martes, 4 de agosto de 2020

El encuentro


Llegó segura a su encuentro, Diego ya la esperaba sin poder disimular la euforia en sus ojos. Eran apenas las dos de la tarde, más para ambos el tiempo estaba a merced del reloj, se habían prometido unos momentos inolvidables. Diego cargó el equipaje de Alexa y volvió para tomar el volante de su camioneta. Entre risas, ella le reprochaba que siempre solía él hacer lo mismo, no le ayudaba a subir, no solo por caballerosidad, sino porque sin estribo la camioneta era demasiado alta para ella. Se fueron directo al hotel, confirmaron su reservación; habían hablado ya sobre el tema: Nada de enamorarse y menos comprometerse. Fueron a comer, disfrutaron la tarde, cada vez solían conversar y asombrarse de la manera de cómo se conocieron. Habían quedado prendidos el uno del otro desde el primer instante. Ya estaban en el ascensor, Diego tenía una manera de contemplarla que Alexa no podía evitar ruborizarse, aún se preguntaba cómo eran posibles tantas emociones con solo fijar sus miradas. La habitación era amplia y confortable a la vista, Diego sacó su laptop, la que puso sobre el pequeño escritorio en la esquina. Ya sé! - prorrumpió Diego- nada de trabajar, la saqué para ver nuestras series favoritas, antes que digas algo. Sonrió. Después sacó unas botellas de vino tinto mientras Alexa a su vez de entre su equipaje sacó dos copas. Estaban en el mismo canal. Brindaron. “Aún creo que estoy soñando Diego”, dijo Alexa suspirando. El tic tac del tiempo siguió su curso, hablaban sin parar, vieron una de sus series preferidas, compartieron su música y bailaron. Alexa se sentía perdida en brazos de Diego, sus pasos se deslizaban armoniosamente, todo parecía perfecto. Él estaba ya sobre un sillón y ella sobre el borde de la cama, sus voces parsimoniosas afloraban, palabras que Alexa jamás pensó escuchar o decir, surgían sonrisas, se embebían lágrimas, sintió como él la abrazaba, el calor de su cuerpo tan cerca, se estremecía. El panorama se tornaba agridulce, Diego dejó de ser Diego y Alexa mutaba sin definir su forma entre las manos de él. Su encanto la había seducido y a él le fascinaba poder moldearla con el solo timbre de su voz. Él tenía razón, nada de enamorarse, cero compromiso, pero la obsesión de poseerla le dominaba. Alexa pese a su promesa, no podía contener sus sentimientos, Diego era el amor que había hecho nido en su corazón. Cuando amaneció, Diego sin dormir aún tomaba un café perdido en sus pensamientos, cogió sus cosas y salió. En la recepción entregó la llave. - Y su novia, ¿se quedará más tiempo? Le instigó el recepcionista que los viera llegar la tarde anterior. - Ella se marchó antes, contestó Diego sonriente. Subió su equipaje, lo acomodó junto al de Alexa que ya había puesto durante la noche. Encendió la camioneta, su mirada destellaba alegría, junto a él, un manojo fresco de margaritas iba muy bien resguardado de humedad. - Te sembraré en un lugar seguro, cada flor tuya me acompañará por siempre Alexa. El amor es complejo, no lo hubieras entendido.

 

® Ruth Martínez (H. Matamoros, Tamps. México)

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