domingo, 2 de agosto de 2020

La golosina


El lugar donde vivo está en medio del bosque. Las casas no están a más de treinta metros una de otra, por eso regresamos en grupo después de la escuela. No es raro escuchar ruidos en el bosque, probablemente son ardillas o cualquier otro animal. Lo que sí es extraño es ver a un sujeto con traje negro y la cara cubierta con un antifaz afuera de mi casa. Observándome. Pese a que no podía distinguir todos sus rasgos, el azul de sus ojos me hacía verle fascinada. Encendí la linterna que estaba sobre mi mesa de noche, el hombre del traje dirigió su mirada hacia mi ventana, después corrió hacia el bosque y no lo volví a ver en toda la noche.

Al día siguiente en la escuela, les conté a mis amigos lo que había visto, pero ellos me tomaron por loca. Por la noche volvió a pasar en frente de mi casa y de nuevo corrió al bosque como si quisiera que lo siguiera. Se volvió algo constante, pasaba por mi casa todas las noches y siempre corría hacia el bosque. Este suceso duro aproximadamente dos semanas hasta que una noche cuando el corría al bosque tomé mi chaqueta y me la puse arriba de mi pijama para ver a donde me llevaba. Como mis padres seguían dormidos abrí la puerta lentamente para no despertarlos, ya que nunca me dejarían salir a tales horas. Lo dude unos segundos, pero de todos modos entre al oscuro y espeso bosque.

Mientras buscaba al chico del traje tropecé con una rama de un árbol, a lo lejos se veía una luz que salía de lo de una cabaña. Como hacia un poco de frío entre para calentarme, había una pequeña cocina y una sala de estar con una chimenea que me quito el frío, me senté en la sala y sentí que alguien me observaba así que decidí salir a revisar, cuando salí de la cabaña escuché que alguien se escondía en los arbustos y cuando revisé me di cuenta de que era el chico del traje. Me acerqué a él y le pregunté:

—¿Por qué querías que te siguiera?

No hubo respuesta, se quedó viéndome a los ojos, yo me quedé quieta, como si sus ojos de zafiro tuvieran un poder sobre mí. Me tomó de las manos y me llevó a un lugar que nunca había visto, el lugar estaba iluminado gracias a las luciérnagas que pasan por ahí.

—¿Es esto lo que querías que viera? —pregunté, pero de nuevo me miro como si no me entendiera. Sacó de sus bolsillos una rosa y me la entrego, después se acercó a mi oreja y me susurró:

—Vuelve a casa antes de que noten que no estas.

Tomé la rosa y sin pensarlo dos veces me dirigí a casa. Aun me pregunto si lo hice por convicción propia o hubo algo en su voz que me obligó a hacerlo.

Ya era de día así que probablemente mis padres estaban despiertos, pero cuando abrí la puerta ellos estaban profundamente dormidos. Puse la flor en agua para que no marchitara y regrese a mi cama. A la noche siguiente el chico del traje no volvió a aparecer, pero yo todavía conservo la flor que me regalo, esa flor me proporciona seguridad cuando duermo y sé que algún día el chico del traje y yo nos volveremos a ver.

 

® Astrid Resendiz (H. Matamoros, Tamps. México)

0 comentarios:

Publicar un comentario