lunes, 31 de agosto de 2020

Pink Power


 Había sobrevivido los noventas, las marcas en sus brazos eran un latente recuerdo de aquellos días. Alecia soltaba un suspiro, agotada trataba de escribir unas líneas más sobre la hoja un tanto desgastada por los borrones que llevaba hasta entonces, escribía cinco palabras, borraba tres, las ideas se confundían en su mente, el café casi frío no lograba hacer efecto en sus manos temblorosas. Yo no era la "Kimberly Hart", releía la última línea. Se quedó pensando. Miró su rostro reflejado en la cafetera cromada frente a ella, quién era esa mujer de casi cuatro décadas? , una sarcástica sonrisa se dibujó en la mujer. “Eres un chiste”, dijo. Caía la noche. Tocaban con insistencia la puerta, con disgusto, se acercó a abrir. “Quiero estar sola”, dijo al momento que giraba la perilla. Entró un hombre extravagantemente vestido, sacudiendo sus manos, hablando con desespero, restregaba una letanía de argumentos mientras desviaba su mirada como buscando algo alrededor. Clavó su mirada en la hoja sobre el pequeño buró de la estancia.


-Aquí está! , sonrió triunfante, ella trataba de arrebatársela.

-No, está inconclusa.


Él leía ignorándola.


-Eres asombrosa Alecia!, la besó eufórico. A ella le exasperaba.


-Nada del otro mundo, contestó con modestia.


-Pensar que eras una mocosa Power Ranger, quién iba a decir que seguirías siendo una heroína a otro nivel, la gran Pink.


Ella lo miró con fastidio. Se escuchaba ya la tercera llamada al escenario.

Acomodó su exótico cabello rosado, la adrenalina ya circulaba su cuerpo, el público tarareaba “Just like a pill”, se sintió a salvo entre aquellas personas. Estaba cansada de luchar contra sí misma. Las huellas en sus muñecas se lo recordaban cada día.

 

©️ Ruth Martínez Meraz (H. Matamoros, Tamps. México)

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