martes, 25 de agosto de 2020

Queride Míe


 Tan ávida como imposible,

una fogata a mitad del diluvio.

 

Así te miré desde mi ventana mientras llegabas,

ocultándome entre las cortinas

para que no me delataran los rayos de sol.

 

Llegaste a mi puerta

con tu bandera de glitter

y tus alas de musa.

 

Tu estirpe lejana y curvada,

como las curvas de un destino indomable.

 

Llegaste a mi reino

tentando a los querubines

a cambiar de flechas

y arrojar esperanzas.

 

Llegaste sin pedir explicaciones,

y así, en crisis, te recibimos.

 

Te vi despertando en mí;

mudando de piel,

de cabello

de ojos que miran otros ojos.

 

Te vi mudar de palabra,

de sexo,

de sueños,

de curvas más curvas.

 

Te vi ocultar tus ojos

cuando junté mis labios

con tus anhelos.

 

Y entre todos estos cambios,

queride míe,

te he sentido libre.

 

Te veo siendo flor

entre selvas de arena,

retoñando hasta hallar el oasis.

 

Te veo vogueando

sobre la cuerda floja

hacia un orilla lejana,

y me descubro

ante tu caída

libre;

tus alas abiertas,

extasiadas,

atrapándome

sin si quiera poder

volverme a la ventana

y preguntarme:

¿en verdad estás aquí?

 

Te he creado

en un mundo de siluetas rosas,

de figuras curvas,

con el mismo contoneo que revelas

cuando te acercas a los jueces.

 

Esperas tus dieces.

 

No.

 

Conmigo,

aquí,

tienes el grand prize.

 

Tu beso es aprendizaje,

tu piel es aprendizaje,

los golpes en tus rodillas

y en tu pasado es aprendizaje.

 

Tan ávida como imposible:

tu llegada a mi mundo,

a mis manos,

a mis tonos rosas.

 

A mis letras.

® A Édgar Gutiérrez

 

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