Era recurrente aquel sueño, trataba de descifrarlo sin encontrarle sentido. Lía procuraba no ponerle atención, al final era eso, solo un sueño. El día pintaba como cualquier otro, la rutina de siempre. Trabajaba en una cafetería al sur de la ciudad. El otoño se acercaba y con el, más clientela. Casi era hora del cierre, la gente seguía llegando, la variedad de café era extensa y deliciosa según comentaban los comensales entre sí. Lía observaba con resignación. Su mirada reparó en la mesa de la esquina junto al ventanal. Una mujer peculiar sorbía su taza con especial delicadeza. No parecía del vecindario. Ésta se sentiría observada porque instintivamente volteó a ver a Lía, le sonrió, Lía se sonrojó sin poderlo evitar. Con un ademán le llamó a la mesa. Avanzó hacia ella.
- ¿Si, madam, algo más que necesite?
- Un moka por favor, dijo la mujer con una
enigmática voz.
Lía se estremeció. Asintió y regresó por su orden.
Trató de no perturbarse, se acercó amable.
- Su moka madam, le sirvió con delicadeza.
- “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”
le dijo la mujer.
- ¿Disculpe?, no entiendo.
- Está claro Lía, no puedes rechazar tu llamado. La
miraba fijamente.
- Sigo sin entender, Lía se estaba poniendo
nerviosa.
- Hablo de tu sueño Lía. Tú propósito. Para eso
estoy aquí. Voy a dirigirte si escoges aceptarlo.
Lía no hallaba qué decir o cómo reaccionar, sus
pensamientos divagaban haciendo memoria de ese sueño recurrente y qué tenía qué
ver con aquella señora.
- No me tienes que dar una respuesta ahora, solo
toma en cuenta que para esta tarea necesitas ser tan encantadora como yo, más
cuando tendrás que apagar el último suspiro de un humano y custodiar su alma hacia
el lugar que él mismo se trazó en vida.
Lía le vino rápido entonces la última imagen de sí
misma de sus sueños: Cabalgaba orgullosa un corcel negro.
©️ Ruth Martínez Meraz (H. Matamoros, Tamps. México)
Gracias por este espacio para mis letras estimado Editor
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