domingo, 14 de noviembre de 2021

''Sumisa Valentía'' ®Homero Baeza Arroyo.


 Su noviazgo, duró muy poco tiempo. Se conocieron cuando ella estaba por terminar sus estudios y él, trabajando como jefe de una cuadrilla en una compañía de seguridad privada.

Cuando Inés, terminó su carrera, Aníbal, le pidió que se casaran, ella tenía poco tiempo trabajando como profesora frente a un grupo de niños en una escuela primaria, después de haberse titulado como licenciada en educación básica.

Aprovecharon las vacaciones navideñas y las fiestas del fin de año. Tenían sus ahorros, y agregaron sus respectivos aguinaldos, para completar los gastos de su boda.

Tuvieron un viaje para su luna de miel muy corto, porque él no podía dejar mucho tiempo sola a su querida madre, quien constantemente, estaba llamándole y preocupándose por saber cómo  y dónde estaba.

Al regresar, la llevó a vivir a casa de sus padres; bueno, donde vivía con su madre que… Dicho sea de paso, era una madre soltera y muy estricta. Había concebido a su único hijo, cuando pasaba los treinta y ocho años, por medio de una inseminación artificial, después de varios intentos. Fue un parto muy difícil, al igual que la crianza y educación de este hijo, que solo llegó hasta el tercer semestre de su educación preparatoria.

El carácter de Aníbal, desde su niñez y acentuándose en la pubertad, se hizo muy duro, agresivo y rebelde, eso le ayudó a conseguir el trabajo y el puesto que tenía en la corporación.

Inés; huérfana, educada en casa de sus tíos con un ambiente de familia en el medio rural, hasta que se trasladó a la ciudad y con la ayuda de una beca pudo seguir estudiando, hasta convertirse en una maestra, que soñaba con regresar a su comunidad y enseñar a los niños de esa localidad.

Pero el destino, le dio otro camino. Ese hombre le cambió sus planes y su vida. Aníbal, su ahora esposo, tenía un horario de trabajo muy irregular, en ocasiones no iba a dormir a su casa, porque le asignaban comisiones nocturnas especiales. Entonces ella se quedaba sola con la esquiva compañía de su celosa suegra, que no la quería, ni veía bien y no aceptaba que se hubiera casado con su consentido hijo, porque como madre, tenía otros planes, para vivir siempre con su compañía, y así aminorar su insuperable y enfermiza soledad.

En estas condiciones, sin que pudiéramos decir que era un bonito matrimonio, pasaron pocos años, la convivencia y relación de este discordante trío, se empezó a deteriorar, al grado tal de no poder verse, sin reprocharse lo que eran o dejaban de ser como personas y nueva familia.

El clásico maltrato de la suegra hacia la nuera, la falta de autoridad de un esposo que era muy egoísta, agresivo y solapado por su posesiva madre. La inocente sumisión de una esposa joven, que se había casado con la ilusión de construir una  feliz familia, y la esperanza de tener, al menos dos hijos, pero que aún no lograban ni un solo embarazo.

Así era este micro mundo, conformado por la frustrada suegra, su agresivo hijo y una inocente muchacha, que no podía manejar bien su relación, al vivir en una casa que no era de ellos, en donde su dueña absoluta, no la aceptaba y siempre la estaba viendo como una intrusa y ladrona del cariño que le tenía a su hijo.

(Creo que esta historia, aunque quiera, no puede terminar bien. Espero arreglarla para que no tengamos un final muy dramático)

Ahora la maltrataba más, le decía que no servía ni como mujer, que cómo era posible que en el tiempo que llevaban de casados, no le pudiera dar ni siquiera un nieto, que tenía el vientre vano, incapaz de dar vida y que su hijo no merecía tener una esposa tan inservible.

Inés, no respondía nada, había pensado que su suegra, podría sustituir a la madre que nunca tuvo, pero no era así, sin embargo, y la respetaba hasta donde su paciencia se lo permitía, no respondiendo a ninguna de sus acusaciones y maltratos. Si se quejaba con su marido, sabía que nunca le creería a ella antes que a su madre. Sin pensarlo mucho, esta pobre mujer, recurrió a escondidas y por su cuenta al consultorio de un especialista en ginecología, quién le aseguró que no tenía ningún problema para concebir los hijos que ella quisiera, pero le sugirió que convenciera a su compañero para hacerle algunos análisis de fertilidad y comprobar lo que él se temía. Ella le contó que era muy violento y agresivo, que le tenía miedo y no quería que se disgustara por lo que estaba haciendo y sin consultarlo para ésta tan acertada visita médica. Pero le comentó que lo iba a intentar, con el riesgo de que se enojara y la golpeara. Y así fue, le reprochó que dudara de su virilidad, que eran puros pretextos. La acusó, de ser ella la del problema, pero se defendió, mostrándole los estudios y dictámenes firmados por el médico. Lo que lo encolerizó, para luego arrebatarla a golpes con más furia que las veces anteriores, y todo esto bajo la mirada aprobatoria de su suegra que no hacía nada para defenderla. Fueron tantos y tan fuertes los golpes, que su frágil cuerpo no soportó y se desmayó, Lo último que sus oídos escucharon, fue: “Y te me largas de esta casa antes de que yo regrese y te saque a patadas. Eres una sirve para nada” Luego vino ese intenso zumbido en sus oídos que la dejó inconsciente.

No supo cuánto tiempo estuvo en ese estado y sin que nadie la auxiliara, cuando se recuperó y logró sobreponerse, preparó en una pequeña maleta, lo más indispensable y necesario para luego esperar el momento de huir, lo más lejos posible de ese infierno conyugal.

Era de noche, su golpeador esposo, estaba sin ninguna culpa trabajando, y su insensible suegra, profundamente dormida y roncando fuertemente en su recámara.

Lenta y sigilosa, procurando no hacer algún ruido que la descubriera, abrió la puerta de salida de esa casa que también era su celda de tortura, respiró el aire fresco de esa noche tan oscura que la protegió en su atrevida huida, luego con el coraje y odio en sus entrañas, el dolor de su cuerpo y su cara inflamada se encaminó a la casa donde vivía su única amiga que le quedaba después de haberse casado. Asombrada la acogió comprensivamente en su casa. La atendió, curándole sus dolorosas heridas y proporcionándole algunos medicamentos.

Por la mañana, con la luz del día, se atrevió a ver su cara reflejada en el espejo. Se sorprendió y desconoció su semblante, su rostro estaba oscuro de los moretones y algunas heridas que todavía sangraban, le dolían sus costillas, en una palabra todo su cuerpo. Su amiga se acercó a ella, para seguirla consolando, pidiéndole que ya no llorara tanto, que no valía la pena; pero para ella, era una forma de liberarse de aquel amor que ahora se le había convirtiendo en odio. La invitó a comer algo, Tratando de que recuperara sus fuerzas, pero no podía masticar, tenía fracturada su mandíbula, solo pudo con un popote, ingerir un poco de agua y jugo de naranja. Pero, se siguió alimentando con más lágrimas y sollozos que le provocaba el ver su vida destruida.    Decía, en su dolor: “prefiero mejor morirme a seguir viviendo en esta terrible situación”

En eso estaban, cuando, unos fuertes golpes e insultantes gritos en la puerta, las sacaron de sus calladas cuitas.

Era su marido, enfurecido, llegaba a sabiendas de que allí estaba, porque no tenía a quién más recurrir. No iba solo, lo acompañaba su madre como comparsa para que la siguiera maltratando.

“Sal de allí, antes de que vaya por ti y te saque de los pelos, pinchi vieja hija de la chingada” Le decía muchas más ofensas y groserías que como mujer la lastimaban y la hacían sentirse nada o poca cosa.

Su amiga asustada le decía: “Espera no salgas, voy a llamar a la policía. Por Dios, no salgas te lo pido”

Afuera, los gritos se hacían más agresivos, fuertes y amenazantes. Por su trabajo, aún tenía el uniforme puesto, y por supuesto su pistola, que lo hacía sentirse muy valiente y dueño de la vida de su esposa. “Sales o te saco a punta de pistola, veras quién soy yo. Si quiero, puedo matarte a punta de balazos. Vas a ver quién manda aquí”

Inés, dentro de la casa, con su amiga, dejo de lado el llanto, enderezó su postura y sin hacer ningún caso a las suplicas de su amiga, abrió la puerta para salir, sintiéndose lo suficientemente fuerte para enfrentar a su violento golpeador. “Aquí estoy. Ve, como has dejado mi cuerpo, mira tu obra en mi cuerpo, esto si lo puedes hacer, pero nunca podrás hacerle a nadie un hijo, y eso, será tu maldición y castigo, si es que por tu maldad, no te matan antes. A mí todavía me quedan fuerzas y sabes qué”… Cállate. –la interrumpió gritando y amenazándola con su arma- “Ahora sí, te voy a matar” –Ella subió su voz y le contestó, sin darle tiempo a que la interrumpiera, se había convertido en otra mujer- “No. No serás tú quien me quite lo que ya no tengo.   Dame tu pistola. Yo puedo matarme. Lo prefiero a seguir viviendo contigo y con tu despreciable madre” –Él se quedó petrificado, como si la actitud y seguridad de las palabras de Inés, le hubieran inyectado una dosis paralizante en todo su cuerpo- Le arrebató la pistola, sin que él hiciera nada, solo se quedó perplejo ante lo que estaba pasando y aun así, pudo intentar ofenderla con sus injuriosas palabras.

“No creo que seas tan valiente para disparar, mucho menos para quitarte la vida, no eres nada, no sirves ni siquiera para darme un hijo”

Ella, colocó el cañón del arma sobre su inflamada sien, cerró sus ojos y se dispuso a disparar, pero un grito interior, la hizo reaccionar. Lentamente, bajó la pistola, mientras su cruel marido, soltaba una sonora y burlona carcajada. Ella detuvo el trayecto del arma justo a la altura de su cintura, apuntando directamente al pecho de Aníbal, y sin decir nada, le disparó toda la carga de balas, hasta quedarse con su dedo y el continuo clic del gatillo, sin que saliera una bala más de su cañón. Entonces, su mano temblorosa se debilitó abriéndose y dejando caer al suelo aquella vengadora arma. No hubo una sola lagrima, solo los fuertes y desgarradores gritos y llanto de su atónita suegra, que corría como si estuviera loca en derredor del vehículo en donde había permanecido disfrutando de las ofensivas palabras que su hijo le gritaba a su aborrecida nuera. “Me lo quitaste, maldita. Ahora que voy a hacer. Me he quedado sola. Totalmente sola” Al final, terminó en un hospital neuro psiquiátrico.

Y el hijo, que había venido de la nada, se fue sin que nadie lo acompañara.

Inés, ya no lloró más ni se entristeció, al contrario, se sintió más fuerte, porque decidió quitarse el lastre que le impedía ser feliz. Pudo comprobar que había sido en defensa de su propia vida, que tenía varios años sometida al constante maltrato de su esposo y su suegra, por lo que no fue encarcelada.

Pasó algún tiempo, para poder recuperarse de aquella terrible pesadilla, pero ahora, vive muy dichosa. Se volvió a casar, tiene tres alegres hijos y una gran cantidad de alumnos en una escuela rural, que le han completado el sueño de su vida.

Cuando platica con su, ahora esposo, suele comparar la maldad del anterior, con la bondad de éste. Celebra y da gracias a Dios, por haberle dado las fuerzas y la valentía que necesitaba para luchar por su derecho a ser feliz y que tantos años había deseado. Pero… Frecuentemente, se pregunta: ¿Cuantas mujeres como yo se habrán quedado calladas, en silencio y soportando la pesadilla de vivir con las personas que les estén robado sus valiosas vidas?

® Homero Baeza Arroyo.                                                                             

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