Un aviso llega, una
emergencia, una más, como todos los días, como siempre ha sido desde que él
llegó.
Un grupo de gente se aglomera
en el sitio del siniestro, unos con autentica preocupación, otros solamente
movidos por una curiosidad un poco siniestra de saber que es lo que pasa y
otros más con una mezcla de ambas cosas. Sin embargo, lo que tienen todos en
común es que aguardan por la llegada de quien esperan resuelva tan angustiosa
situación.
La expectativa de la
muchedumbre fue saciada casi de inmediato, pues un sonido fuerte, así como muy
reconocible comenzó a presentarse. Toda la concurrencia dirigió la vista al cielo
con amplias sonrisas en sus labios y júbilo rebosante en sus miradas.
Algo, o más bien alguien se
acercaba a toda velocidad atravesando los aires. En un comienzo era un punto
apenas perceptible, pero ganaba tamaño y visibilidad con rapidez, en solo unos
segundos una silueta humana era perfectamente identificable.
La angustia que reinaba en el
sitio fue sustituida por vítores, también por muchos gritos de emoción. Por un
instante parecía que nada malo estaba pasando, tal era el efecto que ese hombre
tenía sobre los demás; brindaba esperanza y seguridad. Su sola presencia
bastaba para cambiar las tornas de cualquier situación sin importar que tan
mala o desalentadora fuese. Después de todo ¿por qué no sería así? A fin de
cuentas, él era un héroe; el héroe más aclamado por todo el mundo.
El héroe se movía a toda
velocidad, de inmediato llegó al lugar de la emergencia. Divisó el punto de
aterrizaje y se enfiló hacia allí.
A diferencia de lo que podría
esperarse, su descenso no fue tranquilo, resultó en una enorme explosión a
causa de un fuerte impacto. Muchos trozos de concreto, así como autos u otros
elementos cercanos se elevaron por los aires, aplastando y golpeando a muchas
personas al caer. Aunque sin duda. el elemento más letal fue la onda expansiva
que surgió, la cual se propagó en una amplia zona, la gente alcanzada por ella
explotó, víctima de tan tremenda fuerza.
Una atroz lluvia de sangre,
vísceras y múltiples miembros humanos mutilados se desató, tuvo una corta
duración, pero bastó para que las personas que habían sobrevivido sintieran
autentico terror, haciéndoles huir en todas direcciones.
Los alaridos comenzaron a
perder intensidad, volviéndose algo similar a un eco que se iba apagando
gradualmente, fue así hasta que la misma realidad se difuminó, tornándose en un
negro absoluto.
Entonces, de forma súbita, el héroe se vio a
si mismo parado en el lugar donde previamente había pensado aterrizar, solo que
no había un cráter gigantesco de impacto, no había gritos, no había gente
corriendo en un intento de salvar su vida, tampoco existía evidencia de la
lluvia roja que había acontecido, queriendo comprobarlo se tocó el rostro en
busca de sangre; su cara estaba impecable.
La gente que coreaba su nombre
lo terminó de anclar a la realidad, todo parecía ser normal. Se mantuvo unos
segundos inmóvil, intentando discernir que era lo que había pasado, que había
sido aquella violenta visión, así como la extraña e indescriptible sensación
que la acompañó, sin embargo, tenía que atender la emergencia que lo había
llevado allí.
El héroe despejó su mente lo
mejor que pudo y comenzó a caminar, mientras lo hacía alzaba la mano moviéndola
animosamente en señal de saludo a quienes lo admiraban, devolvía las sonrisas e
impartía breves, aunque amables mensajes a quienes alcanzaban a escucharlo. Así
era como actuaba él, esa era la forma que le habían enseñado, una forma de
vida, una manera de ser, ese era el protocolo del héroe; estricto e
inquebrantable.
Luego de cumplir con ese
papel, por fin entró al sitio donde el crimen se llevaba a cabo. Se trataba de
un edificio, en el cual tres sujetos habían tomado rehenes amenazando con
matarlos a todos si no cumplían sus demandas, las autoridades ya habían
realizado varios intentos por entrar al lugar y salvar a los inocentes, pero se
vieron superados en cada una de esas ocasiones, fue entonces cuando decidieron
llamarlo a él.
La puerta del edificio salió
volando del marco a consecuencia de una patada, el enorme estruendo llamó la
atención tanto de malhechores como de rehenes haciéndoles mirar con sorpresa a
quien acababa de llegar. Al apenas verle, los rufianes abrieron fuego sin
pensarlo dos veces, sin embargo, como en muchas otras veces en el pasado, las
balas no hacían más que rebotar en su cuerpo, si bien esa acción había resultado
en un fracaso para sus enemigos, al héroe le resulto bastante útil, puesto que
gracias a eso pudo localizar e identificar más fácilmente a quienes debía
atacar.
El héroe fue hacia el primero
de ellos, cerró la distancia entre ambos en menos de un segundo, el maleante,
al tenerlo de frente soltó un grito de sorpresa e intento disparar nuevamente,
lo que no logró ya que el héroe lo sujetó por cuello, levantándolo después como
si no pesara nada en lo absoluto.
El hombre forcejeo
enérgicamente en un inútil intento de liberarse, pero lo único que consiguió
fue cansarse, abrió la boca para decir unas palabras, no obstante, antes de que
pudiese decir cualquier cosa, su cuello crujió ante el poderoso apretón dado
por la mano del héroe. La cabeza de aquel cayó con lentitud hacia un costado,
emulando a una flor marchitada.
El sonido del hueso triturado
junto con la ultima exhalación del maleante, sacaron al héroe de otra
alucinación a la que había entrado, el hombre que sujetaba con su mano seguía
con vida, luchando aun en vano por zafarse.
El bienhechor no entendía para nada que era lo que pasaba, aunque había
algo que le perturbaba; la sensación que tuvo durante aquella primera
alucinación había regresado, solo que más fuerte, un poco más entendible y eso
era precisamente lo que le aterrorizaba, ahora sabía que estaba disfrutando de
aquellas sádicas situaciones mentales.
De inmediato el héroe se apegó
a sus enseñanzas, se refugió en aquel credo que grabaron metafóricamente a
fuego en su mente. “No asesinar” Esa era tal vez la regla más importante que
cualquiera que se llamara así mismo héroe debía seguir, un héroe no mata sin
importar las circunstancias, no hiere a menos que sea absolutamente necesario,
un héroe solo detiene a los villanos y deja el resto del trabajo a las
autoridades, ni más ni menos.
El héroe repitió esas reglas
en su cabeza como si de un mantra se tratase, logrando obtener así algo de
calma. Ya habiendo recuperado el control, decidió arrojar al delincuente que
aún sujetaba contra un muro, procurando solo aplicar la fuerza suficiente para
dejarlo inmóvil, aunque antes de que lo hiciera la voz de la crueldad le
susurro al oído, invitándolo a que se dejara llevar. El atormentado héroe dudo
un momento, pero al final actuó como debía.
El segundo enemigo también
disparó en contra del súper hombre y a diferencia de con el primero, el héroe
optó por una táctica distinta para confrontarlo. Sus ojos comenzaron a emitir
un brillo color rojo intenso, inició como un pequeño punto que siguió creciendo
hasta abarcar la totalidad de sus globos oculares, acto seguido un par de rayos
láser emergieron e impactaron en las cuencas oculares del segundo criminal. Los
ojos del maleante hirvieron y comenzaron a fundirse, hasta que los láseres
lograron salir por el lado opuesto de la cabeza, la victima emitió gritos de
agonía que se fueron apagando, finalmente se desplomó pesadamente sobre el
suelo, dejando en su descenso una tenue estela de humo junto con un olor
repugnante de piel quemada. Resultando
esto ser otra mala pasada de la mente del héroe, quien en realidad aún no había
liberado su mirada láser, nuevamente se balanceo entre las ideas de obedecer a
aquello que el comenzaba a identificar como un deseo interno muy oscuro o
cumplir su rol al pie de la letra, aspecto al cual cada vez le costaba más
apegarse, ya que, con cada uno de esos macabros escenarios la sensación de
placer aumentaba y a la par de ello su voluntad mermaba dramáticamente. En
lugar de atacar a la persona, el héroe lanzó su mirada láser al arma de fuego,
la ametralladora comenzó a calentarse al grado de llegar al rojo vivo, por lo
cual el criminal se vio obligado a soltarla, entonces el superhéroe aprovecho y
sopló un poderoso viento que arrojó a su enemigo varios metros atrás, dejándole
fuera de combate.
Al ver lo que ocurría, el
último de los delincuentes soltó su armamento e inmediatamente se dejó caer de
rodillas, después levantó los brazos en señal de rendición.
—¡Espera!, ¡Espera!, ¡Me
rindo! — Vociferó el hombre con la voz quebrada, era evidente que estaba
asustado, los intentos por ocultar el llanto eran delatados por una mirada
vidriosa.
—¿Te rindes? — Cuestionó el
héroe mientras caminaba calmadamente hacia el sujeto.
—¡Sí!, ¡Sí! ¡Tú ganas!
¡Llévame a prisión y termina ya con esto! —Levantó aún más los brazos para dejar
en claro que ya no planeaba otra cosa que someterse.
—Sí, es un hecho que voy a
terminar con esto, eso puedes tenerlo por seguro, pero dime algo, ¿De verdad
piensas que va a ser tan sencillo? Es decir, ¿Qué todo estará bien diciendo
solamente que te rindes y ya? — El tipo le lanzó una mirada de clara confusión,
el modo en que el héroe hablaba le provocó un escalofrío.
—¡¿De qué estás hablando?!,
¡¿Qué vas a hacer?!— El malhechor no pudo más y rompió en llanto, un llanto
histérico.
—No, no, tranquilo. — El héroe
le dio unas pequeñas palmadas en el hombro a su rival como para reconfortarlo,
después de ese pequeño acto de “clemencia” dejo su mano en ese sitio.
—No pasará nada malo, solo le
pondré fin a esto, tal como lo pediste. — Acto seguido, sujetó al hombre por
los antebrazos con la otra mano que le quedaba libre.
—Voy a ponerle fin a este
crimen y también a tu repugnante vida. — Aquel corrompido héroe solo necesitó
de un pequeño tirón para arrancarle los brazos a su víctima. la piel se estiró
y rompió como si fuese de papel, lo mismo hicieron sus huesos, que cedieron
ante aquel esfuerzo que a primera vista parecía insignificante.
La sangre emanó profusamente,
manchando el uniforme de aquel ser que había jurado hacer siempre lo correcto.
—¡Esto no es justicia! —
Exclamó el hombre entretanto su cuerpo palidecía con rapidez por la extrema
pérdida de sangre.
Ante esa declaración el héroe
soltó una carcajada irónica. —Claro que no lo es. —Dijo con malicia. — Pero
nadie va a cuestionar mi proceder, depués de todo yo soy el bueno y tu el malo
¿A cuál de los dos le van creer? ¿Quién de los dos tiene más credibilidad? Así
que deja de preocuparte por la moralidad de este acto, a los muertos no les debe importar la ética. —
El héroe finalizó su discurso propinándole un tremendo golpe en la cabeza
haciendo que esta explotara, fue en ese momento cuando más emocionado se
sintió, ya se había perdido en aquella torcida sensación de complacencia, no
sentía remordimiento alguno, es más, hasta se sentía feliz.
De pronto el éxtasis se
desvaneció de golpe, había sido otra alucinación, el héroe tenía sujetado
todavía por los antebrazos al hombre y de nueva cuenta el momento de decidir se
le presentó, dos pruebas se habían presentado ya, en ambas hizo lo que debía,
pero en esta deseaba poder hacer lo que quería, aunque su estatus se antepuso a
la naturaleza de su deseo. Entonces, haciendo lo que podría decirse un punto
medio, decidió romperle los brazos. Apretó con fuerza y los huesos se
trituraron en un santiamén.
—Si yo no puedo hacer lo que
deseo, entonces tu tampoco podrás, espero que disfrutes pasar el resto de tu
vida con muñones en lugar de brazos. — Dijo el héroe con odio palpable en su
voz, no obstante, el criminal estaba muy ocupado sufriendo como para hacerle
caso.
Para la buena suerte del ahora
cuestionable héroe, los rehenes no fueron capaces de escuchar todas aquellas
palabras que lo delataban como un ser terrible, ellos solo vieron actos
heroicos, incluso, aquel último momento donde le fracturó los brazos al
maleante no fue tomado como nada malo ni barbárico, después de todo era obvio
que ninguno de los presentes sentiría pena por alguien que acababa de atentar
contra sus vidas.
—Están a salvo, pueden irse. —
Dijo el salvador con una sonrisa amable en su rostro, las ya liberadas victimas
aplaudieron e iniciaron el desalojo del lugar, el héroe espero a que el último
de ellos saliera para después hacerlo él también.
Ya afuera, todo el público lo
ovacionó, gritaron su nombre al unísono, así como también agradecieron
infinitamente que hubiese llegado. El héroe solo alzó la mano, sonrió
abiertamente de nueva cuenta, camino entre ellos, estrecho tantas manos como
pudo y finalmente dio aviso de que se retiraba. Antes de iniciar el vuelo miró
por ultima vez a la multitud, cualquier persona diría que contemplaba conmovido
como las personas lo amaban, pero la verdad era completamente distinta, se
hallaba repasando cada instante de lo que recién acababa de suceder, cada
detalle acontecido, pensaba en la mezcla de sensaciones que reinaba en su
interior, el horror por lo que quiso hacer, el gozo que sintió por pensar en
hacerlo, así como la ansiedad por saber si en algún momento se atrevería a
realizarlo. Supo que siempre había sido así, solo que lo había estado
reprimiendo, se trataba de una malevolencia oculta, latente y acechante,
aguardando por la más mínima oportunidad para manifestarse, sí, eso era lo que
pensaba en realidad.
El héroe dio un último saludo
a la gente y emprendió el vuelo, se alejó con rapidez, cuestionándose en que
momento la fantasía dejaría de ser eso para convertirse en una sangrienta
realidad.
®Daniel Mayorga (H. Matamoros,
Tamps. México)