Este semestre ha sido un caos desde el inicio, entre tareas, exposiciones y exámenes a penas podía respirar, por lo tanto, no sabía ni en que día del mes o la semana vivía. Sin embargo, conforme pasaban los días me parecía más difícil continuar con mi rutina. Hoy me desperté tras el sueño mas profundo y reparador que, desde hace mucho no había podido disfrutar. Vi el reloj y eran las ocho de la mañana. Me levanté de un salto de la cama, mi corazón se aceleró y sentía los latidos recorrer por todo mi cuerpo, mi garganta estaba seca y mi cuerpo temblaba. Tomé un vaso de leche y salí corriendo apresurada. Cuando iba rumbo a la parada de la pecera, vi un autobús pasar. Ya no tenía caso que fuera a la escuela, era demasiado tarde. Mire el reloj y ya eran las diez. Me regrese resignada. Mi vecina, doña Carmela se encontraba barriendo la calle, cuando me vio pasar me preguntó.
— ¿A donde vas tan temprano?
— ¿Tan temprano? No, de hecho se me hizo tarde...
— ¿Hoy también tienes clases? — Preguntó con ingenuidad.
— ¡Claro que si! — Respondí molesta.
— No sabía que también tenías clases los sábados — Al escuchar sus palabras comprendí que me había estresado por nada.
® Astrid Resendiz (H. Matamoros, Tamps. México)
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