Es media noche. Se ha quedado solo, en medio del recinto está el féretro de su
esposa. En la pared, desmantelada y
fría, se proyecta en sombra, su perfil.
Decidido se acerca, levanta el cristal y en los
labios amoratados del cadáver posa brevemente su boca. Cierra los ojos para
sentir la ausencia y danza su pensamiento con la piel fina del rostro entre sus dedos, la siente y tiembla. Le
acaricia el brazo, y desliza la mano entre sus dedos de nieve.
Es tan delicada la quietud de su cuerpo mudo,
extendido e inerte. Callada como agua de otoño.
Pierde la noción del tiempo y murmura: —Te amo,
duele mirarte. Quizá mañana me reúna contigo en el infinito cielo y se desvanezca
este dolor y la soledad.
En el tripie la fotografía fue el único testigo de las promesas, las caricias y el beso que robado, a pesar del virus mortal.
® Gaby Escobar (H. Matamoros, Tamps. México)
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