lunes, 7 de octubre de 2024

''El enemigo en casa'' ®Biana


¿Es el pensamiento el universo de lo posible o solo ocurrió esta vez?

-Ya no quiero seguir-., exclamó Frank, mientras ríos de sudor brotaban de su frente. Había despertado de una pesadilla en la que yacía en medio de un mar profundo y oscuro. No sabía nadar y luchaba desesperadamente por poder mantenerse respirando; veía el agua cubierta de un negro azulado que le absorbía, una inmensidad que le restaba toda opción de supervivencia y allí, solo, experimentaba una muerte tortuosa donde la falta de oxígeno le llevó a una pérdida de conciencia y el pánico le condujo muy despacio al desenlace de su vida.

Frank pudo despertar y ahora estaba en un salón en donde al parecer se efectuaban los actos fúnebres de alguien. Avanzó ignorando por completo que nadie notaba su presencia, se acercó despacio y fue apartando a los dolidos hasta llegar al féretro. ¡Era él! Quedó pasmado de la impresión horrenda de verse en esa caja con una palidez insuperable, los ojos hundidos y unos hematomas verde azulados que daban la impresión de muerte por ahogamiento. Despertó, era solo una pesadilla. El precio del infortunio de tener sueños vívidos, anidados, uno dentro del otro.

Frank lidiaba diariamente con eventos similares, pero a veces eran dos, tres o cuatro sueños continuos y la noche parecía no acabar entre tanta desgracia. La luz del sol filtrada a través de las cortinas lo reconfortó, el corazón todavía acelerado le imploraba una forma de detener ese martirio. Un aroma a café se coló por la puerta, en seguida fue a la cocina y se encontró ahí a su esposa, -¿otra vez? Preguntó mientras le servía una taza humeante. -Sí, fue la respuesta seca de él.

Con la taza de café en mano, Frank volvió al cuarto por sus pastillas, las tomó y por unos minutos sintió paz. Una rasquiña en sus brazos le hizo recordar que hacía dos días no había tocado el agua, lo cual era normal en medio de sus crisis, pues le consumían las ganas de comer, bañarse, salir o al menos ocupar el tiempo en algo que le permitiera desviar su atención. Bajo la manga de su abrigo, vio asomarse una escama blancuzca y seca que a su vez venía acompañada de un rastro polvoriento; con temor, pero inquieto, se levantó un poco la manga y vio que su brazo estaba repleto de costras irregulares con textura áspera y rugosa, pequeños copos habían brotado de su dermis y se amontonaban uno sobre otro ocultando casi por completo la piel que aún le quedaba sana. Frank se quitó de inmediato el abrigo y corrió al fondo del pasillo, donde pudo verificar que el daño se había esparcido por todo su cuerpo, el picor era insoportable, pero la sensación de verse cubierto de escamas era realmente perturbadora. Una angustia interna lo embargó, pues sus uñas no lograban mas que fragmentar cada costra adherida a su piel. Tenía que encontrar una solución, volvió a su cuarto buscando algo que le permitiera apaciguar un poco su desesperación. Sin pensarlo tomó el cúter que estaba sobre la mesa de noche y presionó la hoja bajo una de las cáscaras; el corte fue limpio y en efecto logró desprenderla completa sin dejarle mayor rastro que una cobertura rojiza. Impulsado continuó limpiando su piel entre una mezcla de repulsión y liberación.

 Su esposa se acercó con una mirada indescifrable y una risa que apenas se asomaba en sus labios. Frank se miró al espejo y allí lanzó una carcajada victoriosa. Lo había logrado, estaba limpio. Un charco de sangre en el suelo le hizo entender que algo había salido mal, su cuerpo lucía lacerado con unas franjas profundas que dejaban a la vista parte de su tejido adiposo. Las heridas de borde irregular supuraban un líquido amarillo y sanguinolento. Había cortado toda su piel. Su tensión arterial baja lo empezaba a llevar a un estado de shock que en su caso sería potencialmente mortal. Lo último que observó fue que en el suelo no había ni una sola escama. El enemigo estaba en casa, en sus pensamientos, que no descansaban desde el día en que asesinó a su esposa.

 

® Biana (Costa Rica)

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