jueves, 13 de marzo de 2025

2404 Mundos Después ® J. Azeem Amezcua


 Un ser único extrae del complejo cinturón de herramientas que lleva en su cintura una esfera de cristal roja. El cinturón es ancho ya que guarda muchas cosas diferentes; tiene desde cápsulas de comida y curación activadas con nanotecnología, hasta armas de gran calibre, voltaje o expansión. Todo está reducido al sencillo espacio de la cintura. La esfera emite muchas tonalidades, es el registro de la bitácora de muchos años del héroe galáctico que la sostiene. Con un leve toque, la esfera se enciende para registrar en sus células vivas la última pelea, la última victoria.

—Dimensión 2404 recorrida. El aterrizaje tranquilo no duró lo suficiente, un monstruo enorme intentó devorarme, a menos que sea su forma de bienvenida. No esperé a comprobarlo —Jaiderro narra su historia mientras limpia rastros de un líquido viscoso que escurre de su hombro.

—Fue complicado encontrar la manera de vencerlo, con varios cortes fue posible…

No termina de contar su historia cuando otro monstruo se levanta desde la tierra. Tiene casi el doble de tamaño que el anterior y emite un extraño vapor cálido. Para el héroe no es mortal, ya que su piel es capaz de soportar la mayoría de ambientes. Sin embargo, decir que estaba preparado para otra batalla es diferente. El monstruo tiene cuerpo cilíndrico, cinco veces más altura que Jaiderro, piel rugosa y colores pálidos, una comparación opuesta al extraño guerrero en esa dimensión. No se pueden contar ni los ojos ni las membranas de tantas alas; es una raza diferente al gusano de piel rígida que eliminó con mucho esfuerzo. Es un mundo de bestias evolucionadas para dominar.

 —No es la primera batalla que se quedará grabada en vivo, como creo que no será la última, aunque es lo que más quisiera… terminar con esto.

El monstruo lo tiene como objetivo. A pesar del tamaño, Jaiderro es ágil. Del cinturón de herramientas extrae un delgado tubo que se convierte en una poderosa espada. No tiene filo mineral, es plasma tornasol de su propia aura. Da un salto, gracias a las botas de adaptación gravitacional, que casi alcanza la punta del monstruo. Sigue con su narración:

Estoy en la dimensión 2404. No bauticé así este lugar, es la cantidad de lugares que he visitado para encontrar un sitio en particular de tantos que hay en el infinito —jadea en la pelea, mientras busca un punto débil del monstruo que extrae filamentos aleatorios de su cuerpo para intentar atraparlo.

—El cielo tiene diferentes colores, una mezcla cromática que produce el reflejo de las tres lunas, una azul, una púrpura y una roja. Sé que no estoy en el lugar esperado, porque no habrá ningún ser hostil ahí. Puedo comprobar que estos monstruos no utilizan como bienvenida las mordidas; es eliminar al más débil su intención.

El héroe sigue esquivando y atacando al poderoso monstruo, sin que surta ningún efecto.

—Mi propio mundo debe estar contando los últimos segundos, antes de ser carcomido por la decadencia. No hay forma de migrar a todos de manera segura. Por lo tanto, fui elegido para intentar encontrar una solución posible para seguir marcando eones en cualquier calendario —su espada se mueve veloz pero sin dañar la coraza experimentada en peleas del monstruo.

Ahí está su debilidad. También estoy consciente de que la única forma de salvar mi hogar es destruyendo una dimensión completa que coexiste en un plano paralelo.

Una onda de expansión luminosa surge inesperadamente del monstruo, lanzando a Jaiderro, una onda de calor emitida desde cada poro. Son pocos los seres capaces de soportar el impacto, pero es gracias a su resistencia y a la veloz reacción de sus alas que se extienden bajo la capa que logra soportarlo. La tecnología se activa de inmediato ante peligro inminente, a pesar de que la gradación fue disminuida a propósito, por la emoción del héroe.

—A punto de morir por el monstruo, sigo en pie, porque debe ser mi mundo el que sobreviva, debe ser mi hogar el que perdure. Han sido demasiados los mundos que he pisado, levitado, nadado, e incluso destruido para lograr mi meta. Ningún monstruo, por más poderoso e intimidante que se vea, me va a detener —vuela veloz hacia la criatura, que protegiendo su mundo no esperaba el destino final que un héroe atraería para él.

Antes del ataque final se detiene de golpe. Aterriza y guarda sus alas una vez más bajo la capa derruida que lo ha acompañado en tantos universos. Agacha la cabeza para exponer los tres cuernos artificiales que sobresalen de su cabeza (cada uno con una función diferente). La criatura no espera la estrategia y detiene su ataque salvaje e impulsivo esperando una reacción.

Lo encontré —dice Jaiderro sorprendido—. Estoy seguro de cómo voy a llegar al mundo que necesito. Por más primitivo que parezca ese ser, en sus ojos hay verdades. ¿Él lo sabe? ¿Cómo no me di cuenta al principio? Estaba por dejar el lugar —Jaiderro le habla a la esfera.

Enfoca a la perfección el punto débil del monstruo. Sus alas se extienden majestuosas y se prepara para tomar velocidad, para terminar la batalla de una sola estocada. El monstruo también reacciona; no morirá hoy. Eso espera un bocadillo. No será así. El guerrero ya está preparado, se impulsa de un solo disparo con efecto tangente hacia uno de los tantos ojos, pero no es cualquier cosa. Desde cada pupila se puede observar un mundo diferente; cada ojo es una ventana distinta. Gracias a los cuernos en su cabeza, apunta al universo en particular que solo por existir arruina el suyo.

—Estoy listo —el guerrero emite un grito poderoso y termina con la batalla al introducirse con todo y la esfera en el líquido viscoso de la pupila del monstruo, grabando la batalla con su conciencia propia.

Hasta ahora solo se ha desplazado con medios artificiales apoyado por la gravedad que cada planeta tiene en su numeralia. Ya sabía de métodos orgánicos, pero el viaje es distinto; la tecnología hace que la transición pierda cualquier estímulo sensorial. Con el monstruo lo siente todo. Alcanza incluso a ver la convergencia entre su mundo y el otro. Matar al monstruo es matar millones de universos, pero desde ahí casi se pueden hasta controlar las líneas. Al final del túnel generado por la visión, Jaiderro va sintiendo la desconexión natural con el monstruo para conectar su entidad física a un nuevo mundo. Cansado el guerrero por la emisión de energía que provocó la última técnica, respira profundo con satisfacción, no por la victoria, más bien por la epifanía que lo llevará a la salvación de su mundo.

—Todo está claro ahora. No fue una solución sencilla. Aunque en este momento parece que la revelación estuvo todo el tiempo a lo largo de más de dos mil mundos, no es así. Nadie en mi mundo, tal vez en ninguno de los previamente visitados, podría haberlo previsto. La tecnología es el problema.

Lo piensa mientras se quita el cinturón y la armadura que lo han mantenido a salvo. Alrededor solo hay naturaleza y calma, como lo predijeron las mejores mentes de su punto de origen. Entiende un fragmento de la realidad, pero no todo. Por primera vez tiene miedo. La tecnología eliminaría el universo entero, empezando por el minúsculo planeta donde llegó a través del 2404. Pero ahora comprende que de no eliminar la línea de una forma natural, el alcance artificial de sus armas arrasaría también con su propio mundo, ya que ambos (y muchos más) pertenecen a la misma entidad monstruosa.

 

 ® J. Azeem Amezcua (CDMX, MÉXICO)

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