jueves, 5 de noviembre de 2020

''25 de diciembre'' ® Fabián Alberto Alpuche Pérez


-Hola doctor- El joven perturbado pero sereno observa al doctor que entra a su habitación.

-Hola Jim, ¿cómo te sientes hoy?- El doctor Dominic Pauls toma asiento dentro de la habitación, lleva su propia silla desde su consultorio dentro del hospital psiquiátrico Santa Bárbara, donde atiende personas mentalmente inestables y perturbadas.

-Impaciente, mañana será navidad, y no he cumplido con mi propósito-

-¿Tu propósito?-

-Claro doctor, encadenado a mi cama, dentro de esta bella habitación blanca como la nieve y acolchada como las nubes, con el fresco aire de invierno que deja esa sensación de nostalgia en el ambiente, pero impaciente aun así, no he cumplido mi propósito, no he llegado a veinticinco –

El doctor escucha esas palabras y se preocupa, pensó que el joven Jim, de veinticinco años progresaba en su tratamiento.

-¿Veinticinco que, Jim?- El doctor, que siempre ha procurado dar su mejor esfuerzo para sus pacientes, no puede evitar desilusionarse con las palabras que el joven está a punto de decir.

-Veinticinco pecadores, veinticinco hombres y mujeres que no merecen el perdón de dios, que no merecen la oportunidad de vivir en este mundo terrenal, que merecen ser castigados por sus actos impuros, Dios no mandó a su hijo a sufrir por nosotros para que estos pecadores vivieran impunes, me falta uno, solo uno- Una lagrima escapó de sus ojos al decir esas últimas palabras.

James Roni, veinticinco años, ocho meses en Santa Bárbara, el doctor Dominic Pauls es el encargado de indagar en su mente. Durante ocho meses ha tomado tiempo dentro de su agitada agenda para platicar con él, analizarlo, progresar juntos, tal vez devolverle algo de lo que perdió veinte años atrás, aquella madrugada de navidad.

-Quieres decir que has asesinado a veinticuatro personas- El doctor leyó su expediente cuando ingresó en el psiquiátrico, diez muertes confirmadas, diez asesinatos sin sentido, pero de acuerdo a Jim, hay catorce muertes de las que la policía no sabe nada. Esta es la primera vez que Jim menciona algo similar, algo sobre sus planes. Algo sobre una última víctima, todo tiene sentido ahora, aquella madrugada fatal del veinticinco de diciembre, veinticinco años de edad, veinticinco víctimas, tal vez eso es progreso, tal vez el misterio se revela.

-Sí, y me atrevo a decir que es lo más satisfactorio que he hecho en toda mi vida- El placer en el rostro de Jim es obvio, la lagrima que corrió por su mejilla se borró para dar paso a una sonrisa disimulada y placentera.

-Nunca he hablado de esto, doctor, pero voy a darle un poco de satisfacción. Desde que me atraparon, jure no decir una palabra, Dios me envió una misión, y temo no alcanzar su gloria si no la concluyo.

-Cuéntame- El doctor con su voz suave intenta no decir muchas palabras, para que Jim hable con toda fluidez. Su pluma y su libreta preparados para anotar lo más relevante de aquella historia.

-Tenía cinco años, recuerdo a mi padre encender la plancha y apoyarla en mi espalda, maldito drogadicto, ebrio, misógino. Recuerdo a mi madre llorar mientras me curaba las heridas, indefensa, inútil. Recuerdo mis gritos, el ardor, el dolor, mis dientes en el suelo. Hace veinte años, el veinticinco de diciembre en la madrugada, mi querido padre llegó a nuestra casa más agresivo que de costumbre, atacó a mi madre, sus gritos todavía me atormentan, la salvaje golpiza, el puñal en su abdomen, mi madre perdiendo el conocimiento. Mi padre, se acerca a mí, sus ojos desorbitados, como dos cristales ahumados, pero antes de poder levantar su mano para azotarme, un puñal recorre su garganta, el mismo puñal clavado en el abdomen de mi madre, que con su último esfuerzo lo sacó para terminar la vida de mi padre, al menos un poco de valentía mostró al final de su vida. Diez años después, mientras vivía en la calle después de escaparme de un hogar adoptivo, empecé con mi propósito, Dios me probó cuando tenía cinco años, ahora yo debo ser digno de ser parte de su gloria, pecadores malditos que no merecen vivir. Prometí terminar con mi tarea el veinticinco de diciembre de este año, en navidad, a mis veinticinco años, pero ahora no puedo lograrlo, no dejaron que termine con mi obligación divina-

Horas pasaron, el doctor escribiendo, Jim hablando sin frenos. La sesión termina, el doctor se retira a su hogar, perturbado y obsesionado con las historias que Jim ha contado, hablará con la policía, les dirá todos los detalles de las catorce victimas nunca mencionadas y jamás investigadas.

Es Navidad, madrugada, el doctor recibe una llamada urgente de la institución. El doctor toma sus llaves y maneja en la oscuridad. Ha llegado.

Un hombre, perturbado, asustado, sentado en la cama del paciente rodeado de otros guardias de seguridad del hospital.

-Le estaba dando un ataque, se estaba ahogando, intenté llevarlo a enfermería, lo desamarré y se lanzó sobre mí. Solo fue una trampa, me dejo inconsciente y me amarró-

-Su cuerpo está en el cuarto frio, donde ponemos los alimentos-

El doctor entra a la cocina donde está el cuarto frio, que ahora tiene la puerta abierta, había sido trancada desde adentro, con mucho esfuerzo, la policía y los guardias lograron abrirla.

Un cuerpo sentado en el suelo del cuarto, una mirada serena, a la nada, frio, sin vida, las venas de sus muñecas cortadas con un cuchillo afilado de cocina, y una nota en sus manos.

-Querido doctor, el número veinticinco siempre fui yo, el más grande pecador, el asesino, el niño perturbado por su pasado, el joven con un propósito, veinticuatro asesinatos me hacen el más grande pecador, sé que dios perdonará mi suicidio, si con el cumplo la tarea que me asignó. Feliz navidad-

 

® Fabián Alberto Alpuche Pérez (Quintana Roo, México)

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