La intrusa
La intrusa se quedó escondida en un baño del fondo, hasta que cesaron todos los ruidos del lugar. Buscó entonces la tarjeta, y abrió la puerta de la vitrina de las primeras ediciones.
Encendió una linterna y se paró frente al gran libro que guardaba el secreto de los fundadores, y que tenía los nombres de todos los personajes que participaban en los ritos orgiásticos de fines del siglo XIX.
La intrusa extendió las manos y acarició las letras de los nombres que sobresalían del papel. Cada nombre que tocaba emitía un murmullo, un llamado primitivo y sexual, hasta que de pronto una voz clara dijo:
-¡Atrévete! ¡Escribe tu nombre!
Así lo hizo y las letras comenzaron a convertirse en las personas que sus dedos tocaban y cobraron movimiento y fueron apareciendo en la sala.
Comenzó la orgía, y los libros en los vértices de los estantes se encendían como pequeños fanales. Ante la intrusa, los personajes del libro iban postrándose en agradecimiento.
Así la amaron y la gozaron uno a uno, las mujeres y los hombres.
Antes del amanecer, como era costumbre, tacharon el nombre del más viejo de todos, para que la intrusa pudiera ocupar su lugar.
Y así se hizo. Doña Teresa Saavedra de Moncada, sería esta vez la encargada de volver a cerrar el libro para vivir sus últimos años en el Montevideo del siglo XXI.
® José Luis Machado (Montevideo, Uruguay)
Gracias. Abrazo grande desde Santa Catalina un pequeño pueblo de pescadores casi cayéndose de Montevideo.
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