sábado, 25 de junio de 2022

''Reseña sobre Derrotero para una Travesia Interna de Nicola J.'' ® Edward Alvarez Yucra


 Náufrago mar adentro[1]

 

La escritura literaria ha recibido las bondades –o maldades– por parte de los rótulos. Editoriales, periodistas, instituciones, pedagogos, críticos, entre otros mediadores que cumplen con el deber de clarificar y difundir su materia prima. No obstante, si esta es la forma de movilizar el producto, a su vez, también sería una de otorgarle un aura social, despertar expectativas y convenir en una tipología presta a examinarse como un fenómeno presente en los campos literarios.

Así pues, poesía juvenil o poesía joven entra en una disquisición terminológica. La primera parece abalanzarse al lector –una poesía escrita por jóvenes para jóvenes–, mientras que la segunda se inclina al autor –un escritor novicio, cuya primera etapa podría o no ser fructífera. En esta ocasión, prefiero sobreponer el segundo término, dado el valor que todo escritor debe asumir al tomar el riesgo de la publicación: el juicio ajeno. Además, sin ahondar en el debate, es preciso recalcar que las dos acepciones coinciden de manera usual e inusual. Lo usual sería que el debutante comience su trayectoria con una dirección prestablecida; da sus primeros pasos y sus lectores están definidos. Lo inusual ocurre si la recepción se presume juvenil, pero el resultado de este primer periodo es lo suficientemente trascendental para salir de las expectativas convencionales. La naturaleza de los clásicos infantiles suele ejemplificar este aspecto: Alicia en el país de las maravillas excede la niñez con sus alegorías fantásticas. Es un acierto para su público como para el autor que puede prestar las virtudes de su escrito a un lector mayor en edad y madurez.

Dicho sea entonces, Derrotero para una travesía interna es una muestra de poesía juvenil, una primicia en la poesía peruana. Nicola Sabroso incursiona en la recurrente metáfora del viaje, la travesía, el camino, la exploración existencial expuesta por las artes desde siempre. En efecto, la figura del mar regresa en una voz gráfica, pausada, explícitamente simbólica y, por instantes, explícita también en su postura social; no resultan gratuitos los epígrafes de Alejandra Pizarnik –poeta tutelar para muchos jóvenes contemporáneos–, Magda Portal –portadora de una estética marítima en sus escritos vanguardistas– y Luis Carnero Checa –uno de los poetas comprometidos con el pueblo. Naturalmente, juntar la política con el arte parece un acto contradictorio, pero existen métodos para hacerlo sin sacrificar lo segundo; el compromiso no tiene por qué desahuciar la belleza del poema.

Las secciones del libro siguen un orden, pero el hilo no tiene un entramado específico. De hecho, la totalidad podría entenderse como un libro de poemas antes que un poemario. Sin embargo, conformémonos con seguir las estancias de la travesía: “Navegante de versos”, “Poblador del mar”, “Mar distante” y “Naufragios (Poemas de la tierra)”. La travesía empieza como un relato, un monólogo oído por un ave en altamar; el poema de apertura en la primera sección describe el estado: “he navegado tanto tiempo/ i hoy que voi camino a casa/ una grulla se ha posado sobre mi barca/ agitando sus alas y ladeando su cabeza/ parece preguntar sobre mis viajes[2]. El viaje es literal y catártico, dispone de un derrotero ficticio que recorre el navegante, en tanto cuenta las aventuras y desventuras de su ser a su compañera.

El rol icónico de las palabras toma mayor vigencia en esta parte inicial. La expresión concreta –y no exactamente poesía concreta– conserva un legado en la poesía peruana –Alberto Hidalgo, Oquendo de Amar, Jorge Eduardo Eielson, Abelardo Luza Gironzini–, por lo que el arte de dejar espacios en blanco tiene muchas posibilidades de alcanzar a los poetas actuales. Sin embargo, no son simples acrobacias sintácticas, son maniobras que grafican el pensamiento utilizando los otros soportes del poema; pretenden la imagen material, no solo la mnémica. Así, los versos se desarrollan en contorciones espaciales, el poeta encabalga unas palabras y separa verticalmente otras. Sin embargo, ciertos poemas tienen más éxito que otros, pues las ilusiones ópticas no se salvan del ripio, o al menos la ilusión de un ripio: “mi corazón es una roca i/ mis dedos esmirriados la aferran fuertemente/ no vaya a ser que se me escape/ en busca/ de otro/ ojos me/ nos tris/ tes que/ los míos”[3].

Después del introito, viene la mejor sección –a mi gusto– tanto por su contenido como por su título. “Poblador del mar” tiñe las aguas de nostalgia, temor y amor; si “Navegante de versos” fue la presentación del viajero –uno que intenta sobrevolar las nubes grises de Lima para buscar la libertad y cuyas venas están llenas del agua mística del Rímac, así como del dolor del pueblo–, esta segunda parte narra los resquemores de la ausencia. Estamos sumergidos en la noche junto a los “peces con hambre de sol/ somnolientos peces con hambre de sol”[4], la oscuridad celeste se funde con la marina en la propia consciencia: “mar nocturno/ que eres Yo y mis dolores/ que eres grulla y eres ella/ con su cariño hielo”[5].  Al margen de la disonancia que presume el sustantivo en función adjetival, los versos claman por una alteridad femenina; pero consideremos que el amor no solo se reduce a la pasión por la musa, más bien se expande en diversas formas de la ausencia, las cuales vendrán a tallar en las siguientes secciones.

“Mar distante” declara la soledad –la grulla se ha ido–, en tanto se aprecian las olas que regresan al ser: “afromujer/mar… tú que guardas la/ belleza ancestral/ de ma má África”[6]. Las raíces no se olvidan; especialmente si se suman a las carencias del sujeto. De ahí el arte poética que motiva el viaje: “grieta en una roca/ olor a rosas en el viento/ el canto de un pájaro atravesado/ por la lanza hiriente del amor/ eso eres/ poesía”[7]. El sujeto se sujeta al amor, el sujeto está sujeto no solo por determinaciones, sino también por el arraigamiento que intenta mantener pese a lo inestable del devenir. Está atravesado por la distancia, de modo que el viaje es un modo de aferrarse a su identidad, de no perder el amor que lo identifica. Asimismo, las distorsiones sinestésicas y los matices simbólicos confiesan el negativo de la lejanía: “nace la media noche… su boca está llena de flores/ sus ojos solo logran ver sombras/ sus brazos huelen a color amarillo”[8].

El final del derrotero no es un puerto en el cual levar anclas, sino una playa sobre la cual naufraga el marino. Es un lugar donde emerge otra de las ausencias, quizá la más decisiva en la contingencia de la que no somos conscientes al nacer: “eres como la/ Mar/ madre// besando mi frente/ las rocas de mis sueños/ querida sombra de mi vida// mi poesía/ mi revolución m a d r e”[9]. El navegante ha pisado tierra, percibe el lado izquierdo de la realidad, no renuncia a la revolución porque ama la vida que le dio la mar. La piedra en su pecho y la caja de madera al fondo del pulmón –aludidos por el poeta en la sección inicial– ratifican un peso con el que carga su subjetividad, pero, a su vez, moviliza la búsqueda de la libertad; libertad para amar lo que no ha de ser olvidado, aunque haga mella en la distancia del presente. En eso se funda la travesía, la fe en que alguien nos espera, la fe en el cariño obsequiado por los recuerdos en tierra y la fe en transformar la realidad que nos circunda.

En síntesis, el poemario se desempeña con altibajos, detalles estilísticos que pueden omitirse si concentramos la mira en los aciertos. Este libro no es un mal inicio, es el rumbo por el que apuesta el poeta. Esta etapa podría calificarse de experimental, un intento por afinar la voz para el oficio –y lo es–, pero eso no hunde las expectativas de la siguiente obra; por el contrario, las eleva. Nicola Sabroso ofrece una invitación a las profundidades de un ser que surca la soledad sin ensimismarse, en tanto proyecta su perspectiva social sin declamar panfletos. La búsqueda de este equilibrio le permitió sobrevivir a las tempestades del mar y sacar a luz vaivenes íntimos. El poeta ha naufragado sin ahogarse en la tinta.

 

 

® Edward Alvarez Yucra (Arequipa)



[1] Sabroso Palomino, Nicola J. (2019) Derrotero para una travesía interna, Editorial Bisonte, 2019, pp. 92.

[2] Sabroso Palomino, N. J. (2019). Derrotero para una travesía interna. Lima: Editorial Bisonte, p. 19.

[3] Ibídem, p. 23.

[4] Ibídem, p. 43.

[5] Ibídem, p. 45.

[6] Ibídem, p. 67.

[7] Ibídem, p. 66.

[8] Ibídem, p. 75.

[9] Ibídem, p. 85.

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