sábado, 12 de septiembre de 2020

''El cumpleaños'' ® Raúl Martín Valdés


Ricardo era un joven tímido, introvertido, que le costaba relacionarse con los demás. En el colegio, pasaba la mayor parte del tiempo en soledad pero esta mañana, el niño, sintió que todo eso iba a cambiar: era su cumpleaños número diez y, había organizado para la ocasión, una gran fiesta en su casa.

Desde hacía dos semanas, Ricardo, haciendo un esfuerzo sobrehumano, había entregado personalmente, las tarjetas de invitación para su cumpleaños y, para su sorpresa, todos los compañeros de clase, prometieron asistir a la fiesta.

Esa noticia, le trajo mucha felicidad al niño quien, junto a sus padres, seleccionó cuidadosamente, los alimentos que consumirían en la fiesta.

Cuando llegó el día tan esperado, Ricardo, se levantó muy temprano y comenzó a ultimar los  detalles: abundante comida (mucha de la cual ni siquiera le gustaba, pero si le gustaba a sus invitados), una gran torta de chocolate para compartir y, todo el garaje de su casa, adornado con sus héroes favoritos. Allí estaban el sargento Mack, El Viajero del Espacio, Azul Profundo entre otros.

Para no importunar con su presencia, los padres del niño, dejaron a éste solo esperando a los invitados. A las dieciséis en punto, Ricardo se paró junto a la puerta esperando la llegada de los compañeros del colegio. Transcurrieron quince minutos pero nadie se presentó, tampoco llegó nadie, cuando el reloj marcó las dieciséis cuarentaicinco ni cuando el artefacto dio las diecisiete quince.

Sumido en una profunda tristeza, Ricardo, se sentó junto a  una pequeña mesa, poblada de muñecos de sus héroes, esos juguetes que tenía pensado compartir con los niños de la clase.

Con pesar, tomó al Sargento Mack y recordó que desde hacía algunos días, los infantes  del colegio, susurraban a sus espaldas y se reían por lo bajo. Al evocar estos recuerdos, el jovencito, comenzó a llorar abrazado a sus figuras de acción pero, inesperadamente, una voz se oyó a sus espaldas:

-¿Qué sucede soldado? ¿A qué se debe la tristeza?

Ricardo, giro rápidamente su cabeza y, debió restregarse los ojos varias veces para dar crédito a lo que estaba viendo: de pie, como hombres de carne y hueso se hallaban todos sus héroes.

-¡Rápido, no perdamos tiempo! –dijo Azul Profundo, el superhéroe, que regía el mundo submarino.

A toda prisa tomó al niño de un brazo y, en un abrir y cerrar de ojos, se hallaron en las profundidades marinas luchando contra Tripton, una especie de semidiós, que ansiaba dominar el mundo acuático.

Después de una encarnizada batalla, el villano fue derrotado pero Ricardo, en lugar de jactarse de su triunfo le dijo a Tripton:

-Señor, ha presentado una batalla muy digna, ¿le gustaría asistir a mi cumpleaños? Hay mucha comida, refrescos, etc, etc.

El villano se quedó pasmado ante esta declaración y, enseguida, clavó sus ojos en Azul Profundo.

-No me mires a mí, si quieres asistir a la fiesta de mi pequeño amigo terrestre, estoy dispuesto a celebrar una tregua…

-Siendo así, acepto la invitación –respondió el villano poniéndose de pie.

Con el transcurso de la tarde, Ricardo, fue trasladado a cada uno de los entornos de sus héroes: luchó en el espacio contra Abismo, se enfrentó a las implacables tropas de ataque del coronel Cráneo de Metal y, cada uno de estos épicos enfrentamientos, el niño los concluyó, invitando a los villanos a su fiesta. Cuando la tarde estaba finalizando, el garaje, estaba atestado de héroes y villanos, que compartían los alimentos con el niño y, se disputaban su atención. A las 19 horas en punto, el sargento Mack anunció:

-Queridos héroes y villanos, gracias por pactar esta tregua para celebrar un nuevo año del natalicio de Ricardo, hemos pasado unas horas maravillosas pero, es tiempo de regresar a nuestros mundos.

Uno a uno, los personajes saludaron al niño y después, traspasaron la puerta; el sargento Mack fue el último en despedirse, puso una rodilla en tierra y habló:

-Pequeño soldado, recuerda, no importan las adversidades si tenemos el corazón y la imaginación para superarlas.

Después, hizo un saludo al estilo militar y, traspasó el umbral de la puerta. A toda prisa, el niño, acudió a contarle a sus padres, todo lo sucedido esa tarde: la ausencia de los compañeros de clase y la hermosa jornada  que había pasado junto a sus héroes.

La madre, al escuchar el relato, no pudo contener las lágrimas que brotaban de sus ojos; el padre enfurecido, le dijo a su esposa cuando Ricardo se fue a dormir, lleno de alegría:

-Ya mismo, llamaré a los padres de los otros niños y los recriminaré por esta afrenta.

Dicho esto, el hombre se fue al jardín con el teléfono en la mano mientras la madre, se dirigía al garaje:

-¿Qué haré con toda la comida sobrante? –pensó la mujer.

Cuando abrió la puerta para recoger la comida, se encontró con asombro, que en la mesa, solo quedaban migajas  de la misma y, que las figuras de acción de su hijo, habían desaparecido de  la pequeña mesita de juegos.

 

® Raúl Martín Valdés (Córdoba, Argentina)

 



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