En tus manos
guardas el placer,
la magia espontánea
en un aplauso
o en un rasguño.
Tus labios
entreabren una compuerta abismal
hacia otro lado,
hacia otro idioma.
El idioma del deseo mutuo.
Me enseñas
que besar
es otro modo
de respetar.
Y respetas mi cuerpo,
como un templo lúdico.
Llueve sobre mis piernas,
témpanos canela
de vellos rizados.
Y la fuerza corpórea,
sin excusas ni altos,
vence y deja vencer.
Clavas tus ansias en mí,
colmillos dorados
de historia indiscreta.
Bebes el triunfo
en honor a tu imagen
mientras me abrazas
y envuelves mi orgullo en tu pelaje.
El calor se vuelve humo
atrapado en nuestras manos,
y así descansas.
Un suspiro a cada ronroneo.
® Daniel Guzmán Tercero (Querétaro, México.)
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