viernes, 31 de diciembre de 2021

''Tercer Turno'' ®Baltazar Cordero


 A dos semanas de declarada la pandemia, el hospital general de la ciudad fronteriza seguía acumulando cadáveres en el tráiler congelador traído ex profeso de la unión americana, como un donativo de los grupos altruistas de la vecina comunidad estadounidense.

Frente al nosocomio local, las instalaciones de la Cruz roja lucían vacías, nadie quería aproximarse al lugar pues los contagios aumentaban exponencialmente día a día.

Ahí los están matando- murmuraba la gente, los pacientes en estado crítico llegaban con síntomas muy graves y a las pocas horas morían. El personal médico del lugar aun desconocía mucho sobre el virus de moda que estaba llevando a la tumba a mucha gente en todo el mundo

Las únicas personas que se acercaban al lugar eran los familiares de los enfermos y los integrantes de una iglesia evangélica que acudían a diario con un equipo de sonido a hacer oración a las siete de la noche. Fuera de ese horario la oscuridad y soledad del rumbo era total.

 Esa noche y desde hacía unos días, en su turno nocturno, los paramédicos y voluntarios se despertaron asustados de nueva cuenta, la sirena de las ambulancias se había activado sin motivo aparente, alguien les jugaba una broma o algún contacto eléctrico de la unidad estaba mal, ya habían llevado al técnico y no había encontrado nada anormal.

Pero esta era la decima vez que se prendía el sistema en medio de la madrugada, casi no había reportes de casos de emergencia, los únicos eran los enfermos de Covid, a algunos que no aguantaban a llegar el arribo de la ambulancia, se declaraban sin vida y no los levantaban, eso correspondía a las funerarias.

-Han de ser los fantasmas de los muertitos del tráiler del hospital, como ya no caben ahí han de estar encabronados para que los saquen a un lugar mas cómodo- comentaban en son de broma.

-Yo creo que si- decía otro,- esta tarde creo se les descompuso el tráiler y encerrados ahí han de tener un chingo de calor.

Así, entre bromas macabras y comentarios de humor negro y tras de revisar de nueva cuenta el estado de las sirenas de las ambulancias, los empleados de la cruz roja voltearon a ver a  la entrada de la instalación, una anciana vestida totalmente de negro tocaba a  la puerta, arrastrando un andador solicitaba ayuda para que le aplicaran una inyección.

Les pareció extraño que no la vieron bajar de ningún auto, seguramente venia caminando, pero eran ya las dos de la madrugada.

Sebastián, uno de los integrantes de esa guardia y quien casualmente vivía a dos calles de la Cruz Roja, le abrió a la mujer y la paso al interior, la enfermera de turno dormía a sus anchas en el consultorio trasero del edificio.

¿Que necesita señora?

-Solamente una inyección-.

-Espéreme tantito, voy por la enfermera-.

Mientras eso sucedía, los paramédicos seguían comentando en voz alta el detalle de la sirena, comentaban que el fantasma del Covid rondaba por el lugar, pues no los dejaba dormir despertándolos con la sirena por la madrugada.

-Vamos a tener que hacernos una limpia si queremos dormir-, decía Laura, estamos bien salados. ¿O alguien conoce una bruja?

-Yo no-, -yo tampoco-  decían a tono de broma.

-A ver pásele señora, yo se la aplico dijo Sebastián, no sé dónde anda la enfermera-. Acto seguido, tomo la jeringa, el alcohol y el medicamento y una gasa de algodón y le termino el servicio.

-Listo abuela- es todo

-Tienes mejor mano que muchas enfermeras hijo, gracias-

-A usted señora, estamos para servirle-

Se despidió la mujer, pero antes de abrir la puerta de salida les extendió una tarjetita

-Oí que tienen problemas, ahí si necesitan de una bruja, esto los puede ayudar-

El personal de la institución   se quedó viendo, unos a otros mientras la mujer salía del lugar.

- ¿Con quién venía la viejita? - preguntó uno de ellos

-No sé, yo la vi sola-

-Vamos a ver-  y salieron corriendo al exterior.

Nadie se veía a la vista. ¡Ah cabron!, ¿pa’ donde se fue?

Pero no veían nada

Fue entonces que pusieron atención al texto de la tarjeta

“Servicios gratuitos de limpia y hechizos, todos los días 11 a 12 pm. Rancho la Escondida Km, 5 carretera a la playa. La luz roja te va a guiar”

Un rato mas volvieron a dormir y olvidaron el incidente

Días después, al inicio del turno, el teléfono de la Cruz roja sonó para solicitar auxilio para un atropellado por la carretera a la playa

Prendieron la ambulancia y enfilaron por la carretera, al kilometro 5. Al llegar no encontraron a nadie, solamente una luz roja brillante a la orilla de la carretera proveniente de una casita de madera en medio de una gran parcela era lo que vislumbraban.

Estacionaron la unidad y tocaron a la puerta, salió una mujer, la misma que días antes los había visitado en el lugar de trabajo.

-Paséenle muchachos, los estaba esperando-

-Pero usted llamo por una emergencia, vinimos por un atropellado-

-, No hay ningún atropellado, solamente quería agradecerles el favor el día que los visité en la Cruz Roja, oí que tienen problema con su ambulancia y puedo quitarles ese pendiente,

-No se espanten, se que tal vez no creen en estas cosas, pero ya están aquí, pásenle-

Dudaron en entrar, temerosos, pero la mujer les insistió y los invito a pasar al patio trasero de la casa, apenas iluminado por la gran luna de octubre.

-Formen un círculo alrededor de este ramo de albahaca- les dijo

El mencionado ramo era enorme y estaba encerrado en un circulo de velas negras encendida para iluminar más el espacio.

Se sentaron, incrédulos aun, alrededor del sitio y guardaron silencio mirándose los unos a los otros

- ¿Quieren saber por qué se prende en la noche su ambulancia y no los deja dormir?, ahorita lo vamos a saber

La bruja empezó a cantar en idiomas que los chicos no reconocían, no era inglés, ni latín. ni ninguna lengua nativa de los antiguos mexicanos. Simplemente era un juego de palabras. Veían a la mujer que cantaba y a veces a gritos de repente parecía convulsionar, pero seguía rezando o murmurando.

Sebastián miraba y no perdía detalle de los gestos de la anciana y a pesar de la escasa iluminación, veía que los ojos se le ponían blancos y de pronto le brillaban con una luz amarilla, con la intensidad de un rayo láser.

Cuando termino de hablar en su extraño lenguaje, su expresión ya estaba normal.

- ¿Quieren saber quién les causo esa molestia?, no pierdan de vista el ramo de albahaca, pongan mucha atención y no se me distraigan

Dirigió las manos al centro de la circulo con los dedos extendidos y murmuro algo terminando en un grito

Uff…Uffff…….Agggghhhhhhhhhhhhh……

Acto seguido, del centro del circulo de la hierba, las luces de las velas se apagaron y empezó a sentirse un viento helado en todo el ambiente, los muchachos quisieron levantarse pues empezó a molestarles la baja temperatura del lugar, pero sintieron como que no podían hacerlo, algo los jalaba a  lugar donde estaban sentados y no podían voltear siquiera, una fuerza extraña  los obligaba a fijar la mirada al centro.

De súbito, una gran llamarada emergió del centro del circulo y de la tierra empezaron a salir enormes lenguas de fuego, como una gran fogata de dos metros de alto, encima de las cuales empezaron a desfilar girando, imágenes como en una película de rayo láser.

La escena como de película, que apareció con toda claridad para los para-médicos, era   una ambulancia levantando el cuerpo de un enfermo de su cama, pero antes de introducirlo al vehículo, lo volvieron a regresar al interior de la casa.

-No se puede hacer nada, ya no tiene signos vitales-, explicaban al familiar que los había llamado,

- No puede ser-

Lo sentimos mucho señora-

-Pero tienen que llevárselo no puede ser, esa es su chamba-

-Señora, ya no tiene vida-

-No es cierto, no puede ser, malditos, huevones, hijos de la chingada, no me lo pueden dejar aquí- empezó a gritar la mujer fuera de sí y más desesperadamente.

-Lo sentimos señora, tiene que llamar a la funeraria-

De súbito, la imagen sobre las llamas desapareció, el fuego se apagó y las velas volvieron a encender, al mismo tiempo que la temperatura ambiente volvía a la normalidad.

-Ya está listo muchachos, van a poder descansar a gusto en el turno de noche, ya nadie los va a molestar-.

Los chicos se pusieron de pie sin hablar, aun no creían lo que habían presenciado.

-Ya me acorde- dijo Sebastián, - es la señora de la colonia independencia que se puso bien loca, pero el viejito ya no respiraba, ni modo de llevárnoslo así. -

Subieron a la ambulancia y se dirigieron a la ciudad a continuar su turno normal

Al llegar y aun impresionado por lo ocurrido en la carretera a la playa y sin poder dormir, Sebastián se preparó un café, cruzo la calle para platicar con el guardia del Hospital General.

A media charla con el vigilante, arribo un vehículo al nosocomio, y mientras el guardia abría la puerta para darle acceso, Sebastián observaba.

Del auto bajaron a una mujer, con el mismo rostro que el para-médico acababa de ver en la escena sobre la fogata en la casa de la Bruja.

Apenas podía respirar, cargada por sus familiares, abría y cerraba los ojos mientras la respiración le faltaba, y en uno de esos movimientos, volteo a ver fijamente a Sebastián que estaba de pie a un lado de la puerta del hospital.

El para-médico sintió un escalofrío mientras le miraba la enferma.

Por un instante los ojos de la fémina adquirieron el color amarillo intenso de rayo láser, tal cual había visto horas antes con la bruja de la carretera.

Y con la vista clavada en el para-médico, dejo de existir.

-Creo que ya no la hizo, comento el guardia a sus familiares, vamos a esperar que venga el enfermero, porque en lugar de la sala, creo la llevaremos al tráiler congelador-.

Sebastián se despidió del guardia y cruzo la calle de nuevo, quería platicarles a sus compañeros el incidente, pero estos ya dormían a pierna suelta en la sala de espera de la cruz roja.

Esa noche ya no hubo más llamados de emergencia, y la ambulancia permaneció muda el resto del turno.

Casi amanecía cuando Sebastián despertó, sus compañeros iban a doblar turno y se quedarían de corrido en el lugar.

El hombre tomo su mochila y salió de la instalación, empezó a caminar rumbo a su domicilio, la actividad al interior del hospital seguía como de costumbre, volteo a ver a lo lejos dentro del sitio, la unidad móvil de refrigeración donde se acumulaban los cadáveres victimas del virus mortal. Entonces le pareció volver a ver en las puertas del tráiler, dos puntos muy luminosos, amarillos con la intensidad de rayo láser, que parpadeaban insistentemente, como tratando de llamar su atención.

 

®Baltazar Cordero

miércoles, 29 de diciembre de 2021

''Soldado querido'' ®Ausra Cesaytite


 Querido soldado, se marchó

hasta tierras lejanas y desconocidas

para luchar contra mal ajeno

y en medio de ellas se murió

sin poder volver a su amada tierra.

 

Mi soldado querido

¿Porqué, por quien ha muerto?

Tus ojos bellos ya  no disfruto

a un amor que no conocía…

 

No probó rojos labios

el sabor de los amores

no toco las suaves manos, no toco

el  pelo negro de las amantes.

 

Aquí te espero querido soldado

con  lágrimas y nieve en mi pelo,

allí te veo querido soldado

con  cuerpo de  dulcinea.

 

 

®Ausra Cesaytite

lunes, 27 de diciembre de 2021

''Algo de dignidad'' ®Nelson Eric Diez


No le dirigí la palabra hasta que estuvimos cerca de casa .

Tenía miedo de cagarla...de decirle alguna cosa que pudiera hacerla enfadar .

No quería ni mirarla .

Aunque a veces sentía como ella clavaba su punzante mirada en mi .

Los pasos se hacían tan breves ...

Estábamos tan cerca y tan lejos a la vez,

hacia un frío de mierda que calaba hondo en los huesos .

 

Prendí un cigarrillo.

Oh diablos...

ella lucia tan bien , tan hermosa.

 

Desearía haberla podido leer como a un libro .

Parecía que hacerme sentir mal sin razón era algo bueno , convertir a un hombre en un esclavo...hasta llevarlo a la tumba y

Encender en él , la llama del amor para luego ir apagandola poco a poco era lo correcto .

Oh ...pero diablos ;

Era de noche y ella lucia tan bien, tan hermosa que nada más me  importaba.

 

Estaba loco por ella y no había nada que pudiera hacer.

Eso me hacía  feliz y a la vez sentirme tan  triste , tan putamente jodido y eso apestaba.

 

La dejé en la puerta de su casa.

Era hora de irme , de largarme ; guardando para mi , algo de dignidad.

(Solo un poco...quizás).

 

Derramé una lágrima y aun podía sonreír al ver su rostro diciéndome adiós.

 

Prendí un cigarrillo y también le dije adiós.

Esa noche me alejé de allí para nunca más volver  , guardando para mi ; algo de dignidad.

 

®Nelson Eric Diez

domingo, 26 de diciembre de 2021

''Querida señora inspiración'' ®Germán Eusebio Martínez


 Buenas noches, señora inspiración

Le abro la puerta de mi habitación

En la oscuridad y el silencio

Me abraza, me abriga

Se adueña de mí, le pertenezco toda la noche

Y si le da la gana, coquetea conmigo

Y me despierta a cualquier hora de la madrugada

 

Se sienta en la orilla de mi cama

Cruza las piernas, se vuelve sensual

Alimenta mis ganas de seguir escribiendo

Me llena, me satisface 

Camina lento, me provoca 

Llena de recuerdos mi cabeza 

Y de imágenes que proyecta en letras 

 

La señora inspiración tiene buenas intenciones 

Y aunque me regale pocas horas de sueño,

Es generosa conmigo, se vuelve paz

Apacigua los pensamientos de fracaso, 

Y el tedio que provoca la rutina 

Aleja al miedo y me invita a seguir escribiendo

 

Antes de irse se despide

No sin antes, advirtiendo su regreso

Espero con ansias se llegue la noche

Y la señora inspiración se apodera de mi

Que me provoque con ternura, con violencia

Que se desnude y se muestre como siempre.

 

®Germán Eusebio Martínez

 

jueves, 23 de diciembre de 2021

''Profundo'' ®Ronnie Camacho Barrón


 Desde niño, soñé en convertirme en biólogo marino, me encantaba pasar horas frente a la playa recogiendo pequeñas conchas, tomando como mascotas a los cangrejos y observando ballenas en el horizonte.

Sin embargo, mi padre se opuso, quería que estudiara ingeniería aeroespacial y siguiera sus pasos en la NASA diseñando cohetes, traté de hacerle entender que el mar era mi vida, por su parte, él aseguró que el océano ya no tenía nada que ofrecernos y que era en el espacio donde se encontraba el futuro de la humanidad.

Discutimos por horas, hasta que harto, puso un ultimátum, estudiaba lo que él quería o me iba de casa, escogí la segunda, fue difícil, pero no me rendí y aunque no pude convertirme en biólogo marino, como buzo del ejército, pude estar tan cerca del mar como siempre quise.    

Pasaron diez años antes de que me reencontrara con mi padre, fue durante una misión en el triángulo del diablo, después de un despegue fallido, un componente radiactivo se hundió en la zona y era deber de mi unidad recuperarlo.

Cuando me vio, pensé que se alegraría o que al menos se mostraría sorprendido, pero en su lugar, se acercó a mí y me susurro al oído lo siguiente, “Ahora entenderás por que el futuro está en el espacio”, después de eso y sin más explicaciones, se marchó y yo me sumergí.

Todo fue normal hasta los novecientos metros, apenas vislumbramos el objetivo, lo enganchamos con un cable que lo subiría a la superficie, pero cuando estábamos por alar de este, algo sucedió.

Un colosal ser blanquecino, con cuerpo de serpiente, rostro de hombre, seis ojos de cabra y un conjunto de cuernos asimilando una corona, apareció ante nosotros y sin previo aviso, nos atacó, perdimos a tres elementos antes reaccionar y en venganza, le hicimos retroceder a base de arpones y pequeños explosivos.

Iracunda por nuestra osadía, la criatura abrió la boca y lanzó un potente gruñido que aún debajo del agua, reventó nuestros tanques de oxígeno, matando al resto de mis compañeros en el acto.

Con las pocas fuerzas que me quedaban me aferré al cable y tiré de este con la esperanza de que también me subieran, mi plan funcionó y mientras ascendía, la bestia trató de alcanzarme, pero le disparé una bengala que al impactar uno de sus ojos, le hizo volver a la oscuridad del océano.

Al llegar a la superficie, mi padre y su equipo me sacaron del agua junto al objetivo, encendieron motores y de inmediato nos fuimos de ahí, mientras me recuperaba pude ver como todos me miraban consternados, pero no por mi estado, sino porque estaba ahí, entonces lo entendí, ellos sabían de aquella cosa desde el principio; “eso”, es la razón por la que exploramos los confines del espacio y nos olvidamos de las profundidades del mar, después de descubrir lo que se encuentra allá abajo, comenzamos a buscar una ruta de escape. 

 

® Ronnie Camacho Barrón

martes, 21 de diciembre de 2021

domingo, 19 de diciembre de 2021

''Obsesión'' ®Jesús Antonio Gutiérrez Rodríguez


Pachito, en días pasados, había obtenido fortuitas y migajas ganancias con chances de una y dos cifras, cuyos valores recibidos, solo le servían para seguir jugando, no le alcanzaban ni siquiera para librar un tris el dinero gastado, pero a pesar de este impuesto económico, mental, personal, acostumbrado, seguía en la brega. Soñaba algún día ganarse el premio gordo, en contraste con su cuerpo flacucho, especialmente la lotería, aunque no compraba ni siquiera un quinto, pero decidió hacerlo diariamente, fervoroso por su ansiedad.

     Los amigos y la jovencita de cabello de trenzas, rostro coqueto, lo animaban, y ella le empezó a vender, no una fracción sino el billete entero; no dejó de hacer chance por la costumbre de tantos años, pues sería unos pesos de más, reforzaba la compra diciendo:

     —“Por eso es que los ricos ganan y amasan dinero a pesar del que tienen, porque no aspiran a poquito sino a lo grande, no importa el dinero que gasten, pues ellos lo tienen de sobra, uno si tiene que hacer sacrificios, pero vale la pena seguirle sus huellas, aunque sea a gatas”.

     Para que este intento de la lotería se sincronizara bien, pensó en fechas de defunciones familiares, copia de los mismos números que hacía con los chances. Canceló dígitos antiguos, direcciones de casas, placas de carros, teléfonos, números de cédulas, guarismos que llegaban a su materia gris sin avisarle, también lo que la vendedora le aconsejara o que escuchaba de labios de otros o el horóscopo le dijera, a veces copiaba el número a alguno que estuviera haciendo, como si estos personajes tuvieran la suerte suya e incluso, en el caso de la vendedora, no tenía necesidad de buscarla, pues ella se separaba un ratico de su escritorio de la suerte, visitaba su dominio hogareño, le tocaba la puerta, o lo visitaba en el café donde platicaba unas veces con sus monólogos analíticos numéricos o tomándose un tinto oscurito, echando labia a todo dar, envuelto en humos de cigarrillos, con un amigo o amigos que se reunían en ese sitio al final de los atardeceres, a veces iba donde un señor obeso, barba blanca, tupida, le caía hasta el coto, sonriente, que mantenía sentado  en un taburete rústico a la entrada de su negocio, vestido folclóricamente, parecido al dueño de algún  oráculo criollo, esperando que llegara algún cliente.

     Su oficio era adivinar los números ganadores, y por ahí derecho, si le daban papaya, pues recetaba remedios para curar males que la medicina no podía aliviar, también traía cariños que se habían ido con otros, y les encimaba gotas de queremes, no importando que el odio fuera un sentimiento crónico hasta la médula de su existencia.

     Bueno, lo insólito de este personaje es que vivía en un cuarto mísero pero limpio, regado por maticas de jazmines en sus cuatro puntos cardinales. No sé sabe si para aromatizar la suerte, la miseria o el artificio.

     La pobreza nunca la había solucionado con su propio oficio que era muy propicia para hacerlo; además, según algunas lenguas errantes, jamás se le había pasado por su mente hacer un chance, menos adquirir un quinto de lotería, aunque fuera disfrazado o falso, pero algunos de nosotros sabemos que en el fondo, esos papelitos de ilusiones, en un buen porcentaje, hace rato se extraviaron de la famosa cajita mítica.

     Dos personajes que siempre lo acompañan, rostros de acólitos de sus pronósticos, le salían al paso a comentarios mal intencionados de algunos clientes rabiosos por no acertar los números recomendados, y que atentaban contra el buen nombre del negocio.

     Aclaraban a través de adulaciones, los sinceros y siempre ricos servicios de su patrón, diciendo:  Él era un agorero bueno y caritativo, no se preocupaba tanto por el bienestar personal, ni el de su familia, sino por el de los demás. Y si se dedicara a predecir su propia suerte, pues les quitaba las ganas de ganar dinero a un noventa y cinco por ciento de sus apostadores.

     Esa era su misión, suministrar la suerte a los demás. Su condición de vida y manera de pensar, era un claro ejemplo para que la persona alcanzara lo que quería, poco a poco. Esta apreciación la aderezaba con sueños indicadores de riqueza. Además, estos agasajos verbales también eran recreados con paradigmas llamativos de recortes de entrevistas, reportajes, testimonios, crónicas, fotografías y letreros grandes de hechos inusuales de muchos usuarios obsesivos de la suerte. En cuanto a su propia publicidad, vaya a saber si había pagado a alguna litografía por sus impresiones o tenía su propia editorial casera.

     En algunos de ellos se narraba el caso insólito de un pescador artesanal que vio cerca de su barca, emerger majestuoso un tiburón, mostrando sus afilados dientes, y tuvo la lucidez por encima la sorpresa pavorosa, de observar cuatro números inscritos en una de sus aletas, soltó la chiva en la playa, esta se esparció en toda la región, miles de personas jugaron, y fue tantos los ganadores, que casi quiebran la casa de apuestas. Los apostadores crónicos decían que era un milagro, y todavía no se sabe de qué santo. Alguien malicioso pensaba:

     —“Vaya, que forma de ayudar al negocio, ¿no?”. 

     Estos cuadritos bastaban para convencer. Volvían de nuevo los clientes a consultar sus futuros, bañados en tapujos alentadores en cascadas de billetes. Y especialmente a nuestro personaje.

     Después de todos estos vericuetos ilusionados, que eran las cotidianas arepitas con queso, al amanecer siguiente buscaba el resultado en boca de un vecino o amigo, la radio, televisión o el periódico matutino, o cuando lo cogía un poquitín la mañana, iba donde su vendedora preferida, le preguntaba con expectativa su número ganador, el dato era el mismo de siempre, nada de las cifras ganadores de su preferencia, ni siquiera terminales.

     La vendedora le decía haciéndole ojitos, sobándole un ratito el hombro o una migaja de su espalda o acariciándole una mano, para que no perdiera el ánimo de meterse la mano a la popelina:

     “Pachito, hay que tener paciencia, ser muy positivo, hoy no pero mañana sí, míreme la espalda que está hecha para la suerte, se la he dado a muchos, no para toquecitos de manos morbosas”

     Y volteaba a mirar un cliente que estaba a su lado haciendo su respectivo chance o simulaba hacerlo, parecía más bien un compañero de barajas. Él decía que sí con el oportuno visaje de sus labios. La chancera la adulación la refrendaba:

     —“Qué chance y lotería vas a hacer hoy, Pachito. Acordate que si ganas, lo hacés bien redondito, doble, pues ya te vendí el billete de lotería”.

     Y Pachito por aquí y Pachito por allá con ojitos y sonrisitas. Él le devolvía la sonreía, respondía:

     —“Gracias, muchacha, hay que tener fe y paciencia, sé que algún día acariciaré ese premio jugoso porque para eso juego, el que no juega pues no tiene derecho a ganar.”

     Otra cosa, no tenía necesidad de buscar con afán sus dígitos, se lo tenían separado con mucha anticipación, hasta repintados con tinta china. Un amigo con visajes chistosos le decía:

     —“Fresco, amigo, los números te los tienen guardados desde la creación de la suerte, perdón, de la creación no sino del recordatorio porque la suerte es algo que nace con nosotros, jiji...”

     Él también pelaba los dientes

     Este nuevo itinerario por los caminos de la fortuna a gran escala, que no dejaba que alguno de su familia le preguntara porque decía que era salar la suerte, de ahí que el día que se ganara algo, ellos ni cuenta se darían. Lo inició, repetidamente, con la fecha de fallecimiento de su padre que hacía años había ocurrido. En memoria de él, con mucha esperanza, compró el billete completico, pero pasaron los años, su padre nunca le dio la mano, parecía que todavía estaba muy ocupado acabando de cuadrar sus cachivaches en algún espacio desconocido, luego vino la muerte de su abuela, menos con ella porque en vida, fuera de echar cantaleta a toda la estirpe, especialmente a él, era enemiga tenaz de estos eventos de azar, siempre le recalcaba:

     —“Estas vainas son trucos muy diplomáticas y burocráticas, si algunos ganaban eran puros consuelos de zonzos para que los apostadores se dieran cuenta que la empresa si repartía premios a diestra y siniestra, de esta forma engatusaban a todos los apostadores para que siguieran jugando, pero a la hora del té, los ganadores son otros, usted sabe cuáles, ¿no? Estos jueguitos casi me convencen en mis años de adolescencia porque la técnica era manual, ahora con el adelanto de la tecnología, ni hablar, pues las máquinas no caminan solas, las programan las manos humanas, y mira que las balotas son seductoras porque se mueven como los ombliguitos de las bailarinas árabes, mientras que los apostadores se cogen las orejas, se comen las uñas esperando que ellas den los números ganadores, ¡y qué obra de teatro!, ¿no? Y te encimo algo más, aparentemente el jueguito de lotería en mis años mozos, pudo ser más convincente que el de hoy, por las razones que he dicho, bueno no te sigo más con el sermón, poné cuidado lo que te digo, porque yo no te voy a durar mucho tiempo, mijo”.

     —“Vaya, vaya, abuela bella, usted si tiene bastante imaginación, ¿no?, lo suyo es algo parecido a la alfombra voladora del cuento”.

     Ella ahí mismo le respondía sin titubeos:

     —“Vea, mijo, nada de esa vaina  y sí de veracidad, pues la vida me lo ha enseñado, para que me sirven estas  arrugas que tengo,  no son teñidas, y deja de ser Cándido María porque me muero yo y todos los mortales, y vos te quedarás solo en este mundo apostando, ten la seguridad  que no te ganás ni un terminal de un quinto, mejor gastate ese plata en un litro de leche con un  par de cucas, y verás que fortalecés tu cuerpo, también endulzarás tu espíritu, no importa que los triglicéridos o amibas se te suban a la cabeza o si estas de malas, te vuelvas diabético.”

     Pachito decía que sí, sonreía, agachaba la cabeza, pero no había cantaleta que le valiera.

     Los años fueron caminando en su cuerpo y en su alma, pero sus ansias de ganarse la lotería seguían primaverales.

     De su familia quedaban pocos. Iba y visitaba sus cárcavas, les rogaba que se acordaran de él, así como los veneraba rezándoles, pagándoles misas y llevándoles rosas y claveles. Parecía que ellos no le ponían cuidado a sus peticiones. A rato se le venía a su materia gris la cantaleta de su abuelo. Pero al ratico olvidaba, pensando:

     —“Fue pura fantasía embolatadora. Ella me decía eso para que yo invirtiera el dinero en otra cosa, pero bueno hay que ser muy positivo, y a partir de aquí en adelante no dejar pasar un día, la suerte es impredecible, es un hechizo, ambiciosa, también hay que acosarla pacientemente, serle fiel…”

     Por primera vez pensó que había sido un gran error su estrategia de usar fechas envueltas en losas, claveles y lirios blancos, pensó cambiarlas por las fechas de nacimiento. Esta idea para ahora si era un renacer de su sueño. Se prometió darle cuerda a esa vitrola de la suerte a partir del día siguiente.

     Una mañana de rutina, fue al sitio favorito a comprar el respectivo billete de lotería y a hacer el respectivo chance, no con la vendedora que lo había atendido durante muchos años sino con una de sus tantas herederas.

     Sorpresivamente cambio sus números favoritos, solicitó la fecha del día de hoy, sumó los números, de ahí saco la serie. La muchacha le dijo que no lo tenía, que fuera al expendio del centro. Allí tendría a su disposición todos los números que quisiera. Cosa especial, también se le olvidó hacer el chance con este sorpresivo número, tampoco la vendedora le refresco la apuesta, ella que le rogaba mil veces que lo hiciera.

     Caminó muchas horas por el centro de la ciudad, charló con sus amigos de siempre mientras hacía fuerza viendo rodar las bolas de billar, un interludio breve por la fuerza que hacía por ganar los premios de la suerte, luego se dirigió al expendio mayoritario de venta de loterías, pero antes de llegar sintió un leve dolor en el pecho como introito de falta de aire, lo calmó acariciándolo con su mano, respirando profundamente varias veces.

     Canceló por ese instante la compra del billete.  Regresó a casa, en el bus, sentado en el puesto de los músicos, pensaba:

     —“Dentro de un ratico vuelvo y lo compró, el corazón me avisó con un dolorcillo que tendré una buena noticia”.

     Parte de la tarde la pasó relajado, sentado en el sofá de la sala, escuchó la melodía salsera Pena me da, cantada por Henry Fiol, le llamó la atención el verso:

     Espera que salga, tu numerito

     Apenas terminó la canción, repitió el verso varias veces cambiando la letra a su estilo:

     —“Mañana saldrá mi numerito y eso será bendito”.

     Minutos después platicó con su hermana por varios minutos. Los otros dos hermanos y sobrino no habían llegado. Vio televisión hasta las diez de la noche. Estos interludios, cierto cansancio agobiante le hicieron olvidar por completo su encargo de la suerte. Además, era demasiado tarde, el comercio en general estaría cerrado. Se acostó a las once de la noche pensando con nostalgia la falla de su omisión, pero con el ánimo de que mañana continuaría la rutina de lucha de su objetivo. Después de las doce se durmió. En el trascurrir de las horas oníricas, saltó la cuerda varias veces de alegría al darse cuenta que por fin había salido sus números, por los que tanto se había obsesionado. Luego todo borroso. Se despertó inquieto, gritando varias veces en sus adentros:

     —“Sueño del carajo!”

     Se bañó, se vistió avivadamente. Fue a la oficina donde acostumbraba a jugar su suerte. Le preguntó a la niña que atendía en esa mañana, cual había sido el número ganador de la lotería, el mismo para el chance ya que este lo jugaba con las cifras de la lotería. Su sorpresa fue elevada al cuadrado cuando la niña, escuetamente, le respondió:

     —“Estas fueron los cuatros cifras ganadoras y la serie en la lotería”.

     —“Vaya, que bonito número”, exclamó mirándolos y arrugando su semblante.

     La niña arrugó el chicoleo:

     —“Oiga amigo, Pachito, quiere adquirir la lotería y le hago el chance. Hoy puede ser su premio”.

     —“Sí, sí, hágame los dígitos ganadores en la noche anterior en el chance y si tiene los mismos en la lotería B, me los vende”.

     —“Sí, por coincidencia, tengo dos quintos, vaya, son las mismas cifras ganadores de anoche y con la misma serie, y dígame, los cogió usted, si es así, pues lo felicito”.

     —“No”, mintió referente a los números que no había hecho, aunque no lo dijo de boca, y añadió con nostalgia: “Es que tengo la manía de repetir los números ganadores de la noche anterior, de pronto repiten”.

     —“Vaya, que hobby raro, pero bueno, pueda que tenga suerte. Cosas se han visto en esta vida, y sobre todo referente a la suerte”.

     —Sí”, respondió sin mucho ánimo.

     Se fue rascándose la cocorota, haciendo visajes de madrazos silenciosos en sus labios, breves lágrimas bajaron por sus mejillas, sus zapatos aplanaban aún más el asfalto, recriminándose su paupérrima suerte.

     En ese caminar atolondrado, tensionado, ojos de transeúntes que brevemente se detenían en su figura, pero seguían su camino, se dijo varias veces, jurando:

     —“No volveré a hacer chance, menos comprar lotería, nada de juegos de azar, mi bolsillo no engordará más sus capitales, mientras el mío se desgasta en forma material y espiritual, ya me he dado cuenta que la suerte no va conmigo”.

     Pero era más el pegante por sus numeritos que olvidó su tozuda pero frágil determinación, y siguió comprándolos, siempre aferrado a la esperanza, pero sin conseguir ganarse un centavo, no le importó que un amigo le dijera:

     —“Los juegos de azar eran una quimera, se mercantilizan para hacer fortuna, no para que la persona la ganen, la lotería es un gravamen para los ignaros o es que estás comprando la ilusión, en vano también los trucos y nigromancias, la suerte no se compra con estas astucias”.

     Pero para pachito era un espacio abierto a la oportunidad, y a pesar de oídos sordos y su comportamiento “insensato”, no lo detuvo ni siquiera la estación de los cabellos blancos, apoyados por el báculo.

     La suerte no estaba con él (“no tenés buena espalda”, le decía un amigo); los números que jugaba era un sueño no más, pero él, testaduro, seguía jugando y esperando...

 

®Jesús Antonio Gutiérrez Rodríguez

 

Palabras de uso coloquial

 

Dar papaya:  dar oportunidad, descuidarse, distraerse.

Popelinas: Tela con que se hacen los bolsillos de los pantalones.

Cándido María: persona ingenua, inocente.