Al Sr. Nicolás Lazo de la Vega
Estudiando las conchas se ha encontrado
que las perlas riquísimas de Oriente
no son más que tumores de las ostras
que poco a poco en sus entrañas crecen.
Y sin pensar el hombre en los dolores
del molusco que criándolas perece,
hace con ellas elegantes joyas
para adornar de la mujer las sienes.
Y la mujer por vanidad las compra,
y el agiotista por medrar las vende,
mientras la pobre concha abandonada
allá en la playa, solitaria, muere.
Los versos son como las perlas: llagas,
tumefacciones de enfermiza mente
que del poeta la existencia minan
y cruel veneno en sus entrañas vierten.
El editor para medrar los compra
viendo sólo la cuenta que le tiene,
y encuadernados en lujosos libros
como vil mercancía los expende.
O enriquecen el álbum de una hermosa
que acaso ni siquiera los comprende,
mientras el loco, solo y miserable,
en un rincón de su tugurio muere.
De Prosas rimadas (E.A., 1904)
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