sábado, 24 de octubre de 2020

''El dedo de Dios'' ® Héctor M. Magaña


 Henríquez miraba la playa como quien mira la solución a un trauma. Al instante sus músculos faciales se relajaron. La sonrisa apareció, un grito fuerte y ronco lo invitó a salir a sus amigos de la camioneta que estaba estacionada en la arena. Se abrió la cajuela, Henríquez ayudo a bajar cajas de cerveza, toallas y sillas.

Habían iniciado las vacaciones de verano. Era su primer semestre en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, varios de sus amigos acordaron ir a la playa. Decidieron ignorar las advertencias y los rumores de que en ciertas playas de Venezuela había presencia de militares estadounidenses. Se rumoreaba que había satélite espía que rodeaba el espacio como un ojo mirón hacía los territorios venezolanos, también de presencia de submarinos y acorazados. Se hablaba de armas de rayos laser, de misiles, e incluso de una posible tercera guerra mundial. Nadie en la facultad, en la universidad creía semejantes delirios sacados de un pastiche de la Guerra Fría. Sus abuelos les contaban a muchos de ellos de las paranoias de Hugo Chávez y sus padres la escuchaban de un Maduro amenazado con presencia militar.

El cielo tenía algunos cirros, esas nubes difusas que parecían pellizcar el cielo. La playa estaba más o menos poblada, en su mayoría por familias que llevaban a sus hijos pequeños. Henríquez ayudó a extender unas toallas en la arena, colocó unas sillas y bebió una cerveza mientras miraba el mar. María se sentó junto a él y cerveza en mano le invitó a nadar. Se tomaron la cerveza de la botella y salieron corriendo a las olas que se rompían con debilidad juguetona en la arena oscura. Varios de sus amigos de Henríquez y María se quedaron para encender la foca y colocar unas salchichas en el fuego.

Nadaron durante diecisiete minutos, luego se quedaron flotando mirando el cielo. En las lejanías del cielo, donde las nubes parecen marcar la cúpula de terrestre y lo celestial, una estrella parecía moverse en arco. Como una estrella de Belén, la luz del astro parecía ser percibida a simple vista. Pensaron que era un helicóptero, pero no titilaba, no había ninguna luz intermitente, bromearon ante la posibilidad de ver un platillo volador, pero la verdad era que entre bromas e intriga, la luz se movía y parecía que se ocultaría en el horizonte. De repente la luz cambio de color. Una luz morada asusto a los vacacionistas, pues parecía que un diminuto sol estaba apareciendo en el cielo como salido de una profecía de cataclismo bíblico.

El agua de la playa a agitarse. Los cirros en el cielo estaba moviéndose de una forma agitada, la espiral se dirigía hacia la espectral luz anómala del cielo. Un relámpago que cayó en el océano alertó a todos los vacacionistas, quienes inmediatamente empezaron a huir. Ellos salieron del agua, todos salieron del agua, corrieron en la arena que empezaba a levantarse y a crear nubarrones en el cielo. Se elevaba como un espíritu en una pintura renacentista.

Un gigantesco torbellino de agua se levantó en el horizonte, como Dios uniese los cielos y el mar en un ataque de ira. La espiral violenta de agua se erguía torpemente y arrastraba los barcos pesqueros que estaban más alejados de la playa. Parecía que entre el cielo y el agua salían bramidos de furia. El vórtice llegó a los cielos y empezó a moverse, consciente de su furia, de su presencia y de lo intimidante que resultaba paras la insulsas criaturas que corrían frenéticas. La luz anómala se había perdido entre las nubes de tormenta.

Varios autos se quedaron atascados en la arena durante la despavorida huida. La camioneta de María y Henríquez logró salir y llegar a la carretera. A una velocidad cien kilómetros por hora vieron que a sus espaldas un torbellino de agua levantaba los autos de la playa y los lanzaba como dardos.

El proyecto WILD había empezado humildemente a finales del año de 2027. Para el 2030, los avances del equipo de investigadores de la Facultad de Ciencia Atmosféricas de la Universidad de Berkeley había logrado la creación de nano-robots que podía cambiar la temperatura atmosférica, dos años más tarde la nano-robótica se trasladó al agua. En el año 2037 empezaron las pruebas en las playas de California donde se puedo crear una pequeña depresión tropical con la presencia de drones que transportaban los nano-robots. El Pentágono hizo uso de la tecnología de WILD para llevar a cabo un atque de trombas marinas en las playas Venezolanas de Falcón, Aragua y Miranda. Poco después el gobierno estadounidense evaluó los daños. Murieron más 5.789 personas. Las trombas fueron categoría F5, una categoría reservada para tornados de 500 km/h.

 

® Héctor M. Magaña (Xalapa, Veracruz)

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