jueves, 24 de octubre de 2024

''Seductora de almas'' ® Wanda V. Reyes


Aquella noche, el viento soplaba fresco; las hojas de los árboles danzaban al son de la brisa. El roce de sus ramas producía una melodía que tranquilizaba el alma, y el leve aroma a tierra húmeda despertaba los sentidos.

 Paolo andaba despacio; la mochila pesaba mucho, y durante todo el día había caminado en busca de la belleza prometida. Se acercó al pequeño acantilado. Debajo del chorro de agua fresca, divisó un hermoso cuerpo desnudo de mujer. El pelo largo le arropaba la espalda y el color oliva de su piel resaltaba entre la espuma blanca de la caída de agua.

«¡Tanto caminar valió la pena; la leyenda era cierta!», se dijo en sus adentros. La lujuria le aguardaba a unos metros abajo; si alcanzaba a la escurridiza doncella, esta le brindaría los placeres del amor infinito.

 La voluptuosa mujer le llamó con un gesto de la mano, le sonrió y le lanzó un beso. Paolo se tropezó torpemente con un zapato viejo, se sonrojó, pero no dejó de ver a la doncella. Se quitó la mochila y la lanzó a un costado, sin percatarse de que había otras ahí, raídas por el tiempo. Se desvistió, y a medida que caminaba hacia la orilla, iba dejando su rastro de prendas. La doncella se giró hacia él y le mostró toda su belleza.

Antes de saltar al agua, sacó la billetera y miró la foto de su esposa. «¿Valdrá la pena dejar el amor incondicional por el placer sin reparos?», pensó. Se retiró de la orilla un poco, sopesando sus sentimientos. Al percibir un movimiento levantó la cabeza, la doncella caminaba hacia un lugar donde podía verla mejor; parecía que la luna le servía de reflector en esta tragedia amorosa. Paolo dejó de contemplar la imagen de su hogar y de su compañera de vida. Hipnotizado nuevamente por la hermosa mujer, se lanzó hacia ella. Al caer, se golpeó la cabeza en el fondo del río y, afligido, se arrepintió de inmediato. Ahora podía ver a los otros que se lanzaron antes que él. «¿Por qué busqué lo que no necesitaba?», pensó mientras cerraba los ojos. Débil, dio un último suspiro al ver el monstruo amorfo que con ojos diabólicos le veían morir, mientras reía.

El espectro corrió a la cascada de nuevo; una nueva víctima se aproximaba. El siguiente individuo pisó la foto de la esposa de Paolo, pero no lo notó; sus ojos y su deseo estaban fijados en otra cosa.

En casa, Camila espera a Paolo deseosa de escuchar las emocionantes historias de las aventuras de su esposo, ignorante del destino que tuvo.

 

® Wanda V. Reyes (Tegucigalpa, Honduras)

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