viernes, 31 de diciembre de 2021

''Tercer Turno'' ®Baltazar Cordero


 A dos semanas de declarada la pandemia, el hospital general de la ciudad fronteriza seguía acumulando cadáveres en el tráiler congelador traído ex profeso de la unión americana, como un donativo de los grupos altruistas de la vecina comunidad estadounidense.

Frente al nosocomio local, las instalaciones de la Cruz roja lucían vacías, nadie quería aproximarse al lugar pues los contagios aumentaban exponencialmente día a día.

Ahí los están matando- murmuraba la gente, los pacientes en estado crítico llegaban con síntomas muy graves y a las pocas horas morían. El personal médico del lugar aun desconocía mucho sobre el virus de moda que estaba llevando a la tumba a mucha gente en todo el mundo

Las únicas personas que se acercaban al lugar eran los familiares de los enfermos y los integrantes de una iglesia evangélica que acudían a diario con un equipo de sonido a hacer oración a las siete de la noche. Fuera de ese horario la oscuridad y soledad del rumbo era total.

 Esa noche y desde hacía unos días, en su turno nocturno, los paramédicos y voluntarios se despertaron asustados de nueva cuenta, la sirena de las ambulancias se había activado sin motivo aparente, alguien les jugaba una broma o algún contacto eléctrico de la unidad estaba mal, ya habían llevado al técnico y no había encontrado nada anormal.

Pero esta era la decima vez que se prendía el sistema en medio de la madrugada, casi no había reportes de casos de emergencia, los únicos eran los enfermos de Covid, a algunos que no aguantaban a llegar el arribo de la ambulancia, se declaraban sin vida y no los levantaban, eso correspondía a las funerarias.

-Han de ser los fantasmas de los muertitos del tráiler del hospital, como ya no caben ahí han de estar encabronados para que los saquen a un lugar mas cómodo- comentaban en son de broma.

-Yo creo que si- decía otro,- esta tarde creo se les descompuso el tráiler y encerrados ahí han de tener un chingo de calor.

Así, entre bromas macabras y comentarios de humor negro y tras de revisar de nueva cuenta el estado de las sirenas de las ambulancias, los empleados de la cruz roja voltearon a ver a  la entrada de la instalación, una anciana vestida totalmente de negro tocaba a  la puerta, arrastrando un andador solicitaba ayuda para que le aplicaran una inyección.

Les pareció extraño que no la vieron bajar de ningún auto, seguramente venia caminando, pero eran ya las dos de la madrugada.

Sebastián, uno de los integrantes de esa guardia y quien casualmente vivía a dos calles de la Cruz Roja, le abrió a la mujer y la paso al interior, la enfermera de turno dormía a sus anchas en el consultorio trasero del edificio.

¿Que necesita señora?

-Solamente una inyección-.

-Espéreme tantito, voy por la enfermera-.

Mientras eso sucedía, los paramédicos seguían comentando en voz alta el detalle de la sirena, comentaban que el fantasma del Covid rondaba por el lugar, pues no los dejaba dormir despertándolos con la sirena por la madrugada.

-Vamos a tener que hacernos una limpia si queremos dormir-, decía Laura, estamos bien salados. ¿O alguien conoce una bruja?

-Yo no-, -yo tampoco-  decían a tono de broma.

-A ver pásele señora, yo se la aplico dijo Sebastián, no sé dónde anda la enfermera-. Acto seguido, tomo la jeringa, el alcohol y el medicamento y una gasa de algodón y le termino el servicio.

-Listo abuela- es todo

-Tienes mejor mano que muchas enfermeras hijo, gracias-

-A usted señora, estamos para servirle-

Se despidió la mujer, pero antes de abrir la puerta de salida les extendió una tarjetita

-Oí que tienen problemas, ahí si necesitan de una bruja, esto los puede ayudar-

El personal de la institución   se quedó viendo, unos a otros mientras la mujer salía del lugar.

- ¿Con quién venía la viejita? - preguntó uno de ellos

-No sé, yo la vi sola-

-Vamos a ver-  y salieron corriendo al exterior.

Nadie se veía a la vista. ¡Ah cabron!, ¿pa’ donde se fue?

Pero no veían nada

Fue entonces que pusieron atención al texto de la tarjeta

“Servicios gratuitos de limpia y hechizos, todos los días 11 a 12 pm. Rancho la Escondida Km, 5 carretera a la playa. La luz roja te va a guiar”

Un rato mas volvieron a dormir y olvidaron el incidente

Días después, al inicio del turno, el teléfono de la Cruz roja sonó para solicitar auxilio para un atropellado por la carretera a la playa

Prendieron la ambulancia y enfilaron por la carretera, al kilometro 5. Al llegar no encontraron a nadie, solamente una luz roja brillante a la orilla de la carretera proveniente de una casita de madera en medio de una gran parcela era lo que vislumbraban.

Estacionaron la unidad y tocaron a la puerta, salió una mujer, la misma que días antes los había visitado en el lugar de trabajo.

-Paséenle muchachos, los estaba esperando-

-Pero usted llamo por una emergencia, vinimos por un atropellado-

-, No hay ningún atropellado, solamente quería agradecerles el favor el día que los visité en la Cruz Roja, oí que tienen problema con su ambulancia y puedo quitarles ese pendiente,

-No se espanten, se que tal vez no creen en estas cosas, pero ya están aquí, pásenle-

Dudaron en entrar, temerosos, pero la mujer les insistió y los invito a pasar al patio trasero de la casa, apenas iluminado por la gran luna de octubre.

-Formen un círculo alrededor de este ramo de albahaca- les dijo

El mencionado ramo era enorme y estaba encerrado en un circulo de velas negras encendida para iluminar más el espacio.

Se sentaron, incrédulos aun, alrededor del sitio y guardaron silencio mirándose los unos a los otros

- ¿Quieren saber por qué se prende en la noche su ambulancia y no los deja dormir?, ahorita lo vamos a saber

La bruja empezó a cantar en idiomas que los chicos no reconocían, no era inglés, ni latín. ni ninguna lengua nativa de los antiguos mexicanos. Simplemente era un juego de palabras. Veían a la mujer que cantaba y a veces a gritos de repente parecía convulsionar, pero seguía rezando o murmurando.

Sebastián miraba y no perdía detalle de los gestos de la anciana y a pesar de la escasa iluminación, veía que los ojos se le ponían blancos y de pronto le brillaban con una luz amarilla, con la intensidad de un rayo láser.

Cuando termino de hablar en su extraño lenguaje, su expresión ya estaba normal.

- ¿Quieren saber quién les causo esa molestia?, no pierdan de vista el ramo de albahaca, pongan mucha atención y no se me distraigan

Dirigió las manos al centro de la circulo con los dedos extendidos y murmuro algo terminando en un grito

Uff…Uffff…….Agggghhhhhhhhhhhhh……

Acto seguido, del centro del circulo de la hierba, las luces de las velas se apagaron y empezó a sentirse un viento helado en todo el ambiente, los muchachos quisieron levantarse pues empezó a molestarles la baja temperatura del lugar, pero sintieron como que no podían hacerlo, algo los jalaba a  lugar donde estaban sentados y no podían voltear siquiera, una fuerza extraña  los obligaba a fijar la mirada al centro.

De súbito, una gran llamarada emergió del centro del circulo y de la tierra empezaron a salir enormes lenguas de fuego, como una gran fogata de dos metros de alto, encima de las cuales empezaron a desfilar girando, imágenes como en una película de rayo láser.

La escena como de película, que apareció con toda claridad para los para-médicos, era   una ambulancia levantando el cuerpo de un enfermo de su cama, pero antes de introducirlo al vehículo, lo volvieron a regresar al interior de la casa.

-No se puede hacer nada, ya no tiene signos vitales-, explicaban al familiar que los había llamado,

- No puede ser-

Lo sentimos mucho señora-

-Pero tienen que llevárselo no puede ser, esa es su chamba-

-Señora, ya no tiene vida-

-No es cierto, no puede ser, malditos, huevones, hijos de la chingada, no me lo pueden dejar aquí- empezó a gritar la mujer fuera de sí y más desesperadamente.

-Lo sentimos señora, tiene que llamar a la funeraria-

De súbito, la imagen sobre las llamas desapareció, el fuego se apagó y las velas volvieron a encender, al mismo tiempo que la temperatura ambiente volvía a la normalidad.

-Ya está listo muchachos, van a poder descansar a gusto en el turno de noche, ya nadie los va a molestar-.

Los chicos se pusieron de pie sin hablar, aun no creían lo que habían presenciado.

-Ya me acorde- dijo Sebastián, - es la señora de la colonia independencia que se puso bien loca, pero el viejito ya no respiraba, ni modo de llevárnoslo así. -

Subieron a la ambulancia y se dirigieron a la ciudad a continuar su turno normal

Al llegar y aun impresionado por lo ocurrido en la carretera a la playa y sin poder dormir, Sebastián se preparó un café, cruzo la calle para platicar con el guardia del Hospital General.

A media charla con el vigilante, arribo un vehículo al nosocomio, y mientras el guardia abría la puerta para darle acceso, Sebastián observaba.

Del auto bajaron a una mujer, con el mismo rostro que el para-médico acababa de ver en la escena sobre la fogata en la casa de la Bruja.

Apenas podía respirar, cargada por sus familiares, abría y cerraba los ojos mientras la respiración le faltaba, y en uno de esos movimientos, volteo a ver fijamente a Sebastián que estaba de pie a un lado de la puerta del hospital.

El para-médico sintió un escalofrío mientras le miraba la enferma.

Por un instante los ojos de la fémina adquirieron el color amarillo intenso de rayo láser, tal cual había visto horas antes con la bruja de la carretera.

Y con la vista clavada en el para-médico, dejo de existir.

-Creo que ya no la hizo, comento el guardia a sus familiares, vamos a esperar que venga el enfermero, porque en lugar de la sala, creo la llevaremos al tráiler congelador-.

Sebastián se despidió del guardia y cruzo la calle de nuevo, quería platicarles a sus compañeros el incidente, pero estos ya dormían a pierna suelta en la sala de espera de la cruz roja.

Esa noche ya no hubo más llamados de emergencia, y la ambulancia permaneció muda el resto del turno.

Casi amanecía cuando Sebastián despertó, sus compañeros iban a doblar turno y se quedarían de corrido en el lugar.

El hombre tomo su mochila y salió de la instalación, empezó a caminar rumbo a su domicilio, la actividad al interior del hospital seguía como de costumbre, volteo a ver a lo lejos dentro del sitio, la unidad móvil de refrigeración donde se acumulaban los cadáveres victimas del virus mortal. Entonces le pareció volver a ver en las puertas del tráiler, dos puntos muy luminosos, amarillos con la intensidad de rayo láser, que parpadeaban insistentemente, como tratando de llamar su atención.

 

®Baltazar Cordero

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