domingo, 25 de octubre de 2020

''Vergel'' ® Díaz Pardo


Al tocar la salida del camino polvoriento hacia el sendero que da al bosque es inmediata la sensación de un cambio. Un cambio que muchos no tienen la facultad de sentir, pero que se hace patente al salir de la trillada senda largamente hollada por pies humanos en cercanías del añoso paraje.

Al pisar acaso cualquier milímetro fuera del camino ahí están, atentos al paso de figuras que, aunque naturalmente emparentadas por un origen cósmico común, son vistas como extrañas por el mundo allende los arbustos y las enredaderas, las ramas y las hojas que caen como kamikazes a morir en el piso del bosque. Puede verse al avanzar cómo las hojas cambian levemente los matices. Las aves canoras pareciesen tocar un estribillo de alarma poco parecido a a los trinos bellos que animan el alba y embellecen el paisaje cada día. Todo tiene un singular retraimiento al pisar aquel edén arbóreo, lo cual genera un ambiente de tensión que se cuela subrepticiamente en el claroscuro del follaje y da cuenta de una alarma desatada en el lugar… O más bien un mohín de desagrado in extremis…

Porque los aromas cambian y se esconden para dar paso a sutiles notas húmedas y fangosas, como si en marismas se estuviese caminando y no en un primaveral bosque. Porque todo, hasta el cielo y los agentes meteorológicos quisieran insinuar la desazón que la presencia humana les genera desde cuando, en algún momento nos divorciamos de su red infinita y su sabiduría etérea tras el misterio insoluble del micelio que todo lo ve y todo lo conecta. Al avanzar somos vigilados, somos puestos en una estrecha mira donde cada movimiento hecho se ve como una afrenta… los árboles serenos como gendarmes ingleses observan mientras el lugar entero se comunica para buscar el modo de precipitar la huida del intruso. Y la amenaza se siente el aire. Uno busca el modo de escapar entre las enramadas vírgenes donde se camina en círculos mientras se intenta salir.

Aunque sé que no he sido el primero en llegar a este lugar…    

Sé que este sitio, tan cercano a pequeñas urbes, fue un conocido lugar de rituales de adoración prehispánica. Los indígenas conocían acerca de los verdaderos dueños de estos parajes que nadie osa transitar, salvo si, como en mi caso, se desconoce la verdadera naturaleza de este lugar. Muchos arguyen que está encantado, lleno de fantasmas u otra clase de entidades sobrenaturales. No lo creo, solo se lo que puedo ver ahora, lo cual es deducible con base en lo que estos árboles, hongos, musgos, hierbas, animales y todo ser vivo hace sentir a quienes caminamos fuera del terreno hollado: una visceral sensación de rechazo y deseo de expulsión de su sagrado territorio.

También sé que no fue todo lo que pasó aquí donde los bosques se estrechan y se mecen sin viento aparente. Aquellos que en el viejo mundo eran buscados por brujería lograron hacerse a la mar y dar a sus cultos heréticos una nueva forma al verse frente a tal vergel de primorosa virginidad. Muchos ritos de adoración a entidades malignas, diabólicas e innombrables generaron un sincretismo brutal con los cultos aborígenes, llegando a atroces sacrificios que mancillaron las antediluvianas y frondosas áreas boscosas que ahora desean excretarnos de su seno…

O tal vez no…

He llegado a un lugar tenebroso. Aquí, donde se hacían aquellos holocaustos que bañaban en sangre el verde impoluto de estos bosques, se halla el tálamo donde antiguos habitantes adoraban a la Naturaleza de manera benigna y que luego se hiciera oscura y siniestra para desdicha nuestra. Todo ahora desea vernos lejos. Nos considera impíos y peligrosos por un millón de razones plausibles. Mas una intuición, una terrible corazonada me ha dado a entender algo más…

Las cosas en el universo están hechas de elementos esenciales nacidos en los albores del tiempo en estrellas arcanas y colisiones sin final al iniciar todo con el Big Bang. Los elementos constitutivos son diferentes en cada uno de las cosas y los seres, de donde se destacan los seres vivos que poseen unos específicos elementos constitutivos en común que son necesarios para todos… El nitrógeno es parte básica de la cadena de la existencia biológica, así como el carbono y el oxígeno. Todo se produce al vivir, y al morir todo se libera a la tierra como en el bíblico refrán que se menta en el rito del Miércoles De Ceniza.

Veo que, de algún espeluznante modo, he venido a caer a este lugar tan adentro y tan lejano que sé que mi escape es impracticable. Algo me lo dice, algo me tensa de tal manera que me llena de un terror imposible por aquellas cosas que debieran ser inanimadas en la manera que se nos ha enseñado desde siempre, pero que en verdad son silentes acechadores de un mundo vasto y desconocido que puede vernos como invasores ocasionales, o simplemente como presas incautas con un botín presto a ser diseminado en el lugar del cual ya nunca podré salir con vida.   

 

® Díaz Pardo (Bogotá, Colombia)

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