Usualmente, en el camino de vuelta a casa, el
transporte universitario recorría el pueblo, pero las trayectorias cambian al
igual que las personas, al menos que compartas valores morales, estos generalmente
tienen una disputa contra lo nuevo, estructuras fijas, resistencia al cambio,
que llaman cambio pero que no es más que indiferencia, algo de apego y detrás
de todo un rechazo hacia el egoísmo, hecho ver como egoísmo sano que para mí no
es más que falta de consciencia, en la cual prefiero no participar, ni siquiera
denunciar. Hoy día la ruta universitaria no atraviesa el pueblo, va
directamente hacía la autopista, es más rápido, pero yo no voy, es que me
lleva, solo eso, y hoy pude percatarme de ello.
La bajadita'' la llaman, un pequeño tramo de calle ubicado unos 100 metros
antes de la entrada a la autopista. Es una pendiente bastante inclinada, y al
pasar por allí siento esa sensación de montaña rusa, de atracción mecánica
primer mundista; nadie hace mención de la bajadita pero la conocen, los he
visto reconocerla cuando el conductor (Cualquiera que sea) cercano a la
pendiente acelera agresivamente (Vaya a saber por qué) justo antes de empezar
el descenso logro observar el rostro de algunos estudiantes inquietos, moviendo
sus rostros, intentando sujetarse del asiento, mirando para otros lados que no
sea el frente, tratando de evitar lo inevitable, algunos otros aparentan
normalidad como yo, que siempre pienso ''aquí viene'' momento en el cual
pareciera haber una complicidad entre todos, complicidad inconsciente. No se
llama bajadita porque alguien la haya llamado así, sino porque todos la llaman
así, Sin decisión, sin opinión, solo sucedió (Como el inconsciente colectivo)
como esas desventajas de las que está hecha mi vida. Ese descenso me afecta, a
lo mejor porque yo no soy el conductor, y porque no estoy yendo, me está
llevando. ¿Cuántos de esos estudiantes también están siendo llevados?
También hay bajadita cuando transito lugares que se hacen incomodos porque las
miradas reciprocas con la persona que la relación no funcionó se cruzan entre
sí, incapaz de decir lo que debí y debo decir nos quedamos suponiendo y
pensando cosas que jamás nos sucederán o a veces ideas negativas, la bajada de la
bajadita, es fuerte.
Una vez leí que para poder superar tu temor debes convertirte en él, al día
siguiente al pasar por la bajadita comprendí que para no ser afectado por esa
fuerza inevitable tenía que contrarrestarla uniéndome porque negándome solo hacía
que la bajadita se convirtiera en bajadota o en súper bajadita, entonces yo
tenía que querer lanzarme y lo hice, créeme que la bajadita no me afecto
aquella vez. Ahora debo conducir, participar y defender lo que me parece
correcto, por supuesto aun no renuncio a ese viejo yo, esa otra bajadita donde
esta ella, la sumatoria de las circunstancias y la inacción mía que jamás
enfrentaba.
Desconozco su pelea, la de ella, la bajadita que ella enfrenta a diario.
Si tan solo pudiéramos haber sido como sol, brillando todo el tiempo, avanzando
en una misma bajadita tomados de la mano y mirando al frente, queriendo
lanzarnos en lugar de entretenernos en excusas y suposiciones negativas, como
ahora, ahí viene de nuevo, la compañera de al lado ya cerró los ojos y sujetando
el borde del asiento...
En ese aferro a los asientos, podían verse las ataduras, podía verse una queja
que no reconocían ellos mismos, la bajadita era una pregunta encriptada en
situación, una contra parte de las cosas que jamás habían funcionado en sus
vidas y que estaban a medio camino atrapadas sin haber arrojado un resultado
aun, como las llamadas de una señora desconocida preguntando por otra señora
llamada Miriam (Siempre lo hacia), el examen corregido con un 20 al revés que
encontré en un pupitre abandonado rondando por la universidad, o aquella mujer
con la que compartía dialogo a diario en una página de chat anónimo, que se
hacía llamar ''mujer-30'', el desorden del hogar o los amigos que ya no están.
Su respuesta a esa pregunta encriptada, la de aquellos estudiantes, era
usualmente ''bien y tú'', lo cual lo decía todo porque nada estaba bien, era
hora de lanzarse, de querer lanzarse; y en mi caso, ahora, un adiós a la
parte de mí que murió, la muñeca de porcelana que era yo.
® Adrián Guevara
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