sábado, 1 de agosto de 2020

Futuro incierto


Le acomodó el abrigo a su mujer y pasó el brazo sobre su hombro, ella a su vez apretó a la pequeña clavándola contra su pecho, tratando de protegerla de los vientos helados. La nieve se acumulaba sobre sus cabellos y sus rostros enrojecían con el hielo que les quemaba la piel. No se detuvieron por nada, caminaron recto sin mirar atrás, ni siquiera ante el estruendo de uno de los grandes rascacielos que sucumbió por su propio peso a sus espaldas. No había nada ni nadie más ahí para ellos, habían pasado años desde que la última máquina voladora surcara los aires y detonara la última bomba, cuando el cielo oscureció y el invierno llegó para no retirarse. Se preguntó quién heredaría las tierras y si alguien guardaría las memorias; de los grandes héroes que fundaron naciones y los estúpidos que acabaron con ellas, de sus inventos y las artes, de las travesías por los mares y la gente que viajó más allá del cielo. Quizás ellos sobrevivieron, quizás regresen algún día. No tenían una idea clara de adonde ir o qué deberían de hacer, entonces vio a la distancia una familia de Mamuts lanudos y pensó que lo mejor sería seguirlos.

 

 

® Edgar Adán de Arroyo (H. Matamoros, Tamps. México)

0 comentarios:

Publicar un comentario