domingo, 20 de septiembre de 2020

La respuesta esperada


Solo existe una guerra que es

le puede permitir al ser humano:

la guerra contra su extinción.


Isaac Asimov


Las calles grisáceas de la capital contrastaban con los seres luminosos que deambulaban en ella, el aire en derredor era rancio y una neblina tóxica circundaba como un ánima. Sin embargo, en unos segundos, la pesadumbre mutó en algarabía cuando las alarmas comenzaron a sonar, y ese eco retumbó en el lugar como un centelleo de esperanza.

Las alarmas anunciaban que la nave exploradora, lanzada hace años al espacio, volvía de su temeraria misión con la única e irrefutable respuesta que se le era permitida regresar: hallar un planeta apto para colonizar.

Los habitantes estaban conglomerados en el centro de la capital.

Estallaron los abrazos y el regocijo contagió hasta el último ser del planeta. Al fin serían superadas las actuales tragedias climáticas. La vida, en otros parajes, podría resurgir. Terminaba así una era de suplicio.

La nave descendía lentamente. De pronto, las pantallas se encendieron con imágenes de su descubrimiento. Las miradas ─absortas─ se posaron en ella.

El planeta a colonizar era excelso; un azul deslumbrante era su carta de presentación, vastos páramos, rocas altas que formaban cordilleras, abundante vegetación y radiantess colores que la colmaban.

Los inmerecidos seres que la ocupaban solían llamarle “La Tierra”.

El júbilo se diseminó por cada rincón.

La cuenta regresiva para emigrar a aquel planeta, y extinguir a los que la habitaban, iniciaba.

 

® M. Andrei Velit (Perú)

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