inmune a interrogatorios

y a cargos de conciencia;

pasa, en fin, pasa el mundo ante mí,

pasan sus reinos

y yo, nulo adrede,

silente a sabiendas,

veo y callo,

aguardo y levanto como salvaguardia

una veleta o una antorcha.

 

Solo eso alcanzo a comprender

 

 

®Alberto Quero

jueves, 22 de abril de 2021

''Tía E.'' ®Alberto Quero


All the lonely people,

Where do they all come from?

All the lonely people,

Where do they all belong?

 

Lennon-Mc Cartney

Eleanor Rigby

 

Siempre se la veía con su paso exánime. Lento, menudo, lleno de cansancio. Pero ese cansancio no era el que habitualmente tendría una anciana como ella, sino otro, uno que denotaba una tristeza profunda, una melancolía que se había hecho piedra. Y que de alguna manera se transparentaba, se hacía evidente no sólo a sí mismo, sino que también delataba su origen.

Iba lentamente a la iglesia. Todas las tardes, a las seis en punto se la encontraba en San Vicente. Todo el mundo sabía que iba a estar allí. De hecho, Ariel, un muchacho medio retrasado mental que hacía las veces de monaguillo, la llamaba la reina. Acaso había sido instruido por los mismos sacerdotes para que se dirigiera a ella de esa forma. ¿De qué otra forma se puede llamar a una anciana fantasmal que aparece invariablemente a las seis de la tarde en una iglesia oscura y solitaria?

Ella se arrodillaba ante el altar de la Virgen. El ambiente penumbroso y el olor a cera derretida probablemente le importaban poco, es más, casi con seguridad lo disfrutaba. También su vida era opaca y mustia, como las misas vespertinas en San Vicente.

También ella había sido joven. Y ésa la raíz de la melancolía. En algún momento apareció un tal Rivera. Nunca se supo bien de dónde había venido ni por qué. Parece que era un simple chofer de bus. Y el problema no era que fuera chofer de bus, que es un trabajo como cualquiera, sino que Rivera era uno de esos vividores que toman cualquier empleo, el más fácil, el que sea, con tal que les depare un par de centavos con los cuales sobrevivir un poco.

Un día cualquiera se conocieron en Los Puertos. Aparentemente, por entonces él todavía era marino en uno de los ferryboats que atravesaban el Lago hasta Maracaibo. Él tenía planes de quedarse allí, no pensaba en vivir en Los Puertos para siempre; un pequeño pueblo rural de la Costa Oriental no resultaba demasiado atractivo para él; mucho más tentador se le hacía Maracaibo; con toda seguridad allí encontraría más garitos y más billares en los cuales gastar lo que hiciera en el trabajo. Finalmente lo contrataron en una línea de buses.  Ella se ilusionó con él. La chica fea y pueblerina de pronto pensó que podría tener una suerte distinta a la que se le avizoraba en el horizonte, la misma de la que sus propias hermanas habían escapado ya.

Por un momento pensó que podría ser como sus hermanas, todas casadas. Y en cierto modo fue así, porque Rita se había casado con Lorenzo, un hombre inmejorable. Guadalupe con Eduardo, de ciertas posibilidades, que se la llevó a vivir a Caracas y después a Mérida. Alba se casó con Víctor, que no era un dechado de perfección, pero tampoco era mala persona. Aunque era una de las menores, Iris se había casado con Manuelito. Nunca se refería a él por su nombre de pila. Lo llamaba el pobre hombre. Y a pesar del mote, no lo pronunciaba con desprecio, ni siquiera con sarcasmo, sino con ese ácido sentido del humor de los campesinos. 

Finalmente se casó con Rivera. A pesar de la oposición de todos sus familiares. Se lo previnieron sus hermanos Federico y Lionel. Incluso, tuvieron unas palabras con el tal Rivera, porque al parecer intuían que se trataba de un sablista. Pero fue peor. Ella se molestó cuando lo supo y les reclamó que no debían meterse en esos asuntos, que ella también tenía derecho a vivir y a buscar su felicidad.

Rivera no calentó la cama. Nunca convivieron, nunca nada. Apenas se hubieron casado, aprovechó para desplumarla. Se las ingenió para que su ingenua esposa le entregara todo su dinero y todas sus propiedades, que no eran muchas, pero eran. Y desapareció Rivera; nunca más se le volvió a ver.

Un día como tantos, ella emigró a Maracaibo. Ya allí vivían casi todos sus hermanos y hermanas con sus familias. Y ella recaló en la ciudad también. Nadie sabe si escapaba de los recuerdos de Los Puertos, o si secretamente pretendía coincidir con Rivera en alguna de las estrechas calles de Las Veritas. Si ése era su deseo, nunca sucedió.

Siempre había sido maestra. Y era muy hábil, especialmente con las matemáticas. Nadie como ella para hacer que los niños entendieran la división con dos decimales. Explicaba sencillamente cuántos espacios había que correr la coma o cuántos ceros había que agregar en el cociente. Cuando llegó a Maracaibo pasó toda la vida dando tercer grado en el Joaquín Piña.

Usaba unos anteojos gruesísimos, de patas marrones, probablemente de carey, y unos cristales, así como verdosos. Fumaba a escondidas y ninguno de sus familiares se lo reprochaba. Todos la llamaban Tía. Tía E. Incluso los hijos de sus sobrinos, que no lo eran suyos directamente sino sobrinos nietos. Para todos era una tía. Sus alumnos también la llamaban Tía. Nunca la llamaron maestra ni señorita ni profesora, sino Tía. Tía E. La tía de todo el mundo, la madre de nadie, la esposa de nadie. Solamente la tía.

Y probablemente eso le dolería terriblemente. Nunca iba a ser madre, siempre tía. Por supuesto que había deseado tener hijos con el tal Rivera, pero nunca sucedió. Él solamente era un petardista que aprovechó una oportunidad facilísima para hacerse con un dinero fácil. Ésa era la pena honda y pertinaz que la había acompañado toda su vida y que se agazapaba detrás de todo. Su cabeza no siempre estuvo llena de canas, pero un buen día no le quedó un solo cabello negro que peinar.

Y al final de todo ese ahogo sordo y violento. Finalmente se hizo tan costumbre. Finalmente terminó siendo una cosa tan respiratoria, que terminó por desalojar del todo a Tía E. Realmente no era ella la dueña de su propia vida sino ese dolor absorbente y silencioso. Finalmente, ese pesar, esa soledad se hizo fastidio. Se hizo vida y rutina, se hizo cotidianidad. Hasta que esa cotidianidad dejó de serlo en sí misma.

Durante un tiempo, Tía E. fue militante del MIR. Nadie sabe si era por genuina convicción o porque eran los sesenta y estaba de moda ser un poco rebelde y contestatario con todo. Por entonces, Tía E. solía andar en compañía de unos tipos barbudos y desgarbados o de unas mujeres de cabello largo y desarreglado que vestían anchísimos vestidos hippie. Nunca se trataban por el nombre, sino que usaban la palabra combatiente como único apelativo. Pero eso también terminó rápidamente. Como en todo lo relativo a la vida de Tía E., todo se podía definir fugaz, momentáneo, precario. A la hora de la verdad, nadie supo por qué había dejado de militar en el partido. Tal vez porque un grupo de izquierda radical era incompatible con el Cristianismo de Tía E. Sin embargo, también esto era hipótesis, realmente todo fue una incógnita; así como un día comenzó a militar, un día dejó de hacerlo.

Después se inscribió en el MEP, tal vez porque le parecía un partido un poco más moderado, si bien también tenía cierta orientación hacia la izquierda. Muchos educadores militaban allí y, con veneración, llamaban Maestro Prieto al fundador del partido. Al poco tiempo, lo mismo; un día cualquiera quiso dejar de militar allí. Igual que la otra vez, igual que siempre, todo fue de pronto, así como así. Fue también una cosa efímera, como todo en su vida.

Luego de cuatro décadas trabajando en el Joaquín Piña, recibió su jubilación. No la solicitó, simplemente le llegó. Aunque sin demasiada puntualidad, todos los meses recibía un cheque emitido por el Ministerio de Educación. Con eso sobrevivía, seguía sobreviviendo. Así pagaba los gastos de su pequeño apartamento, y el magro salario de Betty, la joven que le servía de mucama. En su habitación, justo frente de la cama, tenía una foto de su padre, que murió nonagenario. En la pared derecha, una estampa de la Milagrosa. En los ratos de desesperación, Tía E miraba la foto de su padre y le pedía que intercediera ante Dios para que se la llevara.

Tía E sabía muchos versos. En realidad, casi todas eran cuartetas que venían en algunos de los libros de lecturas escolares. Otras veces eran las coplas repentistas de Rafael Ávila, el sepulturero de Los Puertos. Y allá en Los Puertos la gente llamaba verso a cualquier cosa que rimara, sin importar la extensión ni la forma.

Lo cierto es que Tía E había memorizado muchas de esas estrofas. Especialmente gustaba de una de Bécquer, una que decía algo así como que qué los muertos se quedan solos. Sin embargo, al estar delante de la tumba de Tía E, nadie sabe cómo se quedan los que ya desde que estaban vivos estaban solos.

 

® Alberto Quero

martes, 20 de abril de 2021

''Mujer busca trabajo'' ® Alejandra Pineda Mata


 Tres de la tarde. Aunque me puse gafas oscuras y camiseta de manga larga a sabiendas de la temporada, aun así, el sol no dejaba de calarme. Apresurada tomé la orilla de los árboles para sentir un poco de sombra, de aire y como si fuera la primera paisana que hubiese visto pasar, una mujer me pregunta si por ahí pasaba el camión que nos sacaba del parque, fábricas, fábricas nos rodeaban.

Al voltear y verla toda acurrucada en una piedra bajo uno de los eucaliptos, supuse que estaba cansada, la vi de edad madura, entre sus cabellos canas, y la invité a caminar.

-Aquí no espere el camión, ya vendrá lleno. Mejor caminemos hacia allá, más adelante hay otra sombra.

Y así, una con su lonchera con trastes vacíos y la otra con un bulto de tacos sin comer (bueno, eso imaginé que traía dentro de una bolsa y aluminio), caminamos las dos, como si fuéramos compañeras del diario.

Me decía:

-Es que tengo que tomar el camión que va a la Central, ya me aceptaron, voy a dejar la papelería.

-Ah ya pasó los exámenes, qué bueno, ya va a lo seguro.

Y le hice más preguntas, para ponerme al día, para saber cómo era encontrar trabajo doce años después de cuando yo lo buscaba, como ella, yendo en las madrugadas a sindicatos, yendo a entrevistas y pruebas donde no me llamaban nunca, y lo que seguía tan actual, el maltrato y las malas caras, como si fuese un acto de limosna pedir trabajo.

Se soltó mi ¨nueva compañera¨, y para luego, ya me dijo su rutina de las últimas tardes desde hace tres meses, que llegando asoleada (y a veces en ayuno) de sus diarios intentos, había que llegar a hacerle de comer a los nietos. Sus horas eran intermitentes para el sueño vespertino, donde su descendiente más pequeño, se divertía no dejándola cerrar sus ojos argumentando que todavía tenía hambre.

Pero sus ojos, los ojos color café oscuro, de esta mujer morena, esos no estaban cansados, más bien estaban ilusionados, brillosos como cuando te enamoras, hasta parecía que hablaba de su nueva sala como cuando te casas. Esa esperanza se volvió contagio.

Y a vuelta de rueda se acercaba el transporte urbano, mi intención de haberla hecho caminar más al oeste era que pudiese ganar espacio, un asiento, descanso para su arrugado cuerpo.

Subió ella primero y tuvo un noble gesto: pagarme el pasaje con sus pocos pesos.

Sentadas, y cada una dispuesta a dormirse, aprovechando el arrullo del asfalto, le dije:

-Y a todo esto, ¿para cuál puesto va a dejar sus papeles?

Y con una motivación que nunca entendí de dónde el brote, declaró:

-Voy para moza, de conserje.

Justo el trabajo del menosprecio.

Pero para ella, su reciente felicidad.

 

® Alejandra Pineda Mata

lunes, 19 de abril de 2021

Capítulo 6: Dos mentes, un objetivo ®Félix Adolfo Martínez


       Enlace de audio: https://youtu.be/cxMmWIykFd8?t=19

Anochecía en el Distrito de Equestria y todo parecía normal… o al menos eso fue lo que se creía… a las afueras del Distrito, un automóvil de color negro completamente… solo se veía los faros y detalles de cromo en sus adornos… se dirigía hasta una granja abandonada… se detiene en un árbol y presiona un botón…

Comunicador: (voz alterada con distorsionador) … contraseña

Break Arrow: pez espada.

Comunicador: acceso concedido... bienvenido Break Arrow.

-          Enlace de Audio: https://youtu.be/GsZyYXXrahA

Se abre la reja de esa granja con un rechinido que hace que cruja la madera… al momento de entrar a la granja, el auto se estaciona en frente de la puerta de una casa de madera. Break Arrow baja del auto y entra a esa casa… pero adentro se veían detalles que, en lugar de que tuvieran cosas del campo, tiene muchos papeles de la ubicación de un portal misterioso… era el portal directo a Equestria… al momento de que ese científico loco, intentaba descifrar ese enigma, entra Break Arrow…

Voz: ¿Quién osa interrumpirme? (pregunta mientras azota su mano contra el escritorio)

Break Arrow: perdóneme amo… pero creo que tengo la ubicación de lo que busca… (Le muestra las fotos de Canterlot High)

Voz: así es que… ¿Desde ahí, es donde viene esa energía?... en esa estatua… ahora voy a preparar mi regreso al lugar que mi padre me había dejado de herencia, pero se lo dejo a mi querida hermana Celestía… porque era la más tierna y la más apta para ocupar el trono de Equestria… bah, ese trono era mío por derecho, y ella me lo quitó… y ahora le quitare lo que más significa para ella… (Risa macabra).

Break Arrow: amo… hay un pequeño detalle más.

Voz: ¿Qué cosa?

Break Arrow: tenemos un invitado no deseado en este plan… un invitado que creí desaparecido hace 3 años… fue mi antiguo jefe y mi ex colega de Compañía… (Muestra la foto de Syringe con los compañeros).

Voz: (se revela de entre las sombras) y ese invitado ¿Qué tiene que ver con nosotros?

De las sombras, sale un hombre que tiene en su ropa, insignias de Equestria en su ropa… y grabado en letras de oro el nombre de Fall Sky…

Break Arrow: este hombre está haciendo un trabajo de reconocimiento en esa escuela… la informante lo contrato para revisarla… y al parecer no ha recibido respuesta alguna de mi amigo… o al menos eso era (entre dientes) hasta que me traicionó.

(Flashback)

Un grupo de 18 soldados con armas de grueso calibre, ingresan en un convoy blindado a una zona de mucha tranquilidad después de haberla estallado…

Karabiner h: (haciendo señas) Break, quédate en la torreta… cárgala y estate listo para disparar. Shining Armor y Hobbes, conmigo. El resto, se queda en el vehículo.

Hobbes: señor… mejor quiero ser la sorpresa.

Karabiner h: muchacho, no quieras jugarle al héroe, solo porque saliste de la academia. Muchos han hecho eso y pocos sobreviven con esa táctica.

Frena el convoy…

Karabiner h: Ok… llegamos… no cometan errores y todos regresaremos a casa antes de las fiestas decembrinas… junten las manos… Andamos juntos, caemos juntos

Todos: (corean) Karabineros por siempre

Salen y se despliegan por el lugar… Karabiner y sus hombres, se agazapan en los vehículos en ruinas; mientras que Shining Armor y sus hombres, por los edificios… hasta que escucha unas detonaciones…

Shining Armor h: (efecto de radio) ¿escuchaste Karabiner? Hay disparos…

Karabiner h: (efecto de radio) es desde donde dejamos a Arrow, hay que regresar.

Se retiran del lugar, y cuando regresan descubren que el cabo Hobbes estaba fuera del vehículo y un cuerpo yacía abatido en la torreta…

Hobbes: (efecto de radio) Shining Armor… Karabiner… no vuelvan a la camioneta… nos traicionaron, nos tra… (Se corta) …

(Fin flashback)

Break Arrow: Estuve inconsciente por 3 horas hasta a que vinieron los rebeldes, y me entrenaron bien… y me vengué, revelando y dando la ubicación de los responsables de su destrucción…

(Flashback)

En el 5 batallón de infantería, se respiraba un ambiente de paz, convivencia y entrenamiento militar; Shining Armor estaba al mando de su equipo, mientras que Karabiner reparaba un vehículo blindado. De pronto… a 3 kilómetros de la zona, 3 tanques de guerra, escoltado por 5 camionetas blindadas y armadas, se acercaban a toda velocidad. Al momento de ingresar a la base, comienzan a disparar y destrozar todo lo que encuentra a su paso… un soldado en la torreta hace sonar la sirena…

Shining Armor h: (grita) ¡¡todos!! A sus puestos de combate… tomen sus armas y disparen al enemigo… ¡ya!

Al mismo tiempo, Karabiner estaba por poner la última tuerca de la llanta de una camioneta…

Karabiner h: (limpiándose las manos) listo… espero que el Mariscal no se le ocurra volver a conducir en un campo de golf… en estado de ebriedad, jeje… (Suena la sirena) ashh… otro ejercicio… es la quita vez en menos de 1 mes… (Mira una explosión y responde con sarcasmo) mmm, eso es nuevo (grita) ¡a sus estaciones… todos tomen armas y al ataque!

Todos corren a recoger cuanta arma se les cruzara encima… Karabiner y Shining Armor se encuentran, y huyen tratando de refugiarse en los vehículos de combate. Pero antes de entrar, se dan cuenta de que el líder del grupo era Break Arrow.

(Fin de flashback)

Break Arrow: solo se me escaparon esos 2… y al parecer encontré ese cabo suelto que me faltaba. El otro, lo sigue perdido… así es que quiero que me de ese privilegio de cerrar de una buena vez por todas, ese capítulo.

Fall Sky: paciencia discípulo mío, tal vez ese cabo suelto nos pueda servir de algo… créeme.

-          Enlace de Audio: https://youtu.be/rW_dWbEa1zY

De pronto, Fall Sky y Break Arrow, bajan al sótano de esa casa y descubre que debajo, hay un túnel que dirige hacia una base de operaciones…

Fall Sky: lo que estás viendo, mi estimado amigo… es lo que he estado haciendo desde hace muchos años. Reclutar… entrenar y enviar a los criminales más rudos y despiadados del mundo, para que se unan a mi causa… nuestra causa. Únete conmigo y veras que tendrás todo lo que has deseado… (Sarcasmo) incluyendo tu ansiada venganza contra tu… soldadito de plomo. 

Break Arrow: con lo poco que te presté, hiciste mucho.

Fall Sky: (resaltando con sarcasmo) ¿esto?... no es nada. Ven te mostraré mi atracción principal.

Caminan hasta una puerta que dice acceso restringido… ingresa los 3 candados de seguridad que solicita, concediendo el acceso…

Fall Sky: te presento mi obra de arte más apreciada… es una máquina de destrucción total todo terreno, capaz de lanzar toda clase de proyectiles… con muchos cañones y tiene protección contra todo.

Break Arrow: o sea… un tanque blindado.

Fall Sky: si, pero este tanque no es como los que comúnmente conoces... éste tanque, operará con una energía, que no se encuentra en este mundo.

Break Arrow: y entonces, ¿Por qué miro que tiene también el depósito de gasolina?

Fall Sky: ese depósito, solo será para su segundo combustible, el primero, será esto.

De una caja fuerte, saca un litro de un líquido plateado similar al mercurio, pero es más viscoso.

Break Arrow: ¿Mercurio?... ¿la fuente principal es Mercurio?

Fall Sky: no mi discípulo, esto, es sangre de Alicornio… me dieron esto, días antes de que el propietario, fuese capturado, por robar magia de Equestria. Con una gota de esto en su generador, y tendrás una fuente de energía inagotable.

Se dirigen a la sala de pruebas, y tiene el automóvil en que se transportaba Break Arrow y le vacían el combustible. Cuando el auto está vacío, Fall Sky… le pone una gota en el motor… desilusionados, creían que arrancaría.

Fall Sky: Arranca.

Al decir eso, el automóvil de la nada comienza a arrancar sin intervención del piloto. Fall sky entra al auto, y acelera hasta el fondo, para comprobar la potencia del motor…

Fall Sky: apágate.

El auto se apaga, sin intervención del piloto y todos quedan asombrados

Fall Sky: Ahora que tendré la ubicación del portal a Equestria, podre destruir ese patético pedazo de tierra y emergerá el reinado del príncipe Fall Sky. (Risa macabra).

Todos se le quedan viendo a Fall Sky, al hacer su risa malvada y lo imitan…

Fall Sky: DE QUE SE ESTAN RIENDO, VUELVAN AL TRABAJO.

Break Arrow: ya escucharon, vuelvan al trabajo.

Todos vuelven al trabajo, entre bullicio y risas.

Fall Sky: si viste la potencia que llegó el motor, ahora imagínate la potencia que tendrá el tanque, con armamento ilimitado. Créeme, eso será lo mejor que habrás visto.

Continúan laborando, mientras que Fall Sky, guarda el líquido en una caja fuerte.

 

®Félix Adolfo Martínez (H. Matamoros, Tamps. México)

viernes, 16 de abril de 2021

''La Máscara'' ® Ale Montero


 Durante una madrugada llegué a mi habitación, apagué la luz, me acosté en mi cama y me arropé. Escuché unos tenues golpes en el suelo: parecía el sonido de suelas de zapatos. El temor me obligó a cubrirme con mi edredón.

Desperté. El sol refulgía y atravesaba las cortinas de la ventana. El rutilante brillo apuntaba al suelo, ahí encontré unas huellas diminutas.

La madrugada siguiente volví a llegar a mi habitación. Cuando apagué la luz y me acosté en mi cama escuché unos ligeros pasitos en el suelo. Fijé mi vista hacia la penetrante lobreguez. Noté una cosa blanca meneándose, dando tumbos. Abrí la ventana para que entrase el brillo lunar. Ahí estaba mi mochila, mis cuadernos, la pared, mis cajones, pero el indistinguible objeto había desaparecido.

Cuando desperté, el rutilante sol desprendía intensos rayos que parecían atravesar mis sábanas. Observé el suelo: había una máscara blanca. En medio de los orificios oculares de la máscara había una línea roja, no tenía orificio oral, el área nasal era pequeña y se elevaba ligeramente. No supe qué hacer con ese objeto. Pregunté a mi familia si la careta pertenecía a alguien. Coloqué el objeto en una repisa mientras decidía su destino.

La madrugada siguiente volví a entrar a mi dormitorio. Apagué la luz. Me acosté en mi cama con la precaución nacida de una profunda ansiedad. Se escucharon unos pasitos tenues: eran repetitivos, como si alguien estuviese corriendo con las puntas de los pies. Corrí la cortina de mi ventana para permitir entrar resplandor de luna. No asimilé por meses lo que vi por haber sido en extremo impresionante: un humanoide alto con máscara blanca meneaba el cuerpo en medio de mi dormitorio. El ente parecía estar parado en zancos. La cabeza del sujeto casi tocaba el techo y sus brazos eran largos. Los meneos de piernas, brazos, caderas y cabeza del humanoide parecían una danza folclórica. Luego de ver semejante monstruosidad me desmayé. Me despertó un quemante rayo solar que caía justo en mi párpado. Tanto el ente como la máscara que dejé en la repisa habían desaparecido.

Tiempo después mi casa estuvo sola. Raudales de agua corrían por las calles. Los relámpagos anunciaban ensordecedores truenos. Escuché unos pasitos acercándose ligeramente. Un relámpago nubló mi vista y cuando la recuperé se cortó mi respiración por lo vislumbrado: un insólito rostro se dejó ver frente a mí tras aquella careta. Ese rostro tan impresionante no se parecía nada a lo humanamente concebible. No tuve palabras para describir esa inenarrable fisonomía, sólo pudo haber sido expresada por medio del terror inmovilizando cada una de mis fibras musculares. Esas facciones tan indescriptibles ocasionaron un daño irreversible en mi sistema nervioso. Esa tarde me encontraron temblando en el suelo con una máscara en la mano. Mis familiares advirtieron mi incapacidad para articular palabras, mantener conversaciones y distinguir lo real de lo imaginario. Por las noches tuve espeluznantes ataques de pánico, así como terribles espasmos por varias semanas. Fue una mañana cuando mi madre encontró mi cadáver en mi cama: mi paralizado rostro era la representación del horror infinito.

 

® Ale Montero

jueves, 15 de abril de 2021

''Corporale Rimor'' ®Eduardo Honey


 Antes de llegar a los quinientos kilos decidí ser el Cristóbal Colón de mi propio cuerpo. Desde niño nunca pude apreciar las exquisiteces de mi espalda y mucho menos las beldades de mis glúteos. Trajeron y dispusieron espejos a mi alrededor para poder contemplarme, pero lo que vi no me satisfizo. Con razón Borges dice que los espejos tienen algo de monstruosos.

Artistas llegaron de cualquier rincón del orbe e hicieron pinturas, acuarelas y estatuas con el fin de congraciarse conmigo. Pensaron, patéticas y difuntas personas, tener una vida asegurada si lograban convencerme que esas representaciones eran fieles a la geografía oculta de mi cuerpo.

No les creí. Todas eran burdas ilusiones, metáforas táctiles o simulaciones de mi superior forma y superficie. Así que llegué a una conclusión: sólo creería lo que vean mis ojos sin artificios de por medio.

Así que solté a mis sabuesos humanos para que recorrieran hasta el último rincón del planeta. Ofrecí premios que comprarían un reino a quien tuviera la respuesta a mi exigencia. Nuevamente llegaron merolicos desde cualquier lugar. La enorme mayoría terminó ahorcada con sus propias lenguas. A los restantes, un día de buen humor, sólo les mutilé manos o pies.

Finalmente, del extremo más remoto de un imperio en oriente, el último de los sabuesos, mi Percival, llegó con un anciano enjunto cuya tez era de un tono broncíneo. Según me informaron, antes de su arribo, llegaba por fin la última esperanza.

Encerré en una mazmorra a mi sabueso por si su hallazgo era una mentira más. Luego dejé que el anciano se aproximara al lecho que es mi trono. Tras su reverencia le pregunté:

—Sabes lo que exijo como lo que doy a cambio. Y las consecuencias si fallas.

Con la voz tan delgada como un petirrojo el anciano respondió:

—Si, Excelencia. Sólo tengo una demanda.

Ninguno había tenido tal actitud en mi presencia. Menos habían empleado esa maldita palabra. Con esfuerzo me tragué la orden de ejecutarlo.

—¿Y cuál es? —susurré.

—Si resulta, tendrá que cuidarse de ellos —señaló a la corte que murmuraba a su alrededor—. ¡Ah! Necesitaré voluntarios para que Su Excelencia no corra riesgos.

Intrigado di mi anuencia.

El anciano ocupó el área del palacio designada para tales menesteres. Desde sus tierras hizo llegar diversas substancia y aparatos. Las decenas de voluntarios los seleccione entre las personas de mi inmensa corte. Un mes tardó en mostrar el resultado. Al ver su obra, quedé convencido y me puse a su disposición.

Ahora, por fin, he recorrido con mis propios ojos los más profundos campos y extensiones de mi cuerpo. He mirado detrás y debajo de mí: me conozco. Recompensé al anciano permitiendo que se retirara en paz a su país.

Exterminé a los voluntarios porque debo ser único y especial. Con mis ojos, colocados al extremo de flexibles y largos tubos, puedo admirarme a toda hora. Y también han servido para descubrir a aquellos que siempre se burlaron a mis espaldas.

 

® Eduardo Honey