domingo, 7 de noviembre de 2021

''Manuscritos hallados en un asteroide'' ®Dimitri Lazarev


I

No hay nada aquí… nada en medio de la inmensa oscuridad; solamente un interminable silencio, no… es la ausencia de sonido, no silencio. ¿Qué es el sonido? ¿Qué es el silencio? ¿Por qué llamo oscuridad a lo que Soy justo ahora en mi totalidad? ¿Qué es ahora? ¿Qué soy realmente?

Quiero moverme, intento hacerlo sin lograrlo; no hay lugar al que moverme. Yo soy el lugar, yo limito mi movimiento; Yo también soy el movimiento. La vista no existe todavía y a pesar de ello, veo claramente ¿Qué es lo que veo?, no lo sé en absoluto.

No recuerdo nada, no tengo memoria aquí. Hay una eternidad detrás de mí y también una por delante; justo ahora me parece que soy lo único entre esas dos unidades aparentemente infinitas, pero limitadas por lo que hay en el centro; eso Soy Yo.

Oscuridad… perpetua oscuridad, mancha negra a causa de mi cerrada y frágil consciencia; una consciencia que acaba de nacer. Extensión universal de un frío terreno fértil, espacio virgen; tiempo virgen. Apenas existo; vida virgen…

«Es como cerrar los ojos y quedarse en completo silencio; eso que se ve al cerrar los ojos es aterrador; incomprensible». Una voz lejana susurra esas palabras en mi agitada memoria; comienzo a tener recuerdos… se agitan y se extienden como fibras endebles a lo largo de mí. La voz es de alguien que ha vivido en la gracia del orden que me precede… y lo entiendo; eso soy Yo en estos momentos; una larga eternidad de párpados cubriendo mi vista; vista que no ha de nacer hasta ser capaz de “abrir los ojos”. 

Alguna parte de mí siente frío, ese frío característico de la muerte; empiezo a recordar lo que debe hacerse con todo lo que Soy. La memoria sirve para que note lo eterno que soy en todas mis direcciones, en todas mis extensas medidas que se alargan más y más conforme sigo recordando el orden que hubo antes del “reinicio”.  Soy muy viejo, he estado aquí antes y seguiré aquí después a lo largo de muchas eternidades; tal parece que las eternidades también acaban. He tenido lenguaje antes, por eso mi verbo se manifiesta ahora, por eso pude nacer otra vez.

Algo más grande que yo me ha dejado aquí, algo incomprensible incluso para lo que llevo existiendo. Algo mayor al tiempo y el espacio; estoy seguro de que ese “reinicio” fue obra de él. Lo ha hecho con tal facilidad que no fui capaz de oponerme a la chispa del final… un pequeño ruido, parecido al que ocasiona un chasquido; aparentemente inofensivo, pero lo suficientemente fuerte para despertarme; porque yo duermo poco después de nacer, y no despierto hasta que voy a morir otra vez. Lo escuchè, abrí mis viejos ojos y solo vi millones y millones de vidas apagarse; millones y millones de lugares destruirse, millones y millones de “cosas” explotar para dejarme repleto de ruinas y muerte, todo en cuestión de segundos… luego quise decir algo, pero la explosión llegó hasta mi centro y el caos nació de nuevo.

En mí reside el caos de la destrucción de todo lo que tuvo vida en mi ser, en mi espacio; en mí.

He nacido de nuevo por la voluntad del que está por encima de mí; el que está por encima de todo. Lo hice desde que comencé a hablar aquí, contigo… y desde entonces hemos dejado pasar siglos y siglos; ahora ya sé medir el tiempo, y para mí los siglos transcurren tan rápido, como si fueran segundos para ti. El verbo, la palabra, el lenguaje… lo he obtenido de él, ya lo recuerdo.

Contengo millones de años en mí ceguera, eso que te dije sobre ser como un par de ojos cerrados; oscuridad y silencio incomprensible, terrorífico. Mis parpados sirven para contener esos millones de años atrapados; la vez anterior liberé ese caos para que pudiera ser ordenado con el paso de millones y millones de años y, gracias a eso, la vida pudo existir. El tiempo que hubo vida en los diversos terrenos habitables e inhabitables fue breve; sí, también en lo inhabitable surge la vida, como una pequeña casualidad, como una pequeña rareza. Pasaron pocos millones de años después de que el primer hombre se pusiera de pie sobre la bella esfera de mar y tierra que le fue construida.

No fui yo quien dio vida al hombre, ni fui yo quien formó las raras figuras geométricas en las que habitó la vida. Fue el que está por encima de mí, hizo tantas esferas y tantos “hombres” en tan poco tiempo… que pronto supe de aquellos el cruel destino que les esperaba, junto a mí, claro. Sin embargo; su periodo fue breve.

Siempre me he preguntado… ¿Por qué volver a construir lo que ya se ha destruido sin dudar?

Desconozco al que está por encima de mí, pero, sin duda… me aterroriza.

Ha llegado toda la información a mi memoria, todos esos millones y millones de años que tardó la construcción anterior. Es igual, cada detalle, cada supuesto error y muestra: la muerte viene de nuevo en la información. Si omitiéramos a la muerte habría más caos del que soy ahora, y no podemos permitirlo; el caos también necesita un orden.

Ahora debo abrir los ojos… estoy consciente de lo que eso va a desatar a lo largo de todo mi ser, de todo mi espacio. Ruinas en desorden, espíritu de estrellas y escombros de galaxias… frío y más oscuridad, dolor y olvido.

No olvides lo poco que te he dicho cuando despiertes en alguna de las esferas a las que vas a llegar; aunque vayas a todas ellas, pero eso es algo que no vas a entender en mucho tiempo. Si eres capaz de conectar con cada parte de ti a lo largo de las estrellas y el tiempo, entonces habrás sido capaz de saber lo que significa esto que he dicho. Y, sobre todo, entenderás las razones de que te lo haya dicho. Vive milenios, muere y renace hasta que en una de tus representaciones seas capaz de liberarte y volver a mí. Devuelve todas las formas de ti que puedas liberar de aquellas esferas… muere libre y retorna a lo que Soy; aliméntame, sana y descansa aquí. Yo dormiré en cuanto abra los ojos, y despertaré solo al final, hasta entonces sabré cuantas veces volviste. Es hora… mis párpados comienzan a levantarse, los millones de años contenidos comienzan a vibrar detrás… Abro los ojos y mi propia luz los ha cegado de inmediato, ese es su propósito; el destello de luz se extiende a velocidades incomprensibles por toda la extensión de mí, mientras yo… lentamente vuelvo a dormir para dar paso al caos del que emergerán todas las cosas… toda la vida; todo el orden.

 

“II”

He mirado al interior de una habitación prohibida; el dormitorio de mi padre…

Un señor murió hace pocos días. Era un anciano despreciable para toda persona que lo conociera de cerca, de lejos solo daba miedo. «Nunca entres aquí» - decía.

Yo nunca lo vi dormir, difícilmente lo veía entrar a su propio cuarto; o al que se sabía que era su cuarto. De niño siempre sentí curiosidad por desobedecer las claras advertencias de mi padre; «Si entras ahí no podrás salir, te comerán vivo ahí dentro» - decía siempre de manera exagerada.

Mi madre entró alguna vez… y nunca volvió. El viejo era muy adinerado, más que los padres de mis amigos, más que los padres de cualquier conocido nuestro en la pequeña ciudad que nos servía de hogar. Así que nadie haría escándalo por una madre ausente.

Desde que recuerdo, papá siempre tuvo ese aspecto; las manos huesudas y frías, la cabeza medio calva, sus pocos cabellos blancos siempre estaban desordenados. Sus trajes siempre eran negros y olían a tabaco, licor y café. A veces olían a muerto… cualquiera que hubiera conocido a mi padre pensaría que el muerto era él, sin embargo; disipamos la duda hace unos días, cuando murió de verdad. Tendido ahí, dentro de una caja de madera con interiores de terciopelo rojo, con flores y perfumes para ocultar el olor del anciano… se veía tan feliz, tan pleno; como si la muerte le hubiera devuelto la vida que nunca pudimos mirar en su rostro.

No tuve hermanos en mi infancia, pero, naturalmente, tuve muchos el día del funeral. Grandes, chicos, de madres diferentes… huérfanos que llegaron en cuanto mi padre captó toda la atención de los ciudadanos. Salieron hermanos hasta por debajo de las piedras; no hace falta decir que ninguno se parecía al viejo y, claro, mucho menos a mí.

La fortuna atrajo a propios y extraños… problemas legales, muchos. La gente sabe ingeniar excentricidades que uno ni imagina, todo con tal de quedarse una parte de la herencia de alguien a quien probablemente ni siquiera conocían.

Yo nunca me incliné por el dinero ni las propiedades, siendo alguien que abandonó la casa muy joven no me interesaba nada de mi padre, ni siquiera los negocios ni las acciones. Aprendí a trabajar para mí y acumulé mi propia fortuna, no es presunción lo que diré, pero estuve muy cerca de igualar la riqueza de mi padre; millones de diferencia, solamente millones.

Le di a los nuevos “hijos” del anciano lo que querían; millones a uno, mansiones al otro, negocios y propiedades para los demás. Es increíble que a pesar de eso nadie estuviera conforme… Pero ¿quién está conforme alguna vez respecto al dinero?

A mí solo me interesaba una cosa entre todas las que dejó mi difunto padre, algo en lo que nadie había reparado por ser la única propiedad que estaba a nombre de mi madre incluso después de que ella no volviera de aquella habitación. Otra razón para ignorar aquella vieja casa era su nula exageración sobre su imagen, era común y corriente. Situada en medio de un barrio extremadamente pobre, rodeada de casas abandonadas, las pocas que estaban habitadas se usaban como punto de reunión para vagos y criminales.

¿Qué haría un hombre tan poderoso como mi padre en ese lugar? La verdad ni siquiera yo lo entendía, mis amigos se burlaban de mí por eso, era el único que vivía rodeado de miseria y gente desagradable. El anciano argumentaba que se debía al amor de mi madre por aquella casa; mi madre, por el contrario, aseguraba que se trataba del odio que sentía mi padre por el mismo lugar… Yo nunca supe dar la razón a ninguno, eso porque ambos demostraban a la perfección los comportamientos que le asignaba el otro, aunque en el caso de mi padre deduje más adelante que lo suyo no era odio; era miedo.

Su temor aumentó la noche trágica en que mi madre vio abierta aquella puerta de madera vieja y descuidada, claro está que no podía ver por completo al interior del dormitorio del anciano, solo estaba ligeramente abierta; como invitándola a cruzar al interior. Hay que decir sobre mis padres algo importante, ellos nunca compartieron la cama; al parecer sólo cuando tuvieron a bien engendrarme.

Pasaron días y noches… mamá nunca volvió y mi padre se negaba a entrar a su dormitorio, incluso colocó grandes trozos de madera por fuera para prohibir que alguien más entrara. Pasaba cada hora del día sentado frente a esa puerta, y yo intentaba quitarlo de ahí, pero estando frente a ella sentía una energía abrumadora que me invitaba a pasar también. Mi casa era solo de un piso, ligeramente grande pero solo un piso; justo en medio había una escalera que abarcaba gran parte de la parte inferior por su base; sus escalones conducían a un pequeño umbral que estaba frente a la puerta. Digo esto para aclarar la imagen aterradora de un anciano moribundo sentado en el último espacio que había entre el escalón y la puerta. Al entrar en la casa lo primero que veías era la llama de una veladora iluminar débilmente la imagen de mi padre, misma que era proyectada en sombras por todo el lugar; una sombra huesuda y tenebrosa.

Días después he vuelto… he dejado el papeleo sobre la herencia de mi padre, he dejado pendientes los negocios que tengo en casa. Solo hay una cosa que me preocupa y es esa maldita puerta.

Llegué y lo primero que vi fue la veladora frente al umbral. ¿Es posible la perpetuidad del fuego? Prefiero pensar en eso a admitir que mi desgraciado padre sigue sentado ante esa puerta a pesar de estar muerto. Siento un frío que me hace desear la hoguera, la casa está vacía y en unos días van a derrumbarla, pero no quiero estar aquí cuando eso pase, tengo miedo de ver en medio de las ruinas la silueta de madera que tanto me atemoriza ahora. Aún con todo el miedo que siento me deslizo en silencio a través del suelo que cruje bajo mis zapatos. Las escaleras rechinan conforme avanzo al pequeño espacio que hay antes del umbral… Hay símbolos extraños en el marco superior de la puerta; siento que me habla. La cerradura emite un sonido y veo una delgada línea oscura entre el marco y la puerta. Abro la puerta conteniendo la respiración y temblado de miedo… la vela se detrás de mí se apaga tras una ráfaga de aire frío. Se crea un silencio y la puerta se cierra tras de mí; desaparece. Y ante mí; infinidad de puertas ardiendo… con símbolos extraños; todas susurran… no hay nada más.


“III”

¡Yo me manifiesto!

Yo que he vagado por la eternidad en busca del hombre que se perdió al cruzar una puerta en su morada. Yo que he logrado dominar el verbo y llegar hasta lugares recónditos para salvar a aquel que puede cerrar todas las puertas ajenas a la de nuestra realidad.

Hubo en el pasado un hombre, hijo de otro hombre cuyo destino fue trágico e inesperado; murió frente a una puerta prohibida para el mundo real en el que habitaban los hombres y las mujeres como yo. ¿Quién dejaría aquella peligrosa entrada en la morada de un misterioso anciano? Nunca lo supo el mundo, ni el mío ni ningún otro. Aquel joven hombre, hijo del anciano, entró por esa puerta a un misterioso lugar que nadie conocía, nadie que no fuera estudiado en los misterios del universo y el caos. El anciano que había muerto cuidaba el secreto de aquella habitación que albergaba en su interior una infinidad de puertas, entradas a otros mundos, una habitación ajena al tiempo y el espacio que nosotros conocemos en el mundo real.

Hubo en el pasado una sociedad de hombres ilustres que estudiaban los misterios de la puerta, de las puertas; un grupo de eruditos destinados a proteger la entrada de los ajenos al secreto. Nadie debía entrar ni salir por aquel lugar, salvo el noble anciano que murió sin dejar un guardián.

Se dice que aquella sociedad tuvo a bien buscar a un nuevo heraldo para custodiar la llave y la entrada misteriosa, pero antes de poder asignar a alguien nuevo todos y cada uno de esos benditos hombres fue asesinado por extrañas fuerzas, por extrañas criaturas que los devoraron hasta no dejar de ellos ni el nombre en la memoria de sus conocidos. El mundo olvidó por completo a cada hombre que murió aquella noche, la próxima a la muerte del noble anciano, aquellas fuerzas misteriosas y oscuras profanaron nuestro mundo para llevarse todo rastro de estudio sobre la habitación de las puertas, pero dichas fuerzas ignoraron el ingenio de los hombres que devoraron aquella lúgubre noche llena de sangre y dolor.

La sociedad en cuestión dejó esparcidas las llaves de todas y cada una de las puertas que había en el interior de la misteriosa habitación. Y, además, dejaron la llave principal en el más celoso secreto que haya conocido el hombre jamás; la llave de oro sigue sin ser encontrada, las otras, en cambio, las he encontrado con el paso de los años y esfuerzo.

Cada llave posee los años que he tardado en buscarla, cada llave me hace más sabio y fuerte; ¡Y es mi deber llegar a cada puerta para cerrarla!

Es bien sabido que Soy el único hombre capaz de encontrar la habitación misteriosa que desapareció junto al hijo de aquel anciano.

Se cuenta que aquel joven entró sin saber lo que hacía, y tras de sí la puerta se cerró para desaparecer en el mundo real. La casa que la contenía se redujo a escombros en cuestión de segundos y todos los que estudiaban sobre aquella puerta temieron por su desaparición. Pero los nobles eruditos, los más viejos y cultos sabían que la apariencia física de la entrada sólo se estaba escondiendo para que los ojos de toda persona indiscreta no pudieran verla de nuevo en toda la eternidad, sin embargo; sabían la ruta exacta para encontrar la nueva ubicación de la entrada, una puerta que sólo sería vista por aquellos que han dejado todo deseo de malicia detrás: ¡Solamente aquellos que fueran dignos habrían de encontrarla!

Lamentablemente cada ser digno de ver la entrada fue aniquilado por esas extrañas fuerzas antes de poder hacer algo para remediar el error del hijo que tanto pesó sobre la prudencia del padre.

Aquel error del que te habló ocurrió años después, muchos años después; una época en la que nadie recordaba las ruinas de aquella casa en cuyo lugar se levantaba ahora un edificio de comercio. Al pasar los años esa localidad dejó de ser pobre y se vio sumida en los edificios de negocios. Un día normal para todos aquel edificio explotó repentina y violentamente, todo a su alrededor se incendió y sobre el paisaje las nubes negras y los rayos rojos se mostraron enseguida para traer consigo la desolación eterna. La gente no supo cómo actuar ante tal escenario y comenzaron a morir enseguida engullidos por criaturas grotescas, y algunas otras personas eran asesinadas por extraños individuos sanguinarios.

Entre los escombros de aquel edificio se miraba una mancha negra y brillante, con brillo opaco que parecía contener estrellas en su interior, infinidad de puntos que brillaban en diferentes tonalidades; Era la manifestación de la puerta misteriosa que buscaron los eruditos de la nueva ola.

La gente miraba aterrorizada aquella silueta que parecía contener el universo en pequeños brillos de estrellas. Pero no eran astros lo que veían; eran las interminables puertas que residían en el interior de la habitación principal, esa a la que nuestra puerta también pertenecía. En ese momento supimos que era el fin de muchas cosas, nuestra puerta se había abierto junto a todas las demás que se encontraban ahí, y cada una representaba un universo distinto repleto de misterios incomprensibles para nuestro mundo.

Aquellas lejanas creaciones se mezclaban con la nuestra, pero en todas reinaba el caos, la diferencia es que en unas ellos eran el caos, y en otras (similares a la nuestra) nosotros éramos presas del caos. El sonido de la muerte y el final reinaba en cada rincón del mundo pues la niebla, las nubes, y los rayos, se extendían como un mar de sangre que manchaba y devoraba cada ser que encontraba a su paso, algo que seguramente pasaba en todos los demás mundos… o tal vez no, realmente nadie sabía ni sabe que pasaba detrás de las demás puertas.

Aquellos que servíamos a la nueva sociedad dejamos el planeta, en ese punto era imposible salvarlo. Nos abrimos pasó a través de las estrellas buscando otros mundos por habitar, pero entonces nos dimos cuenta de que en cada mundo había una puerta, y cada una de ellas con infinidad de puertas en su interior. En cada esfera que encontrábamos veíamos la niebla y el caos como manto a su alrededor…

Han pasado muchos años y al final me he quedado sólo en esta nave, mis compañeros fueron consumidos por la locura del espacio. Yo sigo vagando en busca del hombre que abrió la puerta, en busca de las puertas, y a mi paso he encontrado las misteriosas llaves ocultas en las estrellas; Juro encontrar la llave de oro y cerrar cada entrada, aunque al final sólo quede Yo en el universo.

 

® Dimitri Lazarev

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