jueves, 24 de septiembre de 2020

El duende de Ale


Cuando la pequeña Ale, descubrió aquel par de ojos que la miraban fijo en medio de la oscuridad, ¡se arrepintió una y mil veces de ser una niña desobediente!

Giro un poco la cabeza, y de reojo vio a su mami, y a su abuelita, sentadas por fuera de la cocina, a unos cuantos metros de donde ella estaba, y platicaban muy a gusto. ¡Quiso gritarles, pedirles ayuda! Pero aquellos ojos que brillaban en medio de la oscuridad la tenían hipnotizada, impidiéndole moverse, o emitir sonido alguno.

Alejandrita, es una niña de cuatro años. Morenita y de ojos vivarachos, simpática y muy muy curiosa. Siempre está interrogando a sus papas acerca del porqué de las cosas, y muy pocas veces queda satisfecha con las respuestas.

Para la pequeña Ale,- como le dicen de cariño sus familiares-,solo hay un lugar que le gusta visitar mucho, ¡la casa de su abuelita Tina!

Ella vive en la periferia de la ciudad, donde posee un amplio terreno, y aquí, Ale se da gusto corriendo e inventando miles de juegos.

Su lugar favorito es al fondo del patio donde crecen todo tipo de árboles que dan muy buena sombra durante el día.

Pero por la noche, este lugar se pone tenebroso. De ahí la recomendación de su abuelita Tina de no aventurarse más allá de la luz que dan los focos, porque las brujas están acechando entre las sombras para llevarse a las niñas que no hacen caso.

Estas advertencias no eran suficientes para la incrédula niña. Ella tenía que comprobar por si misma que las brujas estaban allí, escondidas entre los árboles.

Por ese motivo estaba aquí. Esta noche se armó de valor, y se adentró unos pasos más del límite de la luz, solo para encontrarse de frente con este par de ojos que la miraban fijamente.

Pero... ¡Esto no podría ser una bruja! Pues los ojos brillaban muy cerca del suelo. tenía que ser algo más pequeño...tal vez un... ¡un duende! si, eso es, ¡un pequeño duende¡yyy, ¿será un duende bueno, malo o travieso? ¿Cómo saberlo? Miro otra vez de reojo hacia donde estaban su mami y su abuelita, para pedirles auxilio. Fue en ese instante en que se dio cuenta que el duende se movía. ¡Siii y venia hacia ella! Esto era más de lo que podía aguantar y el terror que sentía, le dio la fuerza suficiente para lanzar un espeluznante grito, aayyyyy, y al momento que ella corría a los brazos de su mamá, el gato que la asusto, pego tremendo

maullido, y se alejó corriendo perdiéndose en la oscuridad de la noche. 

 

® Lázaro Mayorga Ayala

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