La observaba...
Verla era un deleite, cada noche
después de la ducha, Martha salía desnuda paseando por el pasillo; húmeda,
deliciosa, el agua cristalina, aún tibia recorría su cuerpo; ¡Magnífica obra
divina! Me hacía amarla más; estaba enamorado de ella, hermosa mujer, la
plenitud lo mostraba en su cuerpo torneado de 25 años, su rostro de diamante le
hacía juego con ese par de pendientes ¡Sus ojos! un par de ventanas color jade
con cejas marrón que enmarcaron su forma profunda, su pequeña nariz me volvía
loco, su piel dorada relucía a la luz natural « ¡Habrase visto mujer más
bella!» todas las noches quería comerla a besos; degustar su andar al paso de
su cuerpo, hacía extasiar todos los sentidos y su sonrisa; esa tímida mueca
nerviosa que se asomaba al hablar por teléfono; la veía vestirse y quería
decirle que parara; su desnudez era el elixir perfecto para mí; saberle partir en la mañana, me ponía furioso
«¡Sólo deseaba verla regresar!» salía detrás de ella; ver su cabello castaño
ondear al viento, simulando el vaivén de las olas del mar. Después de una larga
jornada de trabajo, regresaba a casa, esperando en el sillón de la alcoba,
pensando en verla danzar hacia la ducha; ella es mi mejor descanso. Era feliz
con esta vida, no podía pedir más, pero quería más. Cruzaba el balcón para
verla, salía de madrugada para saberle llegar, cuando andaba de fiesta; mi
obsesión fue creciendo y ella no lo notaba; me sabía sus temores, pasatiempos,
horarios, rutinas de ejercicio; los martes salía al supermercado, yo la
observaba, detrás del mostrador, entre las verduras, rastreando las huellas de
su aroma, tocando las piezas de pan que dejó en el estante. Una vez, toque su
mano con nervios, ella me saludó y me sonrió.
—¡Vecino! ¿También
viene los martes? —
—¡Si vecina, ya es cotidiano!
—
—¡Lo veo después! — se despidió
Yo apretando una lechuga, la vi
alejarse; Dios sabe cuántas ganas tuve de tomarla por el cabello, jalarla hacia
a mí y decirle: ¿¡A
dónde vas perra!? ¡Así te gusta que te hablen! ¿no?, pero mi mente jugaba con
mis deseos más íntimos.
La miré a lo lejos, vestía su ropa deportiva para acudir al gimnasio, la
seguí y sin pensarlo me suscribí todo el año; no tenía idea de que haría en un
lugar como ese, solo quería verla, tenerla cerca; podría tener a cualquiera, pero
a ella tenía que ganarla y “eso” me estaba cansando; llegar todos los días a mi
habitación y no tenerla me hacía
enfurecer cada vez más; tomaba una botella del alcohol más barato, tan solo
para embrutecer mis sentidos y perder la cordura; cruzaba entre balcones hasta
llegar al de ella y entre la oscuridad de su alcoba la esperaba; siempre
sentado en el mismo sillón; verla llegar de prisa, con los labios ocupados en
un idiota que no era yo; lo tomo por el cinturón lo jalo hacia fuera y en el
furor le desabrocho el pantalón, era un joven de no más de 30 años, con
músculos prominentes, hombre ignorante, de poco porte y mucha fiesta; ella
tenía “ganas”, las sacio con él, joven inexperto al amar, los vi revolcarse
entre sus sábanas, mismas que muchas veces bese, para que tuviera mis huellas
sobre su cuerpo, mi mente colapsaba; entre tragos la odie, no más de lo que la
llegue a amar. Sus gemidos se me atoraban entre sorbos y una lagrima rodo por
la mejilla, aun con el dolor, disfrute ver su espalda al descubierto, me
imaginaba que era a mí, a quien amaba, me dedique a disfrutar. Ya ebrio por el
alcohol y las emociones, lleve la mano a mi pantalón, la estrujaba contra mí,
inventando su cuerpo sobre el mío; terminamos los tres, ella se dejó caer sobre
aquel extraño y yo me dejé caer en mi sentir; se quedaron dormidos, instante
que aproveche para salir de ahí sin ser visto. El tiempo pasó; cerca ya de un
año y yo seguía deseándola; el saludo en la mañana, su sonrisa al mediodía, las
buenas noches al entrar a su departamento. Aquella noche me entusiasme y quise
buscarla, mostrarme tal cual soy y me descubrió; al salir de la ducha, vio mi
silueta, se asustó y salió corriendo hacia mi departamento; no supo que era yo;
llamo a mi puerta, al abrir me hice el modorro; envuelta en la misma toalla con
la que salía del cuarto de baño, llegó pidiendo ayuda; la acompañe hasta su
habitación y di un recorrido de reconocimiento, por mi trabajo, era común
encontrar pistas que me llevaran a un supuesto “ladrón”, la consolé, le ofrecí
mi compañía para que se sintiera más tranquila, ella aceptó. Mis ojos
brillaban, la lujuria en ellos me hacía babear; la observaba a través de la
oscuridad, al margen, hoy ella quiso que me quedara; me senté en el mismo
sillón donde comúnmente la observaba, pero, no pude conmigo; la miraba en su
bata de seda diminuta, recostada sobre su almohada, me acerque sigilosamente y
me metí entre sus sábanas, se despertó asustada, quiso gritar pero le tape la
boca, en un grito ahogado, lágrimas comenzaron a fluir, le dije que no gritara,
la tome por la nuca y suavemente la iba recostando, la quise besar, pero me
empujó, me gritó, salió de la cama, salí detrás de ella; quiso correr pero fue
demasiado tarde, la tome por el cabello y la acerque; su cuerpo aún húmedo se resbalaba
entre mis manos, me excitaba, quería tomarla, hacerla mía, la alcance con los
brazos por la espalda, sus pechos se contoneaban estrepitosamente en su intento
por escapar, mi mano se pasó bajo la prenda, sobre su pecho, la estrujaba,
sentir sus pezones escabullirse entre mis dedos; ¡Por Dios! cuánto la deseaba;
mis manos perdieron el control, iban de arriba a abajo sin medir la fuerza, se giró
para golpearme; la sujete con fuerzas, le apreté las piernas, los muslos, la
tome por la cintura y la arroje sobre la cama; quiso huir, la jale hacia mí, la
toque en su sexo y lo estreche, con una mano le apreté el vientre y con la otra
disponía a merced de mi víctima; como un platillo exquisito estaba servida para
mí.
«¿Por qué tenías que hacer eso?» De no sé
dónde diablos sacó una navaja, y la enterró en mi pierna —¡Maldita sea! — Sabía que ella lo buscaba. Se
soltó y corrió hacia la sala, la alcance por detrás y en un arrebato de coraje
le clavé la navaja en la espalda; llorando suplicaba, pero termino con mi
paciencia, pudo haber sido todo un bello sueño, pero prefirió una pesadilla;
estaba furioso, deseoso de ella, me había jurado no volvería a suceder, pero en
mi arranque de lujuria e ira, le cause dolor; quería que suplicara que la
tomara, al ver su negativa, no pude más y le desgarre los muslos, la degollé;
la piel rasgada me provocaba deseo, sacié mis instintos, la deje morir. La
sangre formaba un charco que se extendía sobre el piso, los pasos marcados en
la alfombra delataban un ataque violento; tome las pistas que pudiese haber
dejado y por el balcón regrese a mi departamento. Cinco días después, los
vecinos molestos por una “peste nauseabunda” llamaron a la línea de
emergencias, sonó mi radiocomunicación:
— «Agente Salas tenemos
un llamado de su zona de residencia, solicitan el apoyo del servicio UGI, al
parecer un 49 fox» —
Me enviaron a investigar, al pedir
que abrieran la puerta, descubrimos que estaba forzada, los objetos de valor no
habían desaparecido y otra mujer fue víctima de homicidio. Mi compañero se
cubría la nariz con un pañuelo; el olor era insoportable y excitante.
— ¡Ha atacado de
nuevo!, ¿Cuándo daremos con su paradero? ¡Maldito! — Mis palabras cubrían la sonrisa de mi
victoria.
—[[Continuando con el
caso “De los edificios departamentales” al dia de hoy se suman 14 jovencitas
asesinadas, por la zona noroeste, es preocupante saber que esta cifra va al
alza, ya que jovencitas de entre 18 - 25 años de edad son las principales
víctimas de tan atroz asesino]]— Se escuchaba de fondo, en el televisor de algún departamento.
Mientras los agentes entraban y
salían tomando muestras y fotos de las posibles huellas dejadas en la escena
del crimen. En la pantalla se mostraba al asesino desconocido, ocultándose
detrás. Mi nombre “Agente Salas”, en la cintilla del noticiero, anunciando que
era yo quien encabeza la investigación, ¿Quién sospecharía? lo tenía cubierto;
en el televisor la imagen viva de un asesino, daba la dictaminación del caso.
— La investigación
arroja que estamos frente a un experto; posiblemente alguien que haya estudiado
criminalística o medicina forense; estamos trabajando en este caso, como en el
de las otras jovencitas, estamos muy ocupados, resolviendo las interrogantes;
mientras tanto sugiero a toda la comunidad que cierren bien sus puertas y sigan
pendiente de las noticias—
®Adriana Rodríguez