domingo, 27 de noviembre de 2022

''3 Historias sobre Zozo''


1. J-A-K-E

Cindy, una chica de 13 años, decidió probar usar la tabla de ouija con sus hermanas, buscando un poco de emoción. Jugaron de noche y en secreto, ya que sus padres eran muy muy religiosos y sabían que no lo aprobarían. Tras jugar con sus hermanas, algo le sucedió a Cindy: no podía dejar de pensar en usar la ouija e hizo una lista de preguntas que hacerle.

Cindy aprovechó una hora que estaba sola en casa, mientras sus hermanas aún permanecían en el instituto y contactó con los espíritus nuevamente. Intentó comunicarse, pero, al principio, parecía no haber nadie. Tras un rato, la plancha empezó a moverse y deletreó: «H-O-L-A». Cindy, muy nerviosa, respondió: «Hola, ¿quién eres?». El espíritu respondió: «Jake«. Cindy se quedó sin respiración, Jake era un compañero de su clase que murió cuando tenía 9 años. Cindy le preguntó si era realmente su Jake y el espíritu le respondió que, efectivamente, era él.

Cindy siguió hablando con Jake durante dos semanas más, pero tras este periodo, las conversaciones -hasta entonces inocentes- se volvieron más oscuras y agresivas. Poco a poco, empezó a tener la sensación de que Jake quizá no era realmente Jake. Finalmente, el espíritu reconoció ser un demonio y amenazó a Cindy con matarla si le contaba a alguien más que mantenían conversaciones. Ese mismo día, las hermanas de Cindy la encontraron enroscada en un rincón de la casa, llorando desconsoladamente. No podían hacer nada por ella, estaba fuera de sí. Cindy tuvo que pasar una semana entera en un psiquiátrico para recuperarse de los daños emocionales que aquella «presencia» le infligió durante sus conversaciones, especialmente en la última de ellas.

 

2. Nunca acuses de cobarde a un espíritu

Unos amigos decidieron jugar a la ouija, a pesar de que la dueña de la casa donde se encontraban y del tablero estaba en contra. Empezaron a jugar y preguntaron: «¿Hay alguien ahí?». Nadie respondió. Uno de los chicos, molesto, escribió en el tablero: «Si estás ahí  y no estás respondiendo es que eres un cobarde«. Luego dejaron de jugar porque nadie contestaba. Sin embargo, el juego no había terminado para aquel chico que llamó cobarde a quien estuviera al otro lado.

Varios días más tarde, el chico se despertó inquieto, en medio de la noche. Intentó volver a dormir, pero no pudo. De pronto, oyó como de la planta de abajo llegaba una voz que decía: «Coge al chico». Era una voz susurrante y rota, como si le costase hablar. El chico dio por sentado que se lo había imaginado y volvió a acostarse. De pronto «¡COGE AL CHICO!», sonó mucho más fuerte y cerca. El chico se levantó de un salto, asustado. Entonces la puerta de la entrada sonó. No había nadie abajo, ni tenían vecinos. Fuera lo que fuera había entrado en casa, despertado al chico y se había marchado.

 

3.»Te veo a través de la ventana»

Un chico de 12-13 años estaba pasando la noche en casa de un amigo. Su amigo y su hermana decidieron jugar a la ouija y así lo hicieron. Empezaron a mover la plancha, deletreando palabras sin sentido, por diversión. De pronto, se deletreó: «Puedo veros a través de la ventana» y luego, «Puedo ver a través de sus ojos».

Sólo había una ventana en la habitación, una muy pequeña. Miraron a través de ella y no vieron nada, así que decidieron preguntar un poco más. «Estoy bajo el coche«, respondió el tablero. Miraron de nuevo por la ventana y vieron que debajo de un coche había un gato negro que bufaba y les miraba. Los chicos salieron de la casa corriendo. Justo entonces hubo un fallo eléctrico y todas las luces se apagaron. Nunca volvieron a jugar a la ouija.

 

 

domingo, 6 de noviembre de 2022

''Abro los ojos'' de Camila Carrizo


Abro los ojos y todo se encuentra oscuro. ¿Me quede ciega? No, imposible. Siempre fui chicata pero nunca para tanto.

¡Qué fea oscuridad, tan fría y húmeda! Me hace sentir indefensa, solitaria, pequeña.

Me siento encerrada, como si fuera una especie de jaula de madera. No logro moverme porque golpeo mi cabeza contra el techo.

Me falta el aire, que suerte que no soy claustrofóbica sino estaría en un grave problema.

Bueno piensa como llegaste aquí Camila, piensa…pienso y no recuerdo nada. ¿Dónde estoy? ¡Dios santo! ¿Qué hice para merecer esto?

Mis brazos están tensos y mis piernas se encuentran rígidas, no sé si mi cuerpo está paralizado o simplemente me encuentro en shock.

-¡Qué olor a tierra! ¿Lo dije o lo pensé? A esta altura de las circunstancias no sé si hablo conmigo misma o sólo me enredo entre mis pensamientos, le rezo a todos los santos no encontrarme enterrada o algo similar. No soporto la idea. Imagínate el hecho de estar así. ¿Ya estoy muerta? ¿Tan joven? ¿Qué sucedió? Todo marchaba tan bien…

Ayer estaba preocupada por los próximos finales de la facultad, ahora solo pienso cómo huir de aquí. La verdad es que no comprendo como de un minuto al otro tu vida puede dar un giro repentino de 180 grados. Revuelvo de nuevo entre mis recuerdos más recientes y hasta hace unas horas me encontraba almorzando con mi familia, y en estos momentos sólo quiero lograr escapar. Pienso y quiero. Quiero y pienso. ¿Pensar lo que quiero? ¿O querer lo que pienso? Nunca pensé y quise al mismo tiempo algo tan latente y desesperante ¡Qué feo se siente!

Pienso en moverme. Quiero moverme. Me concentro. De a poco muevo algunos dedos.

Después la mano izquierda completa. Ya recupere el tacto y movilidad de los brazos.

Tengo 10 cm desde mis caderas hacia una especie de pared, no llega a ser de material, tampoco es frágil, es hueca y suave.

Junto coraje, con tranquilidad y calma muevo mi pie derecho, despacito y toco un fondo con la punta del mismo. ¡¡No puede ser!! Estoy completamente encerrada.
¿Sera un ataúd? ¿Una caja? ¿Sera un armario? ¿Un baúl de un automóvil? No lo sé, ni quiero saberlo. Me aterra el simple hecho de estar quedándome sin aire.

No respiro.

Creí no ser claustrofóbica hasta el día de hoy. Igualmente, ¿Quién no tendría pánico en esta situación? ¿Quién no tendría miedo al encierro? O en todo caso, ¿A la muerte?

En mi último respiro. Pienso y quiero vivir, tengo una vida por delante, metas que aún no cumplí.

Ya grité auxilio, con todas las fuerzas, veintidós veces. Una por cada año que llevo de vida. Nadie me responde, nadie me escucha. Mi propio grito aturde mis oídos, esta vez, en el grito número veintitrés, oficialmente me escucharan.

-¿Dónde estoy?

Lo pensé para mí misma y casi sin darme cuenta lo dije en voz alta.

-Todo va a estar bien. Me respondieron.

Todavía siento frío en mi cuerpo, y el olor a tierra impregnado en mi nariz.

-Perdiste el conocimiento por 5 minutos, te golpeaste al parecer muy fuerte mi cielo.

Acotó mi madre.

Cinco minutos, y yo que creía haber estado horas jugando al azar con mi vida.
Ahora sólo pienso y quiero, que la gente piense y quiera vivir.

Fin