martes, 20 de abril de 2021

''Mujer busca trabajo'' ® Alejandra Pineda Mata


 Tres de la tarde. Aunque me puse gafas oscuras y camiseta de manga larga a sabiendas de la temporada, aun así, el sol no dejaba de calarme. Apresurada tomé la orilla de los árboles para sentir un poco de sombra, de aire y como si fuera la primera paisana que hubiese visto pasar, una mujer me pregunta si por ahí pasaba el camión que nos sacaba del parque, fábricas, fábricas nos rodeaban.

Al voltear y verla toda acurrucada en una piedra bajo uno de los eucaliptos, supuse que estaba cansada, la vi de edad madura, entre sus cabellos canas, y la invité a caminar.

-Aquí no espere el camión, ya vendrá lleno. Mejor caminemos hacia allá, más adelante hay otra sombra.

Y así, una con su lonchera con trastes vacíos y la otra con un bulto de tacos sin comer (bueno, eso imaginé que traía dentro de una bolsa y aluminio), caminamos las dos, como si fuéramos compañeras del diario.

Me decía:

-Es que tengo que tomar el camión que va a la Central, ya me aceptaron, voy a dejar la papelería.

-Ah ya pasó los exámenes, qué bueno, ya va a lo seguro.

Y le hice más preguntas, para ponerme al día, para saber cómo era encontrar trabajo doce años después de cuando yo lo buscaba, como ella, yendo en las madrugadas a sindicatos, yendo a entrevistas y pruebas donde no me llamaban nunca, y lo que seguía tan actual, el maltrato y las malas caras, como si fuese un acto de limosna pedir trabajo.

Se soltó mi ¨nueva compañera¨, y para luego, ya me dijo su rutina de las últimas tardes desde hace tres meses, que llegando asoleada (y a veces en ayuno) de sus diarios intentos, había que llegar a hacerle de comer a los nietos. Sus horas eran intermitentes para el sueño vespertino, donde su descendiente más pequeño, se divertía no dejándola cerrar sus ojos argumentando que todavía tenía hambre.

Pero sus ojos, los ojos color café oscuro, de esta mujer morena, esos no estaban cansados, más bien estaban ilusionados, brillosos como cuando te enamoras, hasta parecía que hablaba de su nueva sala como cuando te casas. Esa esperanza se volvió contagio.

Y a vuelta de rueda se acercaba el transporte urbano, mi intención de haberla hecho caminar más al oeste era que pudiese ganar espacio, un asiento, descanso para su arrugado cuerpo.

Subió ella primero y tuvo un noble gesto: pagarme el pasaje con sus pocos pesos.

Sentadas, y cada una dispuesta a dormirse, aprovechando el arrullo del asfalto, le dije:

-Y a todo esto, ¿para cuál puesto va a dejar sus papeles?

Y con una motivación que nunca entendí de dónde el brote, declaró:

-Voy para moza, de conserje.

Justo el trabajo del menosprecio.

Pero para ella, su reciente felicidad.

 

® Alejandra Pineda Mata

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