sábado, 5 de septiembre de 2020

Mala Suerte ® Anthony Fidelinho Rosas Santos


Hace frio, el viento sopla huraño en la inhóspita noche, el cielo alumbra brillos cadenciosos, luces que se prenden y apagan, unos refulgen más que otros; el astro vespertino hoy salió temprano y reluce las calles olvidadas por el pueblo.

El péndulo bordea las 7 de la noche, andamos tú y yo en silencio, por las aceras perdidas, aún es temprano para irnos, el clima gélido me escarapela el cuerpo, mas aun soy consciente lo que quiero, pienso en todo y en nada; esto no es frecuente que solemos hacer cada que nos vemos. Te noto molesta, algo te intriga y no me quieres contar.

Te pido que caminemos un rato más, haces un gesto de negación con la cabeza, emites un NO dubitativo, sigo notando tu intriga, a pesar de ello intento convencerte; sin embargo, solo pides irte y aceleras tus pasos. El anochecer se torna más gélido aún.

Caminamos hasta el paradero de taxis más cercano, al llegar consulto el pasaje y le comunico si te puede dejar en tu destino, el conductor asevera y solicita el pago adelantado, luego del acuerdo subes a la movilidad y nos despedimos, al partir mencionas que me llamarás al llegar a tu casa y me contarás todo lo sucedido; anoto la placa del auto mientras acelera.

El viento sopla con ira su frustración, abofetea los rostros descubiertos y apura los pasos de los transeúntes, el retorno a casa es lluvioso, pienso en esto; llueve, se marchitan esperanzas, un largo silencio me separa de ti. No hay cuando llegar, el trayecto es aún más largo de lo que sé que es, el chaparrón me moja, ¡no importa!, solo importas tú; el tiempo no espera, pasa rápido.

Miro el cielo, me moja el rostro, regreso con prisa como buscando una respuesta; estoy confundido, miro mi reloj, con recelo y temor; estoy preocupado debo apurar mis pasos, ya casi son las 10.

-    Ya debe haber llegado a su casa -enuncio- en voz alta; antes haré unas cuantas llamadas para luego llamarle, -complemento-.

-    Estoy cabezón con la preparación del proyecto para la feria de ciencias, encima tengo que hacer mis unidades y todo para mañana, el director no quiere dar más tiempo, es medio cojudo.

-   Sí, ¡¡qué cólera !!, esto nos está estresando -menciono con preocupación.

Mientras hablábamos otra llamada ingresaba al celular, no pude contestar.

-    Le llamé a Raúl, para que nos dé plazo, pero no quiso, -continuó Rau-, ya fue, para mañana lo terminaré como sea. – entre bromas culminó la frase. Bueno chau, te llamo temprano cuando ya estoy en el carro.

-   Ojalá logres culminar tus trabajos, Calichín.

Me quedé preocupado.

Nuevamente, ingresó otra llamada insistente, ese número no lo tenía registrado en mis contactos.

-    ¡Aló, buenas noches!, -dije en tono preocupado.

-   Hola amigo, buenas noches; ya no quieres contestar mis llamadas -se oyó desde el otro lado del auricular-

-    Pero, ¿con quién hablo? -añadí intrigado-. Antes que pueda seguir articulando otras palabras, interrumpió.

-    Soy, Helder Andrade, -mencionó con incomodidad-, el del teatro.

Mi estimado ¿para cuándo estará la paga que se me debe?, ser jurado no es fácil, implica sacrificio y …

-    Doctor, no te preocupes; mañana consultaré con mi director, y le haré llegar tus saludos -le dije sarcásticamente al cortar su monólogo-.

-  Compañero, necesito urgente; estos días viajaré a Oxapampa, estoy de capacitador de un taller -prosiguió con su monólogo-, este pago me servirá para refrescar la garganta con unas cuantas chelas y todo a tu nombre.

Luego soltó unas sonoras carcajadas, que retumbó el bus donde me encontraba viajando.

-    Por favor; me lo saludas a tu director y le dices que la deuda me lo deposite a mi cuenta -añadió al despedirse.

Al llegar a mi destino, un clima cambiante me recibía, presentándose con truenos misteriosos, uno de estos revienta muy cerca de mí, me asusta. Apuro mis pasos, para llegar a casa. Eso no impide que me moje la ropa, por la incesante lluvia que caía.

Una cuadra antes de llegar, unos perros bravos me cierran el paso impidiéndome avanzar, se les nota furiosos, los ladridos despiertan a otros canes vecinos, vienen a mi encuentro; pienso en algo, decido correr, es en vano; en la esquina cual vándalos, otro grupo me esperaba con los dientes filudos y con las miradas saltantes.

-    ¡¡Qué mala suerte!! -pienso en voz alta, mientras intento espantar a los galgos rabiosos-.

Avanzo lento para distraerlos, mi estrategia no resulta, termino siendo víctima de la ira de uno de estos, se abalanzó sobre mí destrozándome la ropa y mordisqueándome por doquier. Ya estuve resignado.

Una camioneta que pasaba rauda por la carretera antigua, distrajo a los canes que corrieron para alcanzarlo.  Aprovecho avanzar con sigilo, doblo la esquina y nuevamente me los encuentro, volvían a trote y jadeantes; eso me sirve para vengarme, intento cerrarles el paso para atacarlos, pero resbalo en el barro. Los perros asustados corren lanzando amenazas.

Entro a mi casa; intento encender el interruptor de la luz, pero como tengo la ropa mojada la corriente me sacude el cuerpo por unos segundos, saco las manos inmediatamente aún con temblores en el cuerpo. Pese a eso, intento no pensar en nada. Me cambio la ropa con rapidez y consecutivamente decido llamarte, el celular timbra, no contestas.

-    Si desea deje su mensaje en la casilla de voz, después de la señal -intercepta la operadora.

No deseo dejar un mensaje de voz, corto la llamada y reintento otra llamada; tu celular sigue timbrando y la operadora insistiéndome en dejar un mensaje de voz, insisto una y otra vez, obtengo solo la respuesta incómoda de la operadora.

Pienso que ya no contestarás en lo que queda de la húmeda noche, ya no insisto; esto me fastidia e incomoda.

Me equivoco; después de mucha lluvia, me devuelves la llamada en medio de la obscuridad confusa, te disculpas y me cuentas que saliste dejando el celular cargando.

Soy directo y sin rodeos. Te pregunto.

-    ¿Qué te pasa?, ¿Algo te intriga?

-    Discúlpame por hacerte pasar un mal día. Tuve un sueño extraño y en él pasaban muchas cosas insólitas, -continuas con una advertencia-, estás en peligro.

Intento entenderte, sin embargo, no te creo sobre lo que me cuentas.

-    ¡Cuídate!, es cierto -insistes-, no me contradigas.

Pese a tus razones, soy irónico, pero acepto afín de no enfadarte.

Me recuerdas cada sueño que tienes y si en este se refleja a alguien conocido o de nuestro entorno, siempre se cumple; me recuerdas fechas y luego me preguntas.

-    ¿Te acuerdas?

-    Umm…, no recuerdo -añado-.

-    El accidente de Wilson, soñé que le iba a pasar algo y te conté -me replicas-, ¡¡no me digas que no te acuerdas!!

También cuando íbamos a trabajar lejos de la ciudad, -sigues recordándome-, incluso te dije que caminaríamos lejos, y que no habría movilidad para salir, ¡¡y al final se cumplió!!

-    Sí lo recuerdo -añado mientras medito, - son situaciones que suceden de casualidad, no hay que darles mucha importancia- culmino mientras recreo mentalmente esos pasajes- Te enfadas.

-    Pienso que no tomas importancia en lo que me pasa, -me gritas muy molesta-.

-    Intento tomarlo con calma-, amor, no es eso. Te seré sincero, creo que mucho te atormentas con tus sueños y más te enfermas pensando en…

-    Pero…

-    Mucho piensas en situaciones incómodas y estresantes, además todo está en la mente y si tú crees que va a suceder, pues sucederá; pero, si no haces caso no sucederá nada.

-   No lo entiendo de esa manera, estoy preocupada, tú sabes que siempre pasa. Pasó con los amigos, como el problema de Ronal, el de Wilson, conmigo, con mi mamá; siempre ocurrió algo.

-    Lo sé, pero eres muy supersticiosa. No debes creer mucho en eso, te generas un problema en la cabeza y daño psicológico, ¡cálmate!

-    No sé, pero lo intentaré, -expresa más tranquila, pero siempre inquieta-.

Luego de esa charla, dejamos pasar al silencio que comenzó con su reinado en un fragmento de cuarto de hora, solo oíanse las respiraciones de uno y otro, y de rato en rato las interferencias de la línea telefónica.

Ese silencio era incómodo. No sabía qué decir, pero tampoco era capaz de dar por concluida la llamada. Se me ocurrió contarte lo que me sucedió antes de llegar a mi casa.

-   Hoy estuve de malas, todo me salió mal desde que llegué -concluí-.

Sin embargo, por el otro lado del intercomunicador no oí nada, ninguna respuesta, ni siquiera una pequeña manifestación de intento de articulación, miro el celular, pero sigue activo tu llamada. Modulo la voz y aumento el volumen a la llamada.

-   ¡¡Aló!!, ¿me estás escuchando? -repetí, varias veces-. Solo oí el sonido algo molesto e incómodo del teléfono celular; la tempestad no cesaba, esta era una de esas noches heladas donde reniegas de todo y esto era un motivo más. Lo que me conllevó a terminar la llamada.

Al instante, recibí un mensaje tuyo.

-  Si no quieres hablar conmigo es mejor que me lo digas y no cuelgues la llamada sin decir nada; me haces sentir muy mal, has cambiado feo conmigo. Chau. -se notó tu enojo-.

Me molestó tu mensaje, pese a ello te llamo dos veces, sin éxito, intento una vez más y respondes molesta; pese a ello, te explico que es un mal entendido y que el inconveniente está en la cobertura de Movistar, pues su señal está muy baja y de rato en rato desaparece y eso hace que entremos en conflicto. Discutimos por unos momentos, intento hacerte entender.

-  Está bien, te entiendo, -me dices-. Bueno ya me dio sueño, ya es de madrugada, intenta dormir; pero, no te olvides lo que te conté, es cierto y tú lo sabes -enfatiza al despedirse-.

La nostálgica noche, fue testigo de la charla nocturna que tuve conmigo mismo y de las preguntas sin respuestas que me formulé. Me costaba creer en las supersticiones que me dijiste, pero de todas maneras tenías razón y siempre que lo soñabas a la larga terminaba por cumplirse, además a eso se sumaba todo lo que me pasó en esa noche, como para no creer.

El invierno se dejaba sentir con más fuerza. Los brazos y las piernas se me inmovilizaron, a la vez el dolor de cabeza que retumbaba con tus palabras, no pude conciliar el sueño durante la noche, mientras el fétido olor que desprenden las rocas se confundía con el malagüero que merodeaba las casas vacías y medio derruidas, por las palas mecánicas de la mina. Lloro de dolor, además las heridas no cicatrizarán rápido, el pueblo también sufre, gime en busca de auxilio…

 

® Anthony Fidelinho Rosas Santos (Cerro de Pasco, Perú)

 

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