miércoles, 26 de agosto de 2020

Mi amigo Juan


 Era cerca de la media noche cuando oí que el teléfono de la sala sonaba con insistencia. No sé por qué, pero al escucharlo sonar así, tuve un mal presentimiento, y corrí a contestar.

— ¡Bueno! ¿Quién habla?

— ¿Fernando? ¡Soy yo, Antonia, la hermana de Juan!- su voz se escuchaba llorosa.

— ¡Si, dime! ¿Le paso algo a Juan?

— ¡Esta… está muerto! Lo encontramos hace rato, colgado del árbol que está en el patio trasero.

La noticia por inesperada, me dejo nudo, y por un momento no supe que contestar.

— ¡Bueno, Fernando! ¿Estás ahí?

— ¡Heee, si, si, Antonia!, mira, voy de inmediato para allá.- Colgué y todavía tarde varios minutos en digerir la noticia.

“¡Juan, mi amigo Juan! ¿Muerto?”

La casa de mi amigo no estaba lejos, así que deje el coche y me fui caminando.

La noche es fría y como desde muy temprana ha estado cayendo una pertinaz llovizna, el pavimento esta resbaloso. Y es por eso que trato de caminar rápido, pero con cuidado. Y mientras lo hago, viene a mi mente la imagen de Juan. Éramos amigos desde niños, y a pesar de que no era de mi camada pues yo era mayor con tres años, se volvió inseparable mío, y siempre me seguía a todas a partes.

¡Éramos muy distintos entre sí!, Juan era blanco, delgado, cabello lacio y largo hasta los hombros, de finas fracciones y sonrisa pronta. ¡Era él carita del barrio!. Mientras yo todo lo contrario. Moreno y de facciones toscas, cabello corto estilo militar, 1.70 de estatura, cuerpo musculoso y de anchos brazos, curtidos por el duro trabajo que desempeñaba desde pequeño.

Voy llegando a la casa de mi amigo y los recuerdos se desvanecen.

Dos patrullas con las sirenas y luces intermitentes encendidas, se encuentran estacionadas frente a su domicilio. Varios vecinos curiosos se arremolinan en el portón de la entrada. Al reconocerme uno de los familiares de Juan me deja pasar y me conduce al fondo del patio, donde esta tendido su cuerpo y lo cubre una sábana blanca. Antonia su hermana al verme corre a mi encuentro y llorando me abraza.

— ¡Fernando! ¡Qué bueno que viniste! ¡Se nos fue mi hermano, se nos fue!

La deje que se desahogara un rato para después preguntarle.

— ¿Sabes porque lo hizo? ¿Dejo algún recado, o le dijo a alguien lo que pensaba hacer?

— ¡Noo! Aunque durante todo el día anduvo triste y distraído, no sospechamos que se fuera a quitar la vida.

Al levantar la vista, divise a María la mujer de Juan. Estaba apartada de los demás con la mirada perdida, en su rostro se notaba que todavía no asimilaba bien, lo que estaba pasando. Apenas tenía cuatro meses de vivir con Juan, pero en su vientre ya se le notaba un embarazo de siete meses. Precisamente ese fue el motivo que se juntaran, ¡El embarazo de ella!

Más tarde llego el Ministerio Público quien dio fe del cadáver, y después dio la orden de que se lo llevaran para la autopsia de Ley.

Varias horas más tarde y en la soledad de mi cuarto, meditaba a cerca de lo ocurrido. ¡Yo si sabía porque mi amigo Juan, se pudo quitar la vida!

Durante mucho tiempo, fue novio de Valeria una linda jovencita que vivía en el mismo barrio.

La conocimos desde muy pequeña, y después fuimos testigos de cómo fue creciendo, hasta convertirse en una hermosa mujer. Tenía la piel blanca, cabello rubio y ojos borrados, alta de pechos redondos y pronunciados, eran dos años mejor que Juan.

Un día, ella dio por terminado su noviazgo con Juan. Sin más explicaciones y sin más nada. Desde entonces, él ya no fue el mismo. Yo que lo conocía muy bien, sabía que sufría por ella. Intercedía varias veces por él ante Valeria, ¡Pero fue inútil! Simplemente afirmaba que ya no sentía nada por él. Esto motivo a que Juan por despecho, comenzara una relación con María una joven que tenía poco tiempo de haberse mudado al barrio. Con el tiempo ella se embarazo y mi amigo tuvo que cumplirle, juntándose con ella, pero yo sabía que no era feliz, ¡Que seguía amando a Valeria!

El día del entierro, cuando ya casi todos abandonaban el panteón, divise a Valeria, que estaba semiescondida entre las tumbas. Sin darle tiempo a reaccionar, me le acerque para confrontarla.

— ¡¿Qué haces aquí, escondida?! ¿Acaso te remuerde la conciencia? ¿Si sabes que Juan se quitó la vida por ti verdad? – Tapándose el rostro con las manos se puso a llorar.

— ¡Noo, Fernando! ¡No fue mi culpa! Yo fui sincera con él al decirle que ya no lo amaba, ¡Y tú lo sabes!- Sin darle la oportunidad de seguir hablando la tome de la mano y la jale hacia la tumba de mi amigo, que para esos momentos ya se encontraba sola y señalándosela a Valeria, le dije.

— ¡Sabes que él te quería mucho! ¡Aquí delante de su tumba, dime, porque lo orillaste a que se matara! – Sin dejar de llorar y mirándome directo a los ojos, me respondió.

— ¿Quieres…saber la verdad? Pues bien hay te va. ¡Fue por ti!: Al ver la sorpresa que me produjeron sus palabras, continúo.

— ¡Sii, por ti! ¡Porque siempre estuve enamorada de ti! – Sin dejar de llorar, siguió diciendo- Desde niña te quise, Snif, pero tú no me tomabas en cuenta, Fui novia de Juan por su insistencia, y por despecho. Porque nunca te diste cuenta de mi amor por ti, y siempre me miraste como una chiquilla. – al ver que yo no decía nada; siguió hablando.

—Con el tiempo, él mismo Juan se dio cuenta de la realidad, y para ya no lastimarlo más, termine con él, a pesar de que yo no tenía esperanzas de que algún día correspondieras a mi amor.- Dejo de hablar y siguió llorando en silencio.

Fue entonces que me le acerque y sin decirle nada, la tome entre mis brazos y la estreche con fuerza.

Con ese abrazo y sin palabras, yo también le decía cuanto la amaba, pero por respeto a mi amigo Juan, ¡Nunca se lo confesé!

 

® Lazaro Mayorga (H. Matamoros, Tamps. México)

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