lunes, 29 de julio de 2024

''Epístola en solitario'' de Rolando Reyes López


Mientras los poetas dialogan

sobre la efectividad del tiempo,

yo corro a esconderme

en las inmediaciones de un espacio

que ya no existe a simple vista.

 

La ciudad es solo un punto

en la memoria de los hombres,

la poesía es también otro punto

(no de puntuación):

los poetas saben de qué hablo.

La ciudad me exige estar aquí,

los hombres me exigen estar aquí,

a las mujeres les da lo mismo.

 

He visto a los árboles hermosos

deshacerse de sus hojas

antes del otoño;

contemplé desde las graderías

el triunfo de los poetas;

hice pausa en mi viaje

a través de las arenas y el agua

que alguien bebió con entereza;

en vano abrí las puertas de mi casa

y de mi espíritu;

pude ayudar al necesitado de pasos cortos

y al niño que apenas sabía caminar;

leí hasta la fatiga los mandamientos de Dios

y los libros del poeta.

 

Los niños no preguntarán cómo se llamaba el vate

que un día escribió sobre la paz y los disturbios.

 

Los tendidos en el asfalto

vociferan versos que apenas logro descifrar,

yo había abandonado el Coliseo y las mazmorras,

me establecí lejos de la tribu y las bestias,

asumí que con esa actitud

recuperaría la esperanza y el sosiego.

Aquí todo es silencio, silencio silencio.

 

 

Un hombre llegado de otras latitudes

habla de la desesperanza,

de los niños asesinados en las escuelas,

maldice la hora en que llegó a este mundo

y maldice la hora en que tenga que irse,

seguramente a otro mundo peor.

 

Lo miro como se mira al horizonte,

distante siempre, lejos, equidistante;

no le hablaré de los huesos

que reposan bajo los míos,

tampoco diré nada

sobre las heridas que conservo

envueltas en los pañales de la hija

que algún arma separó de mis brazos;

le voy a ocultar los secretos que domino;

haré de sordo y enterraré la cabeza en el polvo,

nuevamente.

 

Soy uno de esos toros azules

que alguna vez vino de las barandas de los puentes,

otros disfrutan de las cervezas

y de las señoras de vestidos verdes,

disfrutan el pedazo que alguien dispuso

para los perdedores,

no intentaré comprender el fracaso

ni el por qué del mar frente a la ventana,

no revisaré más en sus plegarias,

Dios ha recuperado la capacidad

de complacer a los humanos,

Dios se revela hoy como un gran ganador.

 

El verso que ahora juega entre mis manos

una vez retozó en otras manos

y así hasta el fin de todo

cuanto repta y camina.

 

Desde los malecones del tiempo

observan los desamparados

con nuevas máscaras

para sus rostros fáciles

y tontos,

regresando al páramo de los silencios

y las quietudes.

Talet aguarda junto al auto de Pessoa,

Pessoa fue un momento al paraíso

a recoger al que ahora escribe

estas líneas intrascendentes;

dicen que fue visto por última vez cerca de los ríos

arrojando un trozo de madera

rumbo al Sur,

quienes los vieron marchar

aseguran que deseaba ir a ese horizonte

de nubes imperecederas.

 

® Rolando Reyes López (Cuba)

 

0 comentarios:

Publicar un comentario