lunes, 29 de mayo de 2023

''Víctima'' ® Kamila Castillo


La alborada relucía en tonalidades cálidas adornada con dispersas nubes esponjosas en la inmensidad del cielo, así como el sutil canto de las aves diurnas, hacían que esa fuera la única razón para amar los días lunes. Al ser exactamente las siete de la noche, el cielo se pintaba de hermosos colores cálidos asombrosos al ojo humano.

No parecía ser una noche fuera de lo habitual.

El inicio de semana en un instituto de educación superior, era el peor, los estudiantes iban y venían a través de los pasillos, detrás de algún maestro para revisar actividades pendientes de alguna complicada asignatura, en mi caso, era de la materia de bioquímica. Después, los encontrabas descaradamente somnolientos en sus pupitres sin prestar atención a clase y por último continuaban su día con el peor de los humores existentes, hasta que llegaban a su hogar directamente a dormir. Afortunadamente esa tortura había culminado.

—Puedes dejarme aquí, no tengo problema al caminar unas cuantas cuadras.

 —comentó. Su meliflua voz acarició mis oídos. Ella era sencilla, clásica, femenina, de cuerpo curvilíneo, alta, pelo largo y siempre con una sonrisa pintada en sus labios carmín. Elisa era mi compañera de trabajo, a diferencia de mí, impartía la materia de farmacología a los jóvenes estudiantes del área de salud.

A este punto era costumbre llevarla todos los días a su departamento, no era una molestia para mí porque vivíamos relativamente cerca dentro de la misma colonia, meramente lo hacía sin recibir nada a cambio, pero nunca me entendí la razón de por qué siempre me pedía que la dejara al menos unas dos cuadras alejadas de su departamento y tampoco me tomé el tiempo de averiguarlo.

—Bien. —contesté sin refutar, pisando el freno del auto.

Sin embargo, algo en ella llamó mi atención: un pequeño hilo rojo descendió desde la comisura de su labio hasta el mentón. Quise preguntarle si estaba bien, pero ninguna palabra salió de mi boca y cuando debí hacerlo, ella terminó yéndose sin siquiera despedirse a una velocidad sobrenatural que me dejó abatido.

Y creo que mi mayor error fue retener esa duda en vez de disiparla.

Los días continuaron monótonos, que casi podía memorizar la sucesión de eventos, pero el día viernes fue un caos mental para mí donde estaba encerrado en una habitación de confusión y las paredes se comprimían a una velocidad vertiginosa hasta aplastarme por completo. No vi a Elisa. La busqué por todo el campus, pero pareció no haber ningún rastro de ella, le llamé a su celular, pero tampoco contestó y mi último recurso fue ir a dirección para pedir informes.

—¿La maestra Elisa no se presentó a laborar hoy? —inquirí disimulando mi preocupación.

—¿Maestra Elisa? En el instituto no hay ninguna maestra registrada con ese nombre.

Cabía la posibilidad de que, si hubiera insistido un poco más, esa oscura noche, todo fuera distinto, para que yo no terminara con la abrumadora confusión que me azotaba como las salvajes olas lo hacen con el mar, que la curiosidad no hubiera despertado de una manera incontrolablemente inverosímil, que mi mente estuviera en paz sin estar dando vueltas en el mismo bucle de pensamientos.

Porque cuando me estacioné fuera del departamento de Elisa todo estaba desierto, mi único testigo era la radiante luna llena y la fría brisa anunciando la temporada otoñal que despeinó mis cabellos mientras el miedo se apoderó de mí lánguido cuerpo. Me negué a mirar atrás. La profunda oscuridad no fue impedimento para distinguir una sombra que poco a poco se acercaba a la mía.

—¿Me estás buscando? —fue apenas un susurro tan bajo que necesité tiempo para comprenderlo.

No pude responder ni tampoco reaccionar.

Solo sentí la forma brusca en la que encajó sus filosos dientes en mi hombro, después atacó mi vena yugular con desespero y cada vez mis signos vitales descendían. Mi vista se tornó borrosa, mis piernas flaquearon, mi cuerpo dejó de responder ante las órdenes que yo le daba.

Yo había sido su víctima, una víctima que ella necesitaba para fortalecer sus vínculos con el más allá.

 

® Kamila Castillo (H. Matamoros, Tamps. México)  

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