domingo, 7 de marzo de 2021

''La advertencia del Búho'' ®David Martínez Balsa


 El búho, posado en la rama del árbol, le observa con sus ojos amarillos, en una perenne expresión de alarma. Pero él, mientras ata la soga a otra rama, ha descubierto que, tras confrontar unos segundos esa mirada, deja de antojarse síntoma de perplejidad o de miedo y adquiere matices más intrínsecos. Hay juicio en esos ojos amarillentos, refulgentes en la oscuridad; una advertencia, casi un grito sin voz, pero que lo acompaña día tras día. “Yo sé, yo estuve ahí, yo sí te vi”. El búho lo sigue a todo sitio; sigiloso y paciente, espera los momentos propicios. Entonces se manifiesta: en la ducha, en el aparcamiento, sobre el capó de su auto, al pie de su cama; allí está, corpulento, las alas plegadas, el plumaje blanco con manchas negras, regio en su postura, la perseverancia en sus ojos, el compromiso a no ceder. Él siempre huye, se mueve, lo rodea, pero el búho, silencioso y serio, gira la cabeza; lo busca, empuja el recuerdo a su subconsciente.

“Yo sé, yo estuve ahí, yo sí te vi”; gritan los enormes ojos amarillos, desde la rama más alta del árbol, de la misma en la que hallaron a su esposa. Él ahora termina de apretarse bien la soga alrededor del cuello y da varios jalones al extremo atado en la rama; la madera emite apenas unos murmullos que le corroboran su resistencia. Salta al vacío y sus pies se estiran al tropezarse su cuello con la mordida de la soga. Él intenta alzar las manos, pero ya las fuerzas lo abandonan.

El búho, en la rama superior, espera a que el cuerpo deje de retorcerse. Entonces, despliega sus alas, echa un vistazo a la noche y emprende el vuelo

 

®David Martínez Balsa (Cuba)

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