El lugar donde vivo está en medio del bosque. Las casas no
están a más de treinta metros una de otra, por eso regresamos en grupo después
de la escuela. No es raro escuchar ruidos en el bosque, probablemente son
ardillas o cualquier otro animal. Lo que sí es extraño es ver a un sujeto con
traje negro y la cara cubierta con un antifaz afuera de mi casa. Observándome.
Pese a que no podía distinguir todos sus rasgos, el azul de sus ojos me hacía
verle fascinada. Encendí la linterna que estaba sobre mi mesa de noche, el hombre
del traje dirigió su mirada hacia mi ventana, después corrió hacia el bosque y
no lo volví a ver en toda la noche.
Al día siguiente en la escuela, les conté a mis amigos lo
que había visto, pero ellos me tomaron por loca. Por la noche volvió a pasar en
frente de mi casa y de nuevo corrió al bosque como si quisiera que lo siguiera.
Se volvió algo constante, pasaba por mi casa todas las noches y siempre corría
hacia el bosque. Este suceso duro aproximadamente dos semanas hasta que una
noche cuando el corría al bosque tomé mi chaqueta y me la puse arriba de mi
pijama para ver a donde me llevaba. Como mis padres seguían dormidos abrí la
puerta lentamente para no despertarlos, ya que nunca me dejarían salir a tales
horas. Lo dude unos segundos, pero de todos modos entre al oscuro y espeso
bosque.
Mientras buscaba al chico del traje tropecé con una rama de
un árbol, a lo lejos se veía una luz que salía de lo de una cabaña. Como hacia
un poco de frío entre para calentarme, había una pequeña cocina y una sala de
estar con una chimenea que me quito el frío, me senté en la sala y sentí que
alguien me observaba así que decidí salir a revisar, cuando salí de la cabaña
escuché que alguien se escondía en los arbustos y cuando revisé me di cuenta de
que era el chico del traje. Me acerqué a él y le pregunté:
—¿Por qué querías que te siguiera?
No hubo respuesta, se quedó viéndome a los ojos, yo me quedé
quieta, como si sus ojos de zafiro tuvieran un poder sobre mí. Me tomó de las
manos y me llevó a un lugar que nunca había visto, el lugar estaba iluminado
gracias a las luciérnagas que pasan por ahí.
—¿Es esto lo que querías que viera? —pregunté, pero de nuevo
me miro como si no me entendiera. Sacó de sus bolsillos una rosa y me la
entrego, después se acercó a mi oreja y me susurró:
—Vuelve a casa antes
de que noten que no estas.
Tomé la rosa y sin pensarlo dos veces me dirigí a casa. Aun
me pregunto si lo hice por convicción propia o hubo algo en su voz que me
obligó a hacerlo.
Ya era de día así que probablemente mis padres estaban despiertos,
pero cuando abrí la puerta ellos estaban profundamente dormidos. Puse la flor
en agua para que no marchitara y regrese a mi cama. A la noche siguiente el
chico del traje no volvió a aparecer, pero yo todavía conservo la flor que me
regalo, esa flor me proporciona seguridad cuando duermo y sé que algún día el
chico del traje y yo nos volveremos a ver.
® Astrid Resendiz (H. Matamoros, Tamps. México)
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